Las olas sacudían la lancha mientras Álvaro Ríos y el Halcón se observaban, cuchillo contra navaja, respirando con dificultad bajo el cielo nocturno. El motor rugía, impulsando la embarcación hacia aguas internacionales.
—Te lo advertí, Ríos —dijo el Halcón, con una mueca de desprecio—. Este no es tu terreno.
—El mar es libre. No pertenece a ratas como tú —espetó Álvaro, apretando la empuñadura de su navaja.
El Halcón atacó primero, lanzando una estocada rápida. Álvaro desvió el golpe y respondió con un corte que rozó el brazo del narcotraficante. El olor metálico de la sangre se mezcló con la brisa salada.
La lancha se inclinó violentamente al chocar contra una ola. Ambos perdieron el equilibrio. Álvaro se sujetó a la barandilla; el Halcón cayó de rodillas, pero se levantó con una mirada feroz.
—Eres persistente, lo admito —gruñó—. Pero no saldrás vivo de aquí.
El Halcón sacó una pistola oculta bajo su chaqueta. Álvaro se lanzó hacia él, clavando la navaja en su muñeca. El arma cayó al suelo y resbaló hacia la popa.
—¡Maldito! —gritó el Halcón, golpeando a Álvaro en el rostro.
El exlegionario cayó de espaldas. El Halcón se abalanzó sobre él, intentando clavarle el cuchillo. Álvaro atrapó la muñeca de su enemigo y ambos forcejearon, con la hoja temblando entre ellos.
El motor rugió más fuerte. La lancha estaba acercándose peligrosamente a un arrecife.
—¡Nos estrellaremos! —gruñó Álvaro.
—Prefiero morir antes que pudrirme en una celda —escupió el Halcón.
Con un último esfuerzo, Álvaro giró la muñeca del Halcón y lo derribó. El cuchillo cayó al suelo. Álvaro rodó, lo tomó y, sin dudar, se lo clavó en el hombro.
El narcotraficante aulló de dolor. Álvaro se incorporó y corrió hacia el timón. Giró la rueda con fuerza para evitar el arrecife.
La lancha crujió, raspando las rocas. El Halcón, malherido, intentó levantarse, pero una ola lo lanzó por la borda.
Álvaro frenó el motor y se asomó por la barandilla. El Halcón flotaba boca abajo, inmóvil, arrastrado por la corriente.
Respiró hondo y marcó en su radio.
—Aquí Ríos. El Halcón ha caído. Repito, el Halcón ha caído.
La voz de Lucía respondió al instante:
—¡Álvaro! ¡La Guardia Civil está cerca! ¡Te recogemos en cinco minutos!
El exlegionario se dejó caer sobre el asiento, agotado. El mar de Alborán, testigo de su lucha, volvía a estar en calma.
Editado: 19.02.2025