El sol apenas había comenzado a asomar sobre el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y rosados, cuando un grito desgarrador rompió la tranquilidad de la mañana.
Mariana se despertó sobresaltada, su corazón latiendo rápidamente mientras corría hacia la ventana para ver qué había sucedido. Desde su casa, vio que un grupo de vecinos se congregaba frente a la casa de la familia Álvarez, uno de los hogares más respetados del pueblo.
Rápidamente se vistió y salió de su casa, uniéndose al grupo de aldeanos que se dirigían hacia la escena del crimen. El aire estaba cargado de un sentimiento de horror y desesperación. Mariana pudo escuchar susurros y especulaciones a medida que se acercaba. La noticia de un segundo asesinato se había extendido rápidamente, y el miedo se había apoderado de todos.
Al llegar, la visión que se presentó ante sus ojos era mucho más perturbadora que el primer asesinato. La casa de los Álvarez estaba acordonada, y las autoridades trabajaban en la escena. Mariana vio la silueta de la Sra. Álvarez, deshecha en lágrimas, mientras los vecinos intentaban consolarla.
—¡Mariana! —La voz de Clara, una de sus amigas más cercanas, la sacó de su estado de shock—. ¡No puedes estar aquí!
Mariana, sin embargo, no pudo apartar la vista de la escena. La policía estaba sacando el cuerpo de Don Rodrigo Álvarez, el patriarca de la familia, y el espectáculo era horrendo. La brutalidad del asesinato era evidente; Don Rodrigo había sido asesinado de una manera despiadada, y la escena era un caos de sangre y destrucción.
Las especulaciones comenzaron a flotar entre los habitantes del pueblo. Algunos hablaban de un asesino en serie, otros susurraban sobre maldiciones antiguas. Mariana, aunque perturbada, no podía dejar de pensar que la llegada de los Velasco estaba estrechamente ligada a estos eventos.
A lo largo del día, las tensiones en el pueblo aumentaron. Las calles, normalmente tranquilas, se convirtieron en lugares de murmullos temerosos y miradas nerviosas. Mariana se dirigió hacia el café local para obtener un momento de calma y tratar de pensar con claridad.
Mientras bebía su café, notó a los Velasco en una mesa cercana, rodeados por un aire de desconcierto y tensión. Sus miradas parecían evasivas y su comportamiento, errático. Gabriel estaba sentado en una esquina, su expresión inusual y distante, como si estuviera preocupado por algo que no podía compartir. Sofía y Javier conversaban en voz baja, con miradas furtivas hacia el grupo de aldeanos que se agolpaba cerca. Lucía, en cambio, estaba sentada sola, absorta en un libro que no parecía leer realmente, su rostro una máscara de preocupación.
Mariana sintió una punzada de inquietud al verlos. El comportamiento de la familia era cada vez más extraño, y sus miradas esquivas solo alimentaban sus sospechas. Se preguntaba si había algo que no estaba entendiendo, algo que podría estar oculto bajo la superficie de su fascinante encanto.
Decidida a obtener más información, Mariana decidió acercarse a ellos. Aunque sabía que era una acción arriesgada, el deseo de descubrir la verdad superaba su miedo.
—Hola, chicos —saludó, tratando de sonar casual mientras se acercaba a la mesa de los Velasco—. ¿Cómo están?
Javier levantó la vista, su sonrisa habitual desaparecida. Parecía cansado, y había una sombra en sus ojos que Mariana no había notado antes.
—Hola, Mariana —respondió, su voz sin la misma energía que antes—. La mañana ha sido difícil.
Mariana asintió, notando la tensión en el ambiente. Aunque intentaba mantenerse tranquila, su mente estaba llena de preguntas.
—Lo sé —dijo, sentándose en una silla vacía—. El segundo asesinato ha sacudido a todos. ¿Cómo están ustedes?
Gabriel la miró, y por un momento, sus ojos se encontraron con los de ella. Había una intensidad en su mirada, una mezcla de preocupación y algo más que Mariana no podía descifrar.
—Estamos bien, considerando las circunstancias —dijo Gabriel, su tono firme pero con un matiz de incomodidad—. Solo... tratando de entender lo que está pasando.
Mariana estudió a Gabriel, notando su actitud evasiva. Parecía que estaba intentando mantener una fachada de normalidad, pero sus palabras y su lenguaje corporal no concordaban. Algo no estaba bien, y Mariana sentía que estaba a punto de descubrirlo.
—¿Alguna idea de por qué esto está sucediendo? —preguntó, con una nota de inquietud en su voz—. Quiero decir, no puedo evitar preguntarme si hay alguna conexión entre los asesinatos y la llegada de su familia.
Gabriel desvió la mirada, y Lucía, que había estado en silencio, finalmente habló.
—A veces, las cosas suceden sin razón aparente —dijo, su voz tensa—. Tal vez no hay una conexión. Quizás es solo una coincidencia.
Pero las palabras de Lucía solo aumentaron las sospechas de Mariana. Había una falta de sinceridad en su tono, y la forma en que evitaba el contacto visual la hacía sentir que estaba ocultando algo.
—No estoy tan segura de que sea una coincidencia —dijo Mariana, su tono más firme—. Mi instinto me dice que hay algo más detrás de todo esto. Y siento que no me están contando toda la verdad.
La atmósfera en la mesa se volvió aún más pesada. Mariana podía sentir que sus palabras habían tocado un nervio sensible. Javier y Sofía intercambiaron miradas nerviosas, mientras Gabriel parecía debatirse internamente.
—Mariana —dijo Gabriel finalmente, con un tono que mezclaba advertencia y preocupación—. No es el momento para especulaciones. Hay cosas que aún no estamos listos para compartir. Y creo que sería mejor para todos si te mantienes al margen de este asunto.
Mariana sintió un escalofrío recorrer su espalda. La firmeza en la voz de Gabriel y el aire de secreto que rodeaba a los Velasco eran alarmantes. Aunque sus palabras eran amables, el mensaje era claro: no estaba bienvenida en su círculo de confianza.
—Lo siento —dijo Mariana, levantándose—. Solo quería entender. Pero si no están listos para hablar, lo entiendo.