Álvaro mantenía la mirada fija en Abdel Karim, midiendo cada gesto del marroquí. Los hombres armados a su alrededor no parpadeaban, listos para disparar si su jefe lo ordenaba.
—¿Así que el Chacal te envió? —repitió Karim, su tono teñido de escepticismo.
—Así es —respondió Álvaro con voz firme—. Me dijo que necesitabas un nuevo corredor para la mercancía.
Karim esbozó una sonrisa sardónica.
—El Chacal está muerto.
Álvaro sintió cómo el aire se volvía denso. Su tapadera se había derrumbado en cuestión de segundos.
—Y tú no eres más que un entrometido —añadió Karim, levantando la mano para dar la orden de disparar.
En ese instante, una explosión retumbó fuera del almacén. La puerta trasera se abrió de golpe y aparecieron Lucía y un grupo de agentes de la Guardia Civil.
—¡Al suelo! —gritó Lucía.
Álvaro se agachó mientras el caos estallaba. Los disparos resonaron en el almacén. Karim y algunos de sus hombres lograron escapar por una puerta lateral.
—¡Van hacia el muelle! —gritó Álvaro mientras corría tras ellos.
Lucía lo siguió de cerca. El puerto se convirtió en un campo de persecución. Karim subió a una lancha y encendió el motor.
—¡Deténlo! —exclamó Lucía.
Sin dudarlo, Álvaro saltó a una lancha cercana y arrancó el motor. Las embarcaciones surcaron las aguas oscuras, esquivando boyas y redes de pesca.
—¡Ríndete, Karim! —gritó Álvaro mientras se acercaba.
—¡Jamás! —respondió el marroquí, sacando una pistola y disparando.
Una bala rozó el hombro de Álvaro, pero no soltó el timón. Con un giro brusco, embistió la lancha de Karim, haciéndola volcar.
El narcotraficante emergió a la superficie y trató de nadar hacia el muelle, pero Álvaro lo alcanzó y lo inmovilizó.
—Se acabó —jadeó.
Lucía y los agentes llegaron segundos después y esposaron a Karim.
—Buen trabajo, Ríos —dijo Lucía con una sonrisa cansada.
Álvaro asintió, sintiendo cómo el alivio sustituía a la adrenalina. Habían detenido al cabecilla, pero sabía que la batalla contra el narcotráfico en el Mar de Alborán estaba lejos de terminar.
Editado: 19.02.2025