Sombras en El Encanto

Capítulo 2: Primer Encuentro

El sol apenas comenzaba a elevarse sobre las colinas que rodeaban El Encanto cuando Mariana decidió salir a caminar. Era una costumbre que había desarrollado desde niña, un momento de paz antes de que la rutina diaria del pueblo comenzara. Sin embargo, esa mañana tenía un propósito diferente en mente: quería saber más sobre los Velasco. La familia recién llegada al pueblo había despertado su curiosidad de una manera que no lograba comprender del todo.

El aire fresco de la mañana le acariciaba el rostro mientras caminaba por los senderos de tierra que atravesaban el bosque. Sabía que los hijos de los Velasco estarían explorando los alrededores, o al menos eso había escuchado en las murmuraciones de los vecinos. Mariana se adentró en el bosque, siguiendo el camino que conducía a la vieja mansión donde la familia se había instalado. A medida que avanzaba, los árboles se volvían más espesos y el silencio más profundo, como si el bosque mismo estuviera conteniendo la respiración, esperando algo.

De repente, escuchó risas a lo lejos, un sonido que contrastaba con la atmósfera generalmente tranquila del bosque. Mariana siguió el sonido hasta llegar a un claro, donde se encontró con una escena que la detuvo en seco.

Los cuatro hijos de los Velasco estaban allí, en el centro del claro, como si hubieran sido transportados desde otro mundo. Gabriel, el mayor, estaba apoyado contra un árbol, con los brazos cruzados y una expresión pensativa. Javier, siempre el más extrovertido, bromeaba con Lucía, quien sonreía, pero de una manera calculada, como si su mente estuviera en otro lugar. Sofía, la menor, estaba sentada en la hierba, observando a los otros tres con una intensidad que a Mariana le pareció inquietante.

Mariana sintió una extraña mezcla de emociones al verlos. Por un lado, había algo innegablemente atractivo en cada uno de ellos. Eran, en todos los sentidos, perfectos, como si hubieran sido esculpidos por manos divinas. Sin embargo, había una oscuridad subyacente en su presencia, una energía que perturbaba el aire a su alrededor. Era una sensación que Mariana no podía ignorar, aunque no lograba entenderla completamente.

En ese momento, Javier la vio. Sus ojos brillaron con un interés casi depredador, y una sonrisa juguetona se dibujó en su rostro. Mariana sintió su corazón acelerarse cuando él se acercó, moviéndose con la gracia de un felino.

—Vaya, parece que hemos sido descubiertos —dijo Javier, con una voz suave y melodiosa que hacía que cada palabra sonara como una promesa secreta.

Mariana, que normalmente no se dejaba intimidar fácilmente, sintió un nudo en la garganta. Forzó una sonrisa y trató de parecer casual.

—No estaba espiando —respondió, aunque no estaba segura de por qué sintió la necesidad de justificarse—. Solo estaba caminando por aquí.

Javier la estudió por un momento y luego lanzó una carcajada. La risa resonó en el claro, pero Mariana no pudo evitar notar un matiz afilado en ella.

—No te preocupes, no nos molesta tener compañía —dijo, echando un vistazo a sus hermanos antes de añadir—. De hecho, nos gusta.

Lucía se acercó con la misma elegancia que Javier, pero su mirada era más calculadora, como si estuviera evaluando cada uno de los movimientos de Mariana. La sensación de incomodidad se intensificó, pero Mariana no retrocedió.

—Eres Mariana, ¿verdad? —preguntó Lucía, aunque no esperaba una respuesta. Era evidente que ya lo sabía—. Nos han hablado de ti.

—¿Ah, sí? —Mariana respondió, sin poder evitar preguntarse qué tipo de cosas podrían haber oído sobre ella.

—El pueblo es pequeño, y la gente siempre habla —respondió Lucía, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Su tono era amable, pero había algo en su forma de hablar que la hacía sonar como si estuviera controlando la conversación desde una posición de poder.

Mariana asintió, sintiendo que la situación se volvía más incómoda con cada segundo que pasaba. Fue en ese momento cuando Gabriel, que hasta ahora había permanecido en silencio, se unió a la conversación.

—No nos estamos adaptando muy bien al pueblo —dijo Gabriel, con una voz profunda que parecía vibrar en el aire—. Es difícil acostumbrarse a un lugar tan... diferente.

Sus ojos se encontraron con los de Mariana, y por un instante, ella sintió que todo lo demás desaparecía. Había algo en su mirada que la atrajo, como si estuviera mirando dentro de su alma. Era una conexión que no había experimentado antes, una mezcla de curiosidad, miedo y una atracción que la dejó sin palabras.

—El Encanto es... especial —logró decir Mariana, sin apartar la mirada de Gabriel. Había querido decir "extraño", pero no se atrevió a usar esa palabra. No con ellos.

—Lo hemos notado —dijo Sofía, la menor, quien hasta ese momento había permanecido en silencio. Su voz era suave, casi un susurro, pero su tono era firme—. Pero creo que nos acostumbraremos.

Hubo un momento de silencio incómodo después de su comentario, durante el cual Mariana sintió que los cuatro hermanos la observaban con una intensidad que la incomodaba. Parecía que estaban esperando algo de ella, aunque no lograba adivinar qué.

—Será mejor que me vaya —dijo finalmente Mariana, sintiendo que su presencia estaba rompiendo algún tipo de equilibrio—. No quiero interrumpir.

—No interrumpes nada —replicó Javier, con su sonrisa de siempre—. Pero si tienes que irte, no te detendremos. Después de todo, volveremos a encontrarnos. El pueblo es pequeño.

Mariana asintió, intentando disimular el nerviosismo que sentía. Giró sobre sus talones y comenzó a caminar de regreso al sendero que conducía a su casa. Mientras se alejaba, sintió las miradas de los hermanos clavadas en su espalda, como si sus ojos pudieran atravesarla.

Durante el camino de regreso, su mente estaba inundada de pensamientos confusos. Había algo en los Velasco que no lograba descifrar, algo que la atraía y la asustaba a partes iguales. Esa dualidad la desconcertaba. Nunca antes había sentido tal conexión inmediata con extraños, y mucho menos con personas que acababa de conocer. Pero al mismo tiempo, había percibido una oscuridad en ellos, una sombra que parecía seguirlos a donde quiera que fueran.



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En el texto hay: misterio, suspenso, mentiras dolor

Editado: 04.02.2025

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