Sombras del Pasado

28

Si, vale, no era el tipo de celebración qué esperaba, menos estando embarazada, pero tampoco me iba a quejar.

—Si no te sientes bien, dímelo y pararé —dijo Asher, con su rostro hundido en mi cuello, dejando un largo rastro de besos.

Sus manos me acariciaban mi cintura, mientras me seguía besando, llevaba puesta una falda qué poco a poco Asher fue subiendo.

Cerré los ojos, permitiéndome disfrutar la sensación de sus labios contra mi piel.

—Asher... —murmuré, mi voz apenas en un susurro.

Él se detuvo por un momento, sus ojos buscando los míos en busca de cualquier señal de incomodidad. La penumbra de la habitación dejaba entrever destellos de deseo en sus ojos oscuros.

—Si en algún momento no te sientes cómoda, solo dímelo —susurró.

Asentí y Asher reanudó sus besos, explorando mi cuello con una delicadeza que enviaba escalofríos por mi espalda.

Mis dedos se enredaron suavemente en su cabello mientras sus labios descendían lentamente

Las manos fuertes de Asher subieron por mi espalda, desatando suavemente el nudo de mi blusa.

No había prisa en su tacto, ambos queríamos disfrutar de todos los detalles.

—Eres hermosa, Nyx —me susurró entre besos.

Acarició mi mejilla, sus ojos encontrándose con los míos.

—¿Estás seguro de que podemos...?

—Se lo pregunté al doctor y dijo que si era posible, solo tendré cuidado para que no le pase nada.

La habitación estaba cargada de una atmósfera especial, sin embargo, ni él ni yo parecíamos quejarnos por el tipo de celebración que estábamos teniendo.

En un momento, Asher me levantó y me llevó a la cama en sus brazos, acostándome con cuidado sobre el colchón.

Seguimos con las caricias por un tiempo más, hasta que él me acomodó debajo de su cuerpo, sin dejar caer su peso sobre mi mientras se quitaba la ropa.

—Dime si no te sientes bien.

—Lo sé, lo haré.

Y sin esperar otro minuto, Asher se introdujo en mi, comenzando a moverse lentamente y con delicadeza.

Mis manos se aferraron a su espalda, y nuestros labios se encontraron, moviéndose en sincronía.

La habitación estaba en silencio, solo interrumpido por nuestros suspiros.

Asher, atento a cada reacción, continuaba moviéndose con suavidad, buscando asegurarse de que cada momento fuera tan placentero como seguro.

Sus susurros resonaban en mi oído, todo era perfecto.

No podía pedir nada mejor que a este hombre en mi vida.

A la mañana siguiente, Asher, con una mirada llena de ternura, acarició mi rostro suavemente, como si quisiera asegurarse de que todo estuviera bien después de la noche anterior y mis labios se curvaron en una sonrisa.

—¿Te sientes bien? —preguntó con una voz suave.

—Me siento increíble —respondí, dejando que mis dedos se deslizaran suavemente por su mejilla.

De pronto, el celular de Asher empezó a sonar, Ambos nos miramos con sorpresa, y él rápidamente respondió.

Generalmente no recibía llamadas tan temprano, solo cuando era una emergencia.

—¿Hola? —dijo, con la frente fruncida mientras escuchaba la voz del otro lado de la línea.

Su expresión cambió a medida que la conversación avanzaba, y pude percibir la tensión en su postura.

—Si, estoy disponible... Bien, nos vemos en una hora.

Finalmente, colgó y me miró con seriedad.

—¿Qué pasa? —pregunté, preocupada.

—Era el detective, han encontrado a quien filtró la información.

Asher se apresuró a entrar al baño, y darse una ducha rápido para vestirse, mientras yo me cubría con las sábanas.

—Iré a hablar con el detective —dijo, volviendo a sentarse sobre la cama—. Tú descansa un poco más, volveré lo más pronto posible.

Antes de salir, Asher se inclinó para dejarme un suave beso en los labios,

Quedé sola en la habitación, y decidí esperar a que volviera, mientras acariciaba mi vientre y pensaba en lo que podría ocurrir estos próximos meses.

Decidí levantarme, darme un corta ducha y arreglarme, aunque no creía salir de casa hoy.

—¿Mami? —una hora más tarde, una vocecita conocida se hizo presente en la habitación.

Me levanté de la silla, caminando hacia la puerta, en donde Callie estaba parada.

—Buenos días, pequeña —ella corrió hacia mi y con cuidado me abrazó.

—¿Papi? —volvió a hablar, mirando si había alguien más en la habitación.

—Papi tuvo que atender algo urgente, volverá dentro de poco —avisé, peinando un poco su cabello con mis manos—. ¿Quieres desayunar?

Ella asintió emocionada y tomó mi mano mientras bajábamos juntas hacia la cocina.

—Muy bien, cariño. ¿Qué te gustaría comer hoy? —pregunté, sacando los sartenes.

—¡Pancakes, por favor! —exclamó, tomando asiento con una euforia.

Asentí y comencé a preparar los dichosos pancakes. Una vez que estuvieron listos, serví el desayuno con cuidado.

—Aquí tienes, cariño. Espero que te guste —dije, colocando el tazón frente a Callie con una sonrisa.

Me serví un poco para mi también y me senté al lado de mi hija, acompañado de jugo de naranja.

Solo que cuando iba a mitad de comer el desayuno, paré de inmediato al sentirme mal. Sentí algo de nauseas cuando volví a ver la comida, e intenté respirar pero el malestar seguía ahí.

Si, ahora tenía nauseas por el embarazo. Y maldición, si que se sentía horrible.

Las náuseas aumentaron, y mi apetito desapareció rápidamente. Decidí dejar el desayuno a un lado, mientras que Callie, animada, seguía comiendo.

Me levanté de la mesa y caminé hacia el baño, intentando mantener la compostura. Cerré la puerta detrás de mí, y apoyé mis brazos en el lavabo, cerrando los ojos y respirando profundamente para tratar de calmar las náuseas.

Hasta que no pude más y mi cuerpo reaccionó, doblando las rodillas, cerca del inodoro, mientras el incómodo sonido de mi propio vómito resonaba por el baño.

Me enjuagué la boca y pasé agua por mi rostro para refrescarme.




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