La lancha surcaba las aguas del mar de Alborán a toda velocidad. Álvaro Ríos mantenía una expresión tensa mientras dirigía la embarcación hacia el puerto. El viento frío golpeaba su rostro, pero su mente estaba enfocada en una única misión: encontrar a Hassan El-Yazid, el llamado 'Escorpión del Rif'.
—No debimos dejar que escapara —dijo Lucía, rompiendo el silencio.
—No escapó, solo se escondió mejor —respondió Álvaro—. Pero todo criminal deja un rastro.
El sonido del motor era el único testigo de su determinación. Al llegar al puerto, les esperaba el teniente García.
—Ríos, Lucía, bienvenidos de nuevo. Tenemos algo —anunció el oficial, entregándoles un sobre sellado—. Un contacto anónimo dejó esto en la comisaría.
Álvaro rompió el sello y desplegó una fotografía. En ella se veía a Hassan El-Yazid en una cafetería frente al puerto de Nador.
—Está más cerca de lo que pensábamos —murmuró.
Lucía frunció el ceño.
—¿Y si es una trampa?
—Lo averiguaremos —afirmó Álvaro—. Pero iremos preparados.
Horas después, ambos llegaron a Nador camuflados como turistas. La cafetería estaba concurrida, pero no tardaron en identificar a su objetivo. Hassan estaba sentado al fondo, conversando con dos hombres de apariencia sospechosa.
—Ahí está —susurró Lucía.
—No lo perdamos de vista —respondió Álvaro.
Se ubicaron en una mesa cercana y fingieron consultar un mapa. Hassan se levantó y salió del local. La pareja lo siguió con cautela.
El narcotraficante se dirigió a un almacén junto al puerto. Al entrar, dejó la puerta entreabierta. Álvaro y Lucía se acercaron sigilosamente.
Desde su posición, escucharon una conversación tensa:
—El cargamento sale mañana al amanecer. Si alguien interfiere, lo eliminamos —dijo Hassan.
Álvaro miró a Lucía y asintió.
—Esta vez, no escapará.
Editado: 19.02.2025