Sombras del Valle de Hollow Creek

Capítulo 3: Ecos del pasado

La lluvia comenzó antes del amanecer.

Pequeñas gotas golpeaban los cristales de la ventana del ático con una cadencia hipnótica, como si el cielo llorara por algo que ella aún no comprendía. Elara no había dormido bien. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen del hombre entre la niebla volvía a ella: su mirada, su voz, ese instante suspendido en el que el mundo pareció detenerse.

Se levantó y encendió una lámpara antigua. La luz amarilla iluminó el polvo en suspensión, los muebles cubiertos con sábanas y una vieja maleta de cuero en el rincón.

No recordaba haber visto esa maleta antes.

Se agachó, la abrió, y el olor a papel viejo y lavanda la envolvió de inmediato. Dentro había un cuaderno de tapas gastadas, una fotografía doblada, y una cadena de plata con un colgante en forma de luna creciente.

La foto mostraba a su madre, más joven, frente al mismo bosque que Elara había visto la noche anterior. A su lado, un hombre con la misma mirada intensa y oscura que aún la perseguía en sueños.

Elara sintió que el aire se escapaba de su pecho.

—No… no puede ser él.

Abrió el cuaderno. Las primeras páginas estaban llenas de notas y dibujos del bosque: árboles, símbolos extraños, círculos con runas y fechas. En una de las esquinas, su madre había escrito:

“Las sombras no son maldad. Son memoria. Son guardias del juramento.”

Elara frunció el ceño. En otra página, más adelante, la caligrafía se tornaba más temblorosa.

“Aiden sigue aquí. Dice que me protegerá, pero no entiendo de qué. No envejece, no cambia. A veces pienso que el bosque lo mantiene vivo.”

Aiden.

El nombre le retumbó en la mente como un eco de otro tiempo.

Volvió a mirar la fotografía, y entonces notó algo que antes había pasado por alto: la sombra de un tercero al fondo, una figura borrosa entre los árboles, como si la cámara hubiera captado algo que no debía existir.

Cerró el cuaderno con fuerza. Su corazón latía desbocado.

En ese momento, un golpe seco la hizo girar. Provenía del pasillo.

Bajó las escaleras despacio, con la cadena de plata aún en la mano. Las luces parpadearon. El reloj del vestíbulo volvió a moverse, marcando un segundo, luego otro.

—¿Hola? —llamó, con la voz apenas audible.

Ninguna respuesta. Solo el sonido del viento colándose por las grietas.

Pero cuando pasó junto al espejo del recibidor, vio algo moverse detrás de ella.

Una sombra. Alta, humana, pero hecha de humo.

Elara se giró, pero no había nadie.

—Estoy perdiendo la cabeza…

De pronto, el colgante de luna en su mano comenzó a brillar con una luz tenue, plateada. No era un reflejo, sino una pulsación viva, como un corazón latiendo.

En ese mismo instante, la puerta principal se abrió de golpe.

—¡Elara! —era la voz de Caleb, el sheriff. Llevaba el uniforme y el cabello empapado por la lluvia.

Ella apenas podía respirar.
—¿Qué haces aquí?

—Vi tu coche afuera… y la puerta del porche abierta. Pensé que alguien había entrado.

Caleb la observó con el ceño fruncido.
—Estás pálida. ¿Estás bien?

Elara dudó un segundo. No quería sonar loca. No podía decirle que había visto una sombra moverse o que un hombre inmortal la había visitado en el bosque.
—Sí. Solo… no dormí mucho.

Caleb asintió, sin convencerse del todo.
—Ten cuidado, ¿sí? Este bosque tiene historias. Ya sabes cómo es la gente aquí.

—Historias —repitió ella, con una sonrisa amarga.

Cuando él se marchó, Elara cerró la puerta y apoyó la frente en la madera fría. Afuera, el viento rugía como si algo enorme se moviera entre los árboles.

Entonces lo oyó otra vez: su nombre, susurrado entre la tormenta.

—Elara…

La luz parpadeó.

Giró la cabeza hacia la ventana, y ahí estaba él.

Aiden, bajo la lluvia, observándola desde el bosque.

No se movía. No respiraba. Pero sus ojos —oscuros, infinitos— parecían implorar algo que ella no entendía.

Elara apretó el colgante con fuerza.
—¿Qué eres? —susurró.

Y por primera vez, el bosque pareció responder, con un suspiro que movió las ramas y una voz lejana, como un eco ancestral:

“Lo que siempre ha estado contigo.”



#1220 en Fantasía

En el texto hay: fantasia oscura, ficcion

Editado: 22.12.2025

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