Capítulo 9: Una Sombra en la Noche

La noche había caído sobre El Encanto, y el bosque que rodeaba el pueblo se había convertido en un lugar de sombras y misterio. Mariana no podía quitarse de la mente la conversación inquietante con los Velasco y el comportamiento cada vez más extraño de la familia. Decidida a descubrir la verdad, Mariana decidió seguir a Sofía, la hermana menor, a quien había visto saliendo sola de la casa familiar con una expresión de determinación.

Sofía se adentraba en el bosque con pasos rápidos y decididos. Mariana, manteniéndose a una distancia segura, la seguía con cuidado. La oscuridad del bosque parecía engullir todo a su alrededor, y el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies parecía ensordecedor en el silencio de la noche.

Mariana estaba equipada con una linterna y una cámara, esperando poder capturar cualquier cosa que pudiera ser útil. Sin embargo, su mayor preocupación era mantenerse oculta para no alertar a Sofía de su presencia. La joven, vestida con un abrigo oscuro y con una bolsa colgando del hombro, parecía tener un propósito específico.

Después de lo que pareció una eternidad caminando por senderos serpenteantes, Sofía llegó a una casa abandonada en el corazón del bosque. Era una construcción antigua, con paredes de madera que parecían haber sido devoradas por el tiempo y la naturaleza. Las ventanas estaban rotas y la puerta colgaba de una bisagra oxidada. La visión de la casa era tan escalofriante como el lugar en el que se encontraba.

Mariana se escondió detrás de un árbol cercano mientras Sofía se acercaba a la entrada de la casa. La joven buscó en su bolso y sacó un pequeño objeto que parecía una llave antigua. Con una mano temblorosa, abrió la puerta con cuidado, y Mariana, conteniendo la respiración, vio cómo Sofía entraba en el interior.

Mariana esperó unos minutos para asegurarse de que Sofía estuviera bien dentro antes de acercarse sigilosamente a la entrada de la casa. La puerta se cerró con un chirrido bajo, y Mariana se adentró en la oscuridad, guiada por la tenue luz de su linterna. El aire en el interior estaba pesado y cargado de humedad, y el olor a moho era penetrante.

Se movió con cautela por un pasillo polvoriento, sus pasos apenas perceptibles sobre el suelo crujiente. La linterna proyectaba sombras largas y distorsionadas en las paredes, creando un ambiente aún más inquietante. Mariana escuchó murmullos apagados provenientes de una habitación cercana y decidió investigar.

Al llegar a la puerta de la habitación, se detuvo y se asomó con cuidado. La escena que se desplegó ante ella era desconcertante y perturbadora. La habitación estaba iluminada por velas encendidas dispuestas en un patrón circular en el suelo. En el centro del círculo, Sofía estaba arrodillada, rodeada por una serie de símbolos dibujados con tiza blanca. La joven tenía un semblante serio y concentrado, y estaba murmurando palabras en un lenguaje que Mariana no podía entender.

El aire estaba cargado de una energía extraña y casi palpable, y Mariana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Observó mientras Sofía sacaba de su bolso una serie de objetos rituales: un cuenco de metal, un cuchillo ceremonial y una pequeña bolsa con hierbas secas. La joven comenzó a realizar movimientos precisos y calculados, mezclando las hierbas en el cuenco y vertiéndolas en una llama que había encendido con una cerilla.

Mariana se dio cuenta de que estaba presenciando un ritual antiguo, y el sentido de peligro y urgencia aumentó. La atmósfera en la habitación se volvió aún más opresiva a medida que el fuego en el cuenco crepitaba y emitía un humo denso. Sofía levantó el cuchillo, y Mariana vio que estaba a punto de realizar algún tipo de sacrificio.

El corazón de Mariana latía con fuerza mientras trataba de mantenerse oculta. La situación se estaba volviendo cada vez más aterradora, y no podía evitar sentir que estaba en el centro de algo mucho más grande y oscuro de lo que había imaginado. Se preguntaba si este ritual estaba relacionado con los asesinatos recientes y si Sofía y los otros miembros de la familia Velasco estaban involucrados de alguna manera.

El murmullo de Sofía se volvía más intenso, y la joven parecía entrar en un estado de trance. Mariana notó que los símbolos en el suelo parecían brillar débilmente, y la energía en la habitación se volvía cada vez más densa. Era evidente que Sofía estaba realizando un ritual que tenía un propósito oscuro y poderoso.

De repente, Sofía levantó el cuchillo sobre el cuenco y realizó un corte en el aire, como si estuviera realizando una invocación. Mariana contuvo el aliento, sintiendo una mezcla de miedo y fascinación. La escena era tan surrealista como aterradora, y no podía apartar la vista de lo que estaba sucediendo.

Sin embargo, la situación comenzó a volverse demasiado peligrosa. Mariana, tratando de evitar ser detectada, hizo un movimiento involuntario que hizo que una de las velas cayera al suelo, causando un pequeño destello de luz. Sofía levantó la vista, y aunque no parecía haber notado a Mariana de inmediato, su comportamiento se volvió aún más tenso.

Mariana decidió que era el momento de retirarse antes de ser descubierta. Con rapidez y cautela, retrocedió hacia la salida, tratando de no hacer ruido. La sensación de urgencia la impulsaba a moverse lo más rápido posible mientras sus pensamientos giraban en torno a lo que acababa de presenciar.

Al salir de la casa y adentrarse nuevamente en el bosque, Mariana sintió que su corazón estaba a punto de estallar. Había visto algo que no podía ignorar, y las preguntas sobre el ritual y el papel de los Velasco en todo esto se multiplicaban en su mente. La imagen de Sofía arrodillada en el círculo de símbolos y el cuchillo ceremonial en su mano la perseguirían por mucho tiempo.

Mariana regresó a su casa, su mente girando en un torbellino de pensamientos y temores. Sabía que debía actuar con cautela y encontrar una manera de exponer la verdad, pero también comprendía que estaba entrando en un territorio peligroso. La sombra en la noche había revelado solo una parte del misterio, y estaba decidida a desentrañar el resto, sin importar los riesgos que ello pudiera implicar.