Sombras del Valle de Hollow Creek

Capítulo 9: La noche del eclipse

Desde el amanecer, el cielo tenía un color extraño, como si la luz del sol se filtrara a través de un velo invisible.

Elara lo notó apenas abrió los ojos: el aire era más denso, las sombras se movían con un pulso propio, y el bosque, allá afuera, no cantaba como siempre. Respiraba.

Sabía que el eclipse sería esa noche. El diario de su madre lo había advertido: “Cuando la luna cubra el sol, el velo entre los mundos se romperá. Uno debe ser entregado.”

Pero no sabía qué significaba entregado.

Pasó el día preparando la casa, cerrando ventanas, encendiendo velas, intentando no mirar el bosque. La marca en su brazo brillaba intermitente, a veces tan fuerte que iluminaba la habitación. Cada vez que eso ocurría, su corazón se sincronizaba con un latido que no era solo suyo.

—Aiden —susurró—, ¿dónde estás?

No tardó en sentirlo.

No era que entrara. Simplemente, de pronto estaba allí.

Su presencia llenaba la habitación como la marea llena un acantilado.

—Has estado llamándome —dijo él, con voz baja.
—No sabía que podía hacerlo.
—Lo sabes desde que llevas la marca.

Elara lo observó. Aiden parecía distinto. La sombra a su alrededor era más intensa, más viva, como si el bosque lo estuviera absorbiendo poco a poco.

—Estás cambiando —dijo ella.

—El eclipse me arrastra —respondió—. Esta noche, todo se decide.

—¿Qué se decide?

—Si sigo siendo humano… o vuelvo completamente a la oscuridad.

Un trueno sacudió el suelo. Los cristales vibraron. Elara se acercó a él, buscando sus ojos.
—No dejaré que te pierdas, Aiden.
—No puedes detener lo que está escrito.
—Entonces lo reescribiremos.

Aiden sonrió, apenas.
—Tú no entiendes lo que el bosque exige. Cuando el eclipse comience, uno de nosotros deberá permanecer aquí. Un guardián nuevo o un alma entregada.

—¿Entregada?
—Un sacrificio.

Elara sintió el corazón caerle en el pecho.
—¿Y si ninguno lo hace?

—Entonces el bosque se liberará, y Hollow Creek se hundirá en sombras eternas.

Ella lo miró en silencio.
—Entonces será mi alma —dijo finalmente.

—¡No! —Aiden alzó la voz, la primera vez que la oía así—. No lo permitiré.

—Tú me has protegido toda mi vida sin que lo supiera. Déjame hacer algo por ti ahora.

—No entiendes. Si mueres, yo desaparezco. Si desaparezco, el vínculo se rompe, y el bosque reclamará todo.

Elara se acercó más. Estaban tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, el pulso en su cuello.
—Entonces viviremos o caeremos juntos.

La marca brilló más fuerte. Las sombras alrededor de Aiden se suavizaron, y durante un momento, pareció completamente humano.

—Elara… —susurró, y ella no lo dejó terminar.

Lo besó.

Fue un beso desesperado, nacido del miedo y del amor, un intento de retenerlo antes de que el mundo se deshiciera. Aiden respondió con la misma urgencia, sosteniéndome como si temiera que se desvaneciera.

Cuando se separaron, la casa estaba en silencio.

Afuera, el primer borde del eclipse comenzaba a cubrir el sol.

—Ven conmigo —dijo Aiden—. Debemos ir al altar.
—¿Por qué?
—Porque el bosque ya ha elegido. Y no quiero que lo haga sin ti.

Caminaron juntos bajo el cielo anaranjado. La luz era irreal, como si el mundo estuviera soñando. El aire olía a tierra húmeda y electricidad.

Cada paso los llevaba más adentro del bosque, donde las raíces sobresalían del suelo como venas de un cuerpo vivo.

Cuando llegaron al claro, el altar seguía partido, pero de las grietas emanaba una luz azulada. Alrededor, las sombras danzaban, figuras sin forma que susurraban en una lengua antigua.

Aiden tomó la mano de Elara.
—Si el bosque intenta separarnos, no escuches sus voces. Solo mírame a mí.

Ella asintió, con lágrimas en los ojos.
—Hasta el final.

Las sombras se alzaron, formando un círculo. La luz del eclipse se filtró entre las ramas, bañándolos con un resplandor dorado. El aire vibró, y las raíces comenzaron a moverse lentamente, envolviendo el altar.

Aiden gritó un nombre en un idioma que Elara no entendió, y las sombras retrocedieron. Pero una voz —la del bosque mismo— respondió desde las profundidades:

“El vínculo se renueva. Uno debe ser devuelto.”

Aiden apretó su mano con fuerza.
—Corre —le dijo.

—No.

—¡Elara, hazlo! Si me pierdes, el bosque dormirá de nuevo.

—No te perderé.

Ella lo abrazó con desesperación. La marca en su brazo ardía, y el colgante en su cuello empezó a brillar tanto que la luz envolvió a ambos.

Durante un instante, el bosque se detuvo.

El eclipse llegó a su punto máximo, y el mundo quedó cubierto de sombra total.

En ese silencio absoluto, Aiden susurró junto a su oído:

—Si sobrevivo, no me busques.

—¿Por qué?
—Porque no quedará nada humano en mí.

Cuando la luz del sol reapareció, Aiden ya no estaba.

Solo el eco de su voz, diluyéndose entre los árboles.

“No me busques…”

Elara cayó de rodillas ante el altar. Su marca seguía brillando, más viva que nunca.

Y en el fondo del bosque, una nueva sombra abría los ojos.



#1220 en Fantasía

En el texto hay: fantasia oscura, ficcion

Editado: 22.12.2025

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