Los días que siguieron fueron tranquilos. Hollow Creek recuperó su rutina habitual, y los murmullos sobre la desaparición de Aaron se desvanecieron lentamente. La calma había vuelto, pero Elizabeth no podía sacudirse la sensación de que algo, en algún lugar, la seguía observando.
Había intentado retomar su vida, como Edith le había aconsejado. Pasaba horas en la librería local, mirando libros antiguos, leyendo viejas historias, buscando consuelo en las palabras que siempre le habían dado sentido a su mundo. Sin embargo, no podía evitar volver al mismo pensamiento: la sombra había sido erradicada, pero algo en lo profundo de su alma le decía que no estaba todo terminado.
Una tarde, mientras caminaba por el bosque que rodeaba el pueblo, Elizabeth se encontró de nuevo en el claro donde Aaron había hecho su sacrificio. Las hojas crujían bajo sus pies, y el viento soplaba suave, casi como un susurro. El lugar estaba desierto, como si la tierra misma hubiera olvidado lo que había sucedido allí.
Sin embargo, algo captó su atención. En el suelo, medio enterrado entre la maleza, vio una pequeña pieza de metal. Se inclinó para recogerla, su corazón acelerándose mientras sus dedos rozaban la fría superficie. Lo levantó, y al hacerlo, el aire alrededor de ella pareció enfriarse.
Era parte del cuchillo. Uno de los fragmentos que había roto aquella noche.
El miedo volvió a envolverla, pero esta vez, no era el miedo a lo desconocido. Era el miedo a lo que ya sabía. Miró el fragmento bajo la luz del atardecer, y en ese preciso instante, un sonido suave, casi imperceptible, llegó a sus oídos. Un susurro.
—Elizabeth…
Su nombre, apenas audible, pero inconfundible. Su respiración se detuvo, y de repente, las sombras del bosque parecieron alargarse. Por un breve momento, la luz del sol desapareció tras una nube, y las formas oscuras se movieron, cambiaron, como si tuvieran vida propia.
Elizabeth dio un paso atrás, su mano aferrándose con fuerza al fragmento del cuchillo. El susurro se apagó tan rápidamente como había comenzado, y el bosque volvió a su estado normal. Pero ella sabía lo que había escuchado. La sombra aún estaba allí, acechando, esperando, buscando una nueva oportunidad.
Se giró y caminó de vuelta al pueblo, con el corazón latiendo frenéticamente. Trató de convencerse de que estaba imaginando cosas, que el sacrificio había funcionado, que Aaron estaba libre. Pero una parte de ella sabía la verdad.
Mientras se alejaba, las sombras del bosque permanecieron inmóviles por unos segundos más. Y luego, algo se movió. Silencioso. Imperceptible. Una sombra más oscura que las demás, oculta entre los árboles, observando, esperando.
El fin… por ahora.
Editado: 03.11.2024