La madrugada caía sobre el puerto de Nador con su manto de sombras y humedad. Álvaro Ríos y Lucía se apostaron en un almacén abandonado, frente al edificio donde Hassan El-Yazid planeaba su próximo movimiento. El olor a sal y óxido impregnaba el aire mientras ajustaban sus visores nocturnos.
—Tenemos que anticiparnos —murmuró Lucía, observando a través del visor.
—Lo haremos. Pero primero, necesitamos saber qué transporte usarán —respondió Álvaro.
Desde su escondite, vieron a tres hombres armados salir del almacén y dirigirse a un viejo pesquero anclado en el muelle.
—Ahí está nuestro objetivo —dijo Álvaro—. El 'Estrella del Rif'.
Lucía sacó su teléfono y envió un mensaje a la Guardia Civil para coordinar el operativo.
—El escorpión sale de su madriguera —comentó, señalando a Hassan, que apareció seguido por dos guardaespaldas.
Álvaro respiró hondo y desenfundó su pistola.
—Es nuestra oportunidad.
Descendieron silenciosamente hacia el muelle, amparados por la penumbra. Cada paso era calculado, cada respiración contenida. Al llegar al barco, escucharon las instrucciones de Hassan:
—Zarpamos en veinte minutos. Si alguien nos sigue, lo hundimos.
Álvaro asintió a Lucía, quien colocó un rastreador en el casco del pesquero.
—Rastreador activado —susurró.
Se alejaron sin ser vistos y regresaron al almacén. Minutos después, el pesquero soltó amarras y se dirigió hacia aguas abiertas.
—Hora de cazar al escorpión —dijo Álvaro, subiendo a una lancha de intercepción.
La Guardia Civil se desplegó en formación, persiguiendo al 'Estrella del Rif' a través de las agitadas aguas del mar de Alborán.
La persecución fue intensa. El pesquero aumentó su velocidad al detectar la presencia de las autoridades. Desde la cubierta, los hombres de Hassan abrieron fuego.
—¡Cúbranse! —gritó Lucía, respondiendo con precisión letal.
Álvaro maniobró la lancha acercándose al costado del pesquero. En un salto audaz, subió a bordo y se enfrentó a dos sicarios. Con movimientos rápidos, los desarmó y redujo.
Hassan apareció en la cabina, blandiendo una escopeta.
—¡Esto no es tu guerra, Ríos! —rugió.
—Esta es mi ciudad —respondió Álvaro, disparando al arma de Hassan y desarmándolo.
El narcotraficante intentó escapar, pero Lucía subió a bordo y lo interceptó con una certera patada.
—Quedas detenido, Hassan El-Yazid —anunció ella.
Con las manos esposadas y la mirada llena de odio, Hassan fue conducido a la lancha.
Álvaro contempló el horizonte mientras el sol comenzaba a teñir de rojo el cielo.
—La caza terminó —murmuró—, pero la guerra no ha acabado.
Horas después, en la comandancia de la Guardia Civil, el capitán Rodríguez les informó que habían hallado documentación comprometedora en el pesquero: nombres, rutas y, lo más inquietante, una mención a "Al Moloch", una figura desconocida que parecía ser el verdadero líder de la red.
—Hassan solo era una pieza más —dijo Lucía, frunciendo el ceño.
Álvaro asintió, sintiendo el peso de una amenaza mayor cerniéndose sobre Melilla.
—Esto no ha hecho más que empezar —sentenció.
Editado: 19.02.2025