Sombras en El Encanto

Capítulo 10: Entre Sombras

La noche después del ritual en la casa abandonada estuvo llena de inquietud para Mariana. No podía dejar de pensar en lo que había visto: los símbolos, las velas, el cuchillo ceremonial. El enigma de los Velasco y los rituales oscuros en los que estaban involucrados la mantenían despierta, su mente girando en una maraña de preguntas sin respuesta.

A la mañana siguiente, mientras Mariana caminaba por el pueblo en busca de distracción y tratando de ordenar sus pensamientos, se encontró con Lucía Velasco. La hermana mayor, conocida por su belleza serena y su presencia enigmática, se acercó a ella con una sonrisa cálida que parecía casi demasiado perfecta para ser genuina.

—¡Mariana! —exclamó Lucía, deteniéndola en seco—. Qué casualidad encontrarte aquí.

Mariana se sorprendió por la aparición de Lucía y la saludó con una sonrisa cautelosa.

—Hola, Lucía. Sí, es una casualidad. Estaba dando un paseo para despejarme un poco.

Lucía asintió, su mirada atenta y su expresión amable. Parecía genuinamente interesada en la conversación, y había algo en su presencia que era a la vez tranquilizadora y perturbadora.

—Me alegra que hayas salido a caminar. A veces es lo mejor para aclarar la mente —dijo Lucía, su tono suave y envolvente—. ¿Te gustaría acompañarme a tomar un café? Hay algo que me gustaría hablar contigo.

Mariana dudó por un momento. El comportamiento de Lucía era inusualmente amigable y parecía casi demasiado dispuesta a entablar una conversación en un momento tan delicado. Sin embargo, su curiosidad y el deseo de comprender mejor a la familia Velasco la impulsaron a aceptar la invitación.

—Claro, me encantaría —respondió Mariana, tratando de mantener una actitud abierta mientras seguía a Lucía hacia el café del pueblo.

Mientras caminaban, Lucía comenzó a hablar con facilidad, compartiendo detalles sobre su vida y sus experiencias en El Encanto. Mariana escuchaba con interés, notando cómo la conversación se desplazaba de manera sutil hacia temas más personales y profundos. Lucía hablaba sobre su familia con un tono que parecía lleno de tanto cariño como de misterio.

—A veces, este lugar puede parecer... solitario —dijo Lucía, su mirada fija en el horizonte—. Pero es en esos momentos de soledad donde uno puede encontrar claridad y propósito. ¿No crees?

Mariana asintió, sintiendo que las palabras de Lucía resonaban con sus propios sentimientos de confusión y búsqueda de respuestas.

—Sí, creo que tienes razón. A veces, uno necesita tiempo para reflexionar y encontrar su camino.

Lucía sonrió, y la intensidad en su mirada pareció aumentar. Era una mirada que parecía buscar algo en Mariana, una conexión que iba más allá de las palabras.

—Me alegra que lo veas así. A veces, hablar con alguien puede ayudar a aclarar las cosas —dijo Lucía, su tono casi enigmático—. Y creo que tú y yo tenemos mucho en común.

Mariana sintió un leve escalofrío al escuchar esas palabras. Aunque Lucía parecía sincera en su intento de acercarse, no podía evitar preguntarse si había algo más detrás de su amabilidad. La atracción que sentía por la joven era innegable, pero también había una sensación de que estaba siendo atrapada en una red de manipulación.

Al llegar al café, Lucía pidió dos tazas de té y se dirigieron a una mesa en la esquina, alejada de las miradas curiosas. Mariana se sentó y observó cómo Lucía se movía con una gracia casi hipnótica mientras servía el té. La atmósfera en el café era tranquila, pero había una tensión palpable en el aire.

—Mariana, quiero agradecerte por aceptar mi invitación —dijo Lucía, mientras se sentaba frente a ella—. A veces, es difícil encontrar a alguien con quien realmente hablar, especialmente en un lugar como este.

Mariana tomó un sorbo de su té, notando el sabor delicado y reconfortante. Aunque estaba disfrutando de la compañía de Lucía, su mente seguía dándole vueltas a las imágenes del ritual y a las inquietudes que tenía sobre la familia Velasco.

—No hay problema, Lucía. Aprecio que hayas querido hablar conmigo —dijo, intentando mantener una conversación casual—. ¿Qué es lo que querías discutir?

Lucía miró a Mariana con una mezcla de curiosidad y simpatía.

—He notado que has estado preocupada por lo que ha estado ocurriendo en el pueblo —dijo, su voz suave—. Me preocupa que te estés cargando demasiado. La verdad es que todos nosotros estamos lidiando con nuestras propias batallas.

Mariana frunció el ceño, sorprendida por la observación de Lucía.

—Sí, he estado tratando de entender lo que está pasando. Los asesinatos y los rumores... Es difícil no sentirse abrumada.

Lucía asintió, su mirada comprensiva.

—Lo sé, es una situación complicada. Pero también quiero que sepas que no estás sola en esto. A veces, compartir tus pensamientos puede ayudarte a ver las cosas desde una nueva perspectiva.

Mariana sintió una mezcla de gratitud y desconfianza. Aunque las palabras de Lucía eran reconfortantes, había algo en su mirada y en su tono que le decía que había más en juego de lo que se estaba revelando.

—Gracias, Lucía. Aprecio tu apoyo —dijo, tratando de sonar sincera mientras mantenía su guardia—. Aunque todavía me pregunto si hay algo que deberíamos saber sobre la familia Velasco.

Lucía se inclinó ligeramente hacia adelante, su expresión se volvió más seria.

—Entiendo tus preocupaciones, Mariana. A veces, las apariencias pueden ser engañosas, y es fácil malinterpretar las intenciones de las personas —dijo, su tono cargado de un matiz misterioso—. Lo importante es que te cuides a ti misma y no permitas que el miedo te controle.

Mariana miró a Lucía, sintiendo una atracción inexplicable hacia ella. La forma en que hablaba, su presencia magnética y la intensidad en sus ojos hacían que fuera difícil resistirse. A pesar de sus sospechas, no podía evitar sentirse cautivada por la misteriosa hermana mayor.



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En el texto hay: misterio, suspenso, mentiras dolor

Editado: 04.02.2025

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