Alejandro.
Las sombras de mi pasado se empeñaban en acercarse. Querían atraparme entre sus sucias garras y hacerme recordar toda la mierda en la que caí por ser tan ingenuo.
Me alcanzarán, tenía la certeza de que sería así. Pero la diferencia es que está vez no había un niño ingenuo al cual engañar.
Eso es lo que creía saber, pero mientras veía a Roderic en la barra con la mirada en todas las personas en el bar, sabía que el niño ingenuo estaba dentro de mí reclamando algo que no podía tener.
La melodía de esta noche era una mezcla entre enojo y tristeza, las teclas son presionadas de manera dura por la primera gracias a la presencia indeseada de Ric en mi lugar de trabajo.
Mi turno terminaría en cuanto termine esta composición. Tocaba todo el tiempo que estaba aquí con pequeños descanso para descansar los dedos y comer, tenía barra libre para cuando quiera y no había tanta exigencia a la hora de tocar.
El público decide que quiere escuchar, tiene la opción al final de la noche de dejar sugerencias de lo que quieren escuchar. Si no es una canción o melodía muy conocida, tiene que recomendar cinco días antes para yo así practicarla.
Aún seguía sin saber mi habilidad con el piano, pero me alegraba de tenerla, a fin de cuentas era esa habilidad que me estaba dando dinero.
—Es la segunda vez que te veo aquí —afirmo entre dientes—. Si te vuelvo a ver por ahí, te romperé más que el labio.
—Solo quiero que hablemos, joder.
—Te dejé las cosas claras, Roderic. No quiero saber nada de ti.
Tenía la mandíbula tensa y los puños apretados, un claro indicio de mi rabia contenida contra el cretino frente a mí. Saber que por él había dado mi vida y que él se le hizo tan fácil dejarme era una desilusión más grande que nada, y estaba seguro que brillaba con intensidad en mi mirada.
Quería que lo supiera, quería que se diera cuenta en mis ojos, en mi respiración pesada, casi irregular por intentar mantener el control de no lastimarlo físicamente para que sienta lo mismo que yo.
—Solo una conversación. Es importante, Alej.
—Si es sobre ti, ya deberías de saber que me importa un carajo.
Roderic siempre había sido más fuerte y grande que yo, siempre se mostró de esa forma. Por lo que verlo con los hombros encorvados y la cabeza ligeramente inclinada, como si cargará una culpa demasiado grande, me resultaba desconcertante.
Al igual que sus ojos que siempre lucían atentos a su entorno y astutos, ahora solo lucen tristes y arrepentidos. Me habría matado esa expresión en su rostro antes, completamente destruido no solo físicamente, sino mentalmente. Reflejando un cansancio infinito.
Pero luego recuerdo que tuve que pasar más de un año en una cárcel por culpa del gilipollas delante de mí y no siento nada. Siempre he sido un rencoroso, así que ocultar el rencor en mí hacia una persona era un caso imposible.
—No es sobre mí, sé que no te importa en absoluto. Pero es realmente importante, no estaría aquí si no lo fuera.
—Roderic, largo de mi vida.
El contacto de sus dedos en mi muñeca me enfurece en niveles poco sanos, alejo mi brazo y mi cuerpo del suyo.
—Escuchame, joder. Si luego de esto no me quieres ver lo entenderé por completo, pero tienes que saberlo. Estás en peligro. Tú y todas las personas que quieres.
Miré a los lados, cayendo en cuenta de las personas rodeandonos con sus bebidas finas y ropa cara.
Lo agarro del hombro arrastrándolo conmigo hacia afuera, con el plan de hablar en una esquina donde no haya nadie. Sin embargo, el plan se ve sin inicio al chocar con una figura conocida.
Roderic tiene la intención de golpear a la persona cuando intenta acercarse a mí, pero lo detengo porque no es alguien amenazante.
—El chico stone —dice en tono familiar.
Odiaba como parecía melancólica y triste cada vez que nos miraba a Michelle y a mí, como si quisiera decirnos algo y no puede.
—Señor Stone —hago un saludo con mi cabeza.
No era una extrañeza verlo por aquí, al final de cuentas este lugar es de personas como él. Ricas y sofisticadas.
Sus ojos verdes e iguales a los de Michelle con el tono y brillo me causan escalofríos, y más cuando me observa tan detenidamente. Cómo si quisiera grabar cada centímetro de mí.
Es perturbante.
—¿Qué te pasó en la mejilla?
La estúpida herida había dejado marcas, a veces olvidaba lo sensible que resulta ser mi piel.
No me inmuto ante su mirada preocupante, lo que sí me mantiene intranquilo es su acercamiento y sus dedos en mi barbilla queriendo analizar la herida. La textura de su piel también es algo que me hace estremecer, como si no fuera la primera vez que esté hombre me tocaba.
Siempre he sido alto, algo de lo que agradezco, pero el señor Stone también lo era. Estábamos de la misma altura, creo que me llevaba un par de centímetros, por lo que fue bastante raro alzar la mirada y contemplar el hombre desde cerca.
Sus ojos eran más idénticos a los de Michelle de cerca, y no solo los ojos. Sino también la línea de nacimiento del cabello y las orejas, era como estar viendo pequeñas cosas de ella en él.
¿Qué demonios?
—Accidente mientras me afeitaba —me veo diciendo, el temblor en mi voz es algo que me sorprende.
¿Por qué me siento tan emocional? ¿Cómo si en algún momento me echaré a llorar en los brazos de Michael Stone?
—La próxima vez ten más cuidado, ¿de acuerdo?
Cierro los ojos ante el inminente dolor de cabeza y voces distorsionadas. No sé si era un recuerdo o un sueño.
Lo único que sé es que era yo, un pequeño yo siendo regañado por alguien diciendo la misma oración con el complemento de “vamos por un helado” en ella. Después solo hay risas que se desvanecen en el aire perfumado del señor Stone.
El mismo que me hace alejarme de él de golpe, colocando una mano en su pecho para tomar una distancia considerable. Roderic lucía extrañado por la interacción de ambos, y el señor Stone no hacía más que desviar la mirada entre él y yo con preocupación y curiosidad.
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Editado: 20.07.2025