Sombras del pasado

♟Capítulo siete♟

Alejandro.

Roderic podía ser un imbécil, pero era el imbécil más inteligente que he conocido. Sus conocimientos sobre la tecnología habían hecho que las cosas fueran más fáciles para mí a la hora de hablar con Michelle, era obvio que se me dificulta la mierda tecnológica, pero él lo hacía lucir más fácil.

Siempre fue bueno en todo.

—¿En serio, todo esto es tuyo?

Llevaba dos días y medio aquí, y seguía cuestionándose lo mismo. Sé que es sorprendente, incluso yo me sorprendo de tanto lujo y comodidad. No era algo a lo que estuviera acostumbrado.

Pero tenía qué. Michelle era esposa de un millonario que la hace sentir y ver como reina, y ella siendo mi hermana quería que sintiera y tuviera las misma comodidades que ella tiene ahora.

—No es mío, pero vivo aquí.

Pese a que Malik me aseguraba que no había problema en que me quedara el tiempo necesario, no era mi estilo vivir de esta forma. El apartamento era demasiado grande para una persona, demasiado espacioso y lujoso.

Vengo de dormir en una habitación pequeña donde el baño y la cama estaban uno al lado del otro. Esto era tan nuevo como caminar por primera vez.

—Pues el dueño sí que tiene dinero.

—No robes nada.

—Nunca lo haría.

Le creo, y eso es lo que me molesta. El idiota puede traicionarme a la primera, pero es demasiado agradecido con la mano que le da de comer. Todavía me sorprende que ha dejado atrás la pandilla como tanto había querido hacer, y más aún, dejar a Marcos.

La cosa con Roderic es que robaba, pero no robaba porque le gustaba, sino porque era lo que había en ese entonces para alguien sin nada más que su nombre.

—Duduso cuando viene de un ladrón de poca monta.

—No seas un idiota.

—No robaría tu trabajo —bromeo, la carcajada ronca y estruendosa acompañado con su personalidad resuena en los espacios abiertos de la sala.

El celular que había sido inspeccionado por él segundos antes con asombro timbra, ambos miramos el artefacto con curiosidad.

—Contesta.

—A eso voy, idiota.

Lo atraigo a mí, la foto de Michelle con Irina alumbra la pantalla. Alargo un suspiro, tantos días sin saber de ella y ahora llama.

Descuelgo la llamada con nervios, la idea de que aún sigue enojada conmigo por lo que había pasado y la conversación de mí hiriendo su sentir.

No podía ser tan egoísta, si ella quería investigar sobre si tenemos familia o no, es su decisión. ¿Quién soy yo para alejarla y que busque el amor que nunca recibió? No era nadie.

Así que no me entrometeré pero tampoco haré que haga esto sola.

Bueno, al fin contestas. ¿Qué te llevó tanto tiempo?

Mis ojos reparan en Roderic quien tomaba unas papas saladas y las comía ruidosamente mientras veía el televisor con atención.

—Nada —exhalo.

Bien, como sé que no estás haciendo nada y no salir durante tanto tiempo no es sano, tenemos una salida tú y yo.

Sí, no creo que solo seamos ella y yo.

—¿En serio? ¿Solo tú y yo? —recalco en busca de la verdad.

Hay una risilla nerviosa del otro lado lo que me saca una sonrisa divertida.

Bueno, sabes que Arthur no me deja ir sola a ninguna parte. Así que seremos tú, yo, Irina y mis guardaespaldas.

Bueno, bien.

—¿A dónde quieres llevarme?

Hay cierta emoción en su voz al decirme.

El señor Stone nos invitó a almorzar en su casa, pero Arthur no podrá asistir, tiene una junta importante. Así que iremos nosotros, estoy segura que no le importará verte allí.

La idea de estar en su casa me causa nervios, como si me fuera a encontrar con algo que no quiero en absoluto. No deseo eso.

Así que busco alguna excusa para no ir, y la tengo justo enfrente comiendo papas.

—Lo siento, Mich, pero no puedo ir. Tengo… visita inesperada.

Hay un silencio sepulcral en la otra línea, y luego una risa reconocida que me hace rodar los ojos.

Ajá, bueno, mandaré a Johan por ti.

No me cree una mierda y no podía culparla, soy el menos social de los dos.

—No estoy bromeando. Tengo visita.

¿Femenina?

Bufo.

—No.

Silencio nuevamente, y luego una pregunta inquisitiva y curiosa.

¿Masculina…? ¿Estoy interrumpiendo algo?

Entonces no tardo en llegar a lo que piensa, me escandalizo y termino gritando sin querer. Llamando la atención de Roderic.

—¡No, joder! No es lo que piensas, niña.

Bueno, perdón. Solo pensé eso, es una posibilidad y no tiene nada de malo que tu atención sea a la espécimen masculina y…

—¡No, Michelle! Estoy segura de a dónde se dirige mi atención, jovencita. Y ya basta, no tienes edad para hablar de esto.

Irónico, y la excusa más barata para decirle a mi hermana que no se entrometa en mi vida privada.

Alej, estoy casada y tengo una hija. Los bebés no se hacen con magia y…

—Se acabó el tema —pauto entre dientes.

La escucho suspirar sin más, hay un ruido del otro lado y luego ella llamando a Irina como si la estuviera regañando por algo.

Ve, por favor, no quiero ir sola.

—Tienes amigas. Dile a tu cuñada o qué sé yo.

Christine está a dos meses de parir y tiene que descansar, y Frida está ocupada en el bufete.

La mención de mi abogada es un golpe invisible en mi pecho, justo en el lado izquierdo. Relamo mis labios, frunzo las cejas hacia Roderic y su quinta papa.

Suelto un resoplido levantándome y tomando las papas, formula una queja en voz alta que llama la atención de Michelle del otro lado.

Antes de que me pregunte quién es, me encuentro aceptando su invitación.




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