Sombras del Valle de Hollow Creek

Capítulo 7: La marca del guardián

El amanecer llegó teñido de un tono rojizo, como si el sol sangrara sobre el horizonte.

Elara despertó con el corazón acelerado. Había soñado con raíces y fuego, con un círculo de piedra en medio del bosque y una voz que susurraba su nombre una y otra vez, arrastrándolo en el viento.

Cuando trató de incorporarse, un dolor agudo le recorrió el brazo izquierdo. Se llevó la mano a la piel, y entonces lo vio.

Una marca.

No era una herida, ni una quemadura. Era un símbolo trazado con luz, como un tatuaje de plata líquida que brillaba suavemente bajo la piel: una luna cruzada por líneas entrelazadas, idéntica al colgante que su madre le había dejado.

—No puede ser…

Se levantó de la cama, respirando con dificultad. Cada latido hacía que la marca pulsara, como si tuviera vida propia. Cuando la tocó, una corriente de energía la recorrió de pies a cabeza.

Por un instante, vio algo que no pertenecía al presente: un altar de piedra, hombres encapuchados, fuego azul y el mismo símbolo grabado en el suelo.

Y una voz.

“El vínculo está sellado.”

Elara cayó de rodillas, temblando.
—¿Qué me está pasando?

Un golpe en la puerta la hizo sobresaltarse.
—Elara, soy yo —la voz de Caleb sonaba preocupada—. ¿Puedo pasar?

Ella respiró hondo, tratando de recuperar el control.
—Sí… sí, pasa.

Caleb entró, observándola con el ceño fruncido.
—Te ves pálida. Y juraría que vi luz en tu ventana hace un momento. ¿Estás segura de que estás bien aquí sola?

—Estoy bien. —Elara forzó una sonrisa—. Solo fue… un mal sueño.

Caleb la miró un segundo más, y luego asintió.
—Deberías venir al pueblo. Están hablando otra vez de los susurros del bosque. Anoche desapareció un niño.

—¿Qué?

—Lo encontraron esta mañana, al borde del río. Dice que alguien lo llamó por su nombre desde el bosque. Que una sombra lo tomó de la mano.

Elara sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Está bien?

—Sí, pero no recuerda nada después de eso. —Caleb la miró fijamente—. Ese bosque está maldito, Elara. Tu madre lo sabía.

Cuando él se fue, Elara cerró la puerta con llave.

Luego miró la marca en su brazo, que ardía como si respondiera a algo.

—Aiden —susurró.

Como si su voz lo invocara, el aire en la habitación cambió. Una ráfaga suave movió las cortinas, y una sombra se materializó en el rincón, tomando forma humana.

—No vuelvas a decir mi nombre en voz alta —dijo él, con tono grave—. No ahora.

—¿Qué me hiciste?

—Nada que no hubieras elegido ya —respondió, acercándose despacio.

—¿Elegido? ¡No recuerdo haber elegido esto!

—El vínculo no depende de la memoria. Está en la sangre.

Elara lo miró con furia y miedo a la vez.
—¿Qué significa esta marca?

Aiden se detuvo frente a ella. La observó con una mezcla de ternura y resignación.
—Que ahora somos uno.

Elara retrocedió un paso.
—¿Uno?

—Si mueres, yo desaparezco. Si muero, tú dejarás de ser lo que eres.

—¿Qué soy, Aiden? —susurró ella.

—La heredera del pacto. El equilibrio entre la oscuridad y la luz. El bosque te reconoce. Por eso te marcó.

Elara se llevó las manos al rostro. Todo giraba a su alrededor.
—No quiero esto.

—Nadie lo quiere —dijo él suavemente—. Pero el destino no pide permiso.

Un trueno retumbó afuera. La lluvia empezó a golpear con fuerza los cristales.

Aiden miró hacia la ventana. Su expresión cambió.
—Viene algo.

—¿Qué cosa?

—No el bosque. Algo que duerme bajo él. Algo que sabe que el sello se ha despertado.

En ese instante, el suelo tembló. Las luces se apagaron.

Elara corrió hacia la ventana. El bosque estaba cubierto por una bruma espesa, y entre ella se movían figuras, decenas de sombras caminando hacia la casa.

—¿Qué son? —preguntó, con la voz temblorosa.

—Ecos. Espíritus de los antiguos guardianes. No pueden hacerte daño mientras esté contigo.

—¿Y si te atacan?

—Entonces no quedaré nada que proteger.

Elara lo miró. Quiso decir algo, pero Aiden ya había desaparecido de nuevo, desvanecido entre las sombras como humo en el viento.

Esa noche, mientras el bosque rugía y las figuras rondaban la casa, Elara comprendió algo que cambiaría todo:

La marca no era una prisión.
Era un llamado.

Y ella, lo quisiera o no, estaba respondiendo.



#1220 en Fantasía

En el texto hay: fantasia oscura, ficcion

Editado: 22.12.2025

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