Sombras en El Encanto

Capítulo 3: Extraños Acontecimientos

La tranquilidad que había definido a El Encanto durante tantos años comenzó a desmoronarse tan pronto como los Velasco pusieron un pie en el pueblo. Al principio, los cambios fueron sutiles, casi imperceptibles, pero a medida que los días avanzaban, se tornaron innegables.

Mariana notó la primera señal de que algo no estaba bien la mañana después de su encuentro con los hermanos en el claro. Al salir de su casa, notó que el aire parecía más denso, cargado con una tensión que nunca antes había sentido. Las aves, normalmente ruidosas y vivaces al amanecer, estaban en silencio. Solo el viento susurraba entre los árboles, llevando consigo un frío inusual para esa época del año.

Mariana decidió dirigirse al mercado, como solía hacer todas las mañanas, pero incluso antes de llegar, se topó con un grupo de personas congregadas en el centro del pueblo. Sus rostros estaban marcados por la preocupación, y murmuraban entre ellos con voces tensas.

—¡Mariana! —la llamó Doña Clara, quien se encontraba entre la multitud. La anciana, que siempre tenía una opinión sobre todo, ahora parecía visiblemente alterada.

—¿Qué sucede, Doña Clara? —preguntó Mariana, sintiendo un nudo de inquietud formarse en su estómago.

—Mataron a los animales de Don Manuel —respondió la mujer, su voz baja y temblorosa—. Los encontraron en el bosque, destrozados... Nunca había visto algo así.

Mariana sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Don Manuel, un anciano que vivía en las afueras del pueblo, tenía una pequeña granja con algunas cabras y ovejas. Eran animales tranquilos, acostumbrados al ritmo lento y pacífico de El Encanto. El hecho de que hubieran sido atacados de manera tan brutal era algo completamente fuera de lo común.

—¿Cómo ocurrió? —preguntó Mariana, tratando de comprender lo que estaba escuchando.

—Nadie sabe —dijo Doña Clara, bajando aún más la voz, como si temiera ser escuchada—. Pero dicen que fue algo grande, más grande que un lobo. Y no fue solo en la granja de Don Manuel. Otras personas han encontrado animales muertos en sus propiedades también. Hay algo en el bosque, algo que no es natural.

El corazón de Mariana latía con fuerza mientras intentaba asimilar la información. Recordó el encuentro con los Velasco, cómo su presencia había traído consigo una sensación de oscuridad y peligro. ¿Podrían estar relacionados con los extraños acontecimientos que ahora sacudían al pueblo?

Los días siguientes trajeron más inquietudes. Los rumores se extendieron rápidamente, y cada día parecía traer nuevas historias sobre animales encontrados muertos en circunstancias espeluznantes. Algunos decían haber escuchado ruidos extraños en la noche, gruñidos y aullidos que no se parecían a nada conocido. Otros aseguraban haber visto sombras moverse entre los árboles, sombras que no pertenecían a ningún ser humano ni animal.

La sensación de temor comenzó a apoderarse de los habitantes de El Encanto. Personas que antes eran escépticas ahora cerraban sus puertas y ventanas al anochecer, temerosas de lo que pudiera acechar en la oscuridad. Las conversaciones en el mercado se volvieron más sombrías, y las miradas se llenaron de desconfianza y miedo. Nadie sabía con certeza qué estaba ocurriendo, pero todos sentían que algo maligno se había instalado en el corazón del pueblo.

Mariana, que había crecido en El Encanto y conocía cada rincón del bosque, también comenzó a sentirse insegura. El bosque, que antes había sido su refugio, ahora le parecía un lugar lleno de peligros ocultos. Aun así, su instinto la llevó a investigar más, convencida de que la llegada de los Velasco no era una coincidencia.

Una tarde, decidió adentrarse en el bosque para buscar respuestas. Sabía que era una locura, pero su curiosidad y la necesidad de entender lo que estaba sucediendo superaban su miedo.

El sol estaba bajando cuando Mariana alcanzó el claro donde había encontrado a los hermanos Velasco días antes. El lugar estaba vacío, pero el aire aún parecía cargado con una energía inquietante.

Mientras exploraba los alrededores, escuchó un ruido entre los arbustos. Mariana se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza en sus oídos. Con cautela, se acercó al lugar de donde provenía el sonido y, al apartar las ramas, encontró lo que había estado temiendo.

Ante ella, yacía el cadáver de un ciervo, o lo que quedaba de él. El animal había sido destrozado de una manera brutal, su cuerpo estaba rasgado por garras tan grandes que era imposible que pertenecieran a un depredador común. Mariana retrocedió, cubriéndose la boca para contener un grito. Sentía que el suelo se deslizaba bajo sus pies, como si la realidad misma se estuviera desmoronando.

En ese momento, una figura apareció en el borde del claro. Gabriel Velasco, con su porte imponente y su mirada oscura, observaba la escena con una calma que a Mariana le pareció casi inhumana.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó él, su voz grave y sin rastro de sorpresa.

Mariana se giró bruscamente, sintiendo una mezcla de alivio y temor al verlo.

—Yo... estaba caminando —dijo, sabiendo que su excusa era débil y que Gabriel no le creería.

Gabriel se acercó lentamente, su mirada fija en los restos del ciervo. No dijo nada por un momento, simplemente observó el cadáver con una expresión que Mariana no pudo descifrar.

—El bosque puede ser un lugar peligroso —dijo finalmente, su voz cargada con un significado que Mariana no logró comprender del todo—. No deberías estar aquí sola.

—¿Tú sabes qué le pasó? —preguntó Mariana, encontrando el valor para mirarlo a los ojos.

Gabriel la miró con una expresión seria, casi triste.

—Hay cosas en este bosque que es mejor no conocer —respondió él—. Mi familia y yo sabemos mucho sobre estas tierras, pero hay secretos que deben permanecer ocultos.

Mariana sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Gabriel no estaba respondiendo a su pregunta, y eso solo aumentaba su sospecha de que los Velasco estaban involucrados en los extraños sucesos que atormentaban al pueblo.



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En el texto hay: misterio, suspenso, mentiras dolor

Editado: 04.02.2025

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