Sombras del Valle de Hollow Creek

Capítulo 8: El pacto roto

La tormenta no había cesado en tres días.

El bosque parecía una criatura herida que rugía bajo la lluvia, y la casa Whitmore crujía con cada ráfaga de viento, resistiendo como si supiera que algo más que el tiempo intentaba derribarla.

Elara apenas dormía. Desde que la marca apareció en su piel, los sueños se habían vuelto visiones. Veía fuego, rituales, rostros antiguos que murmuraban en un idioma olvidado.

Y siempre, al final, los ojos de Aiden.

Oscuros. Eternos. Tristes.

Aquella noche, incapaz de soportar más, salió bajo la lluvia.

Caminó hacia el bosque con el colgante brillando sobre su pecho. Cada paso que daba resonaba en el aire, como si el suelo reconociera su presencia.

—Sé que estás aquí —dijo al viento—. Muéstrate.

Una figura emergió entre la bruma, lenta, elegante, imposible de confundir. Aiden.

Llevaba la ropa empapada, pero la lluvia no lo tocaba. Las gotas parecían desviarse de su piel.

—No deberías estar afuera —dijo él, acercándose—. El bosque no es seguro para ti ahora.

—No estoy segura en ningún sitio —respondió ella—. Necesito saberlo todo, Aiden.

—Saber duele.

—Ya duele.

Sus miradas se encontraron, y durante unos segundos, solo se oyó el sonido de la lluvia cayendo sobre las hojas.

Aiden suspiró.
—Ven conmigo.

Caminó delante de ella por un sendero que parecía abrirse con su paso. Elara lo siguió, y pronto llegaron a un claro donde se alzaba un círculo de piedras cubiertas de musgo. En el centro, un altar de piedra agrietada.

—Aquí empezó todo —dijo él.

—El pacto.

Aiden asintió.
—Hace más de trescientos años, tu antepasada Althea Whitmore selló este vínculo con las fuerzas que dormían bajo el valle. Yo era un hombre entonces. Un cazador. Fui testigo del ritual… hasta que el bosque me eligió a mí como su guardián.

—¿Te eligió o te condenó?

—Ambas cosas.

Elara se acercó al altar. Sobre la piedra aún se distinguían símbolos iguales a los de su marca. Pasó los dedos sobre ellos y sintió una vibración, como si algo despertara al tacto.

—Y ella… Althea… ¿te amó?

—Sí.

—¿Y tú a ella?

—También. Pero el amor rompió el equilibrio.

—¿Y por eso el bosque te encadenó?

—Por eso el bosque nos maldijo.

Elara lo miró con una mezcla de ternura y rabia.
—Entonces todo esto… toda mi vida… no ha sido mía.

—No —respondió él, acercándose lentamente—. Pero puede serlo si eliges no repetir su error.

—¿Y cuál fue su error?

—Amarme.

Elara sintió que algo dentro de ella se quebraba.
—Demasiado tarde.

Aiden se detuvo, la respiración contenida. La lluvia caía entre ellos, una cortina de agua temblorosa. Luego dio un paso, y otro.

Cuando su mano rozó su mejilla, el mundo pareció detenerse. La marca en el brazo de Elara brilló con una luz blanca. Aiden cerró los ojos, como si ese simple contacto lo quemara y lo sanara a la vez.

—No deberías tocarme —susurró.
—Entonces no lo hagas tú.

—No puedo evitarlo.

Elara levantó la mirada, y el espacio entre ellos desapareció.

El beso fue inevitable.

Suave al principio, apenas un roce de labios, una promesa suspendida entre dos mundos. Pero el bosque reaccionó: el aire se llenó de energía, las sombras se estremecieron y las piedras del altar brillaron como brasas.

Aiden la abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla del mismo destino que los unía.

—Nos está viendo —dijo contra su piel.
—Que mire —respondió ella, con lágrimas en los ojos—. Ya no quiero esconderme.

La tormenta rugió. La tierra tembló bajo sus pies.

Entonces una voz profunda, imposible de ubicar, resonó desde la oscuridad del bosque:

“El vínculo ha sido sellado de nuevo. El ciclo debe cumplirse.”

Aiden soltó a Elara, los ojos encendidos de temor.
—No… esto no debía pasar.

—¿Qué significa?

—Que el bosque ha aceptado tu amor como renovación del pacto. Que el ciclo vuelve a empezar.

Elara retrocedió, horrorizada.
—¿Entonces lo que hicimos…?

—Nos condenó a ambos.

Un rayo cayó sobre el altar, partiéndolo en dos. Elara gritó, y Aiden la cubrió con su cuerpo mientras la energía del bosque se expandía como una ola.

Cuando el silencio volvió, todo el claro ardía con una luz sobrenatural.

Aiden la miró con tristeza infinita.
—Elara… lo que está por venir no podremos detenerlo.

—Entonces lo enfrentaremos juntos.

—Juntos —repitió él, con una voz que era mitad promesa, mitad despedida.

Detrás de ellos, el bosque entero susurraba su nombre.

Elara.

Aiden.

Y el viento llevó su eco hasta las montañas, como si la tierra misma comprendiera que el amor, incluso condenado, puede romper cualquier frontera entre la luz y la oscuridad.



#1220 en Fantasía

En el texto hay: fantasia oscura, ficcion

Editado: 22.12.2025

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