Sombras en El Encanto

Capítulo 12: Confusión y Deseo

El sol se ocultaba lentamente detrás de las colinas que rodeaban El Encanto, sumiendo el pueblo en una penumbra que parecía reflejar la creciente confusión y tormento en la mente de Mariana. Los asesinatos y el misterio que rodeaba a la familia Velasco la mantenían en un estado constante de agitación, pero lo que la atormentaba aún más eran los sentimientos contradictorios que experimentaba hacia cada uno de los cuatro hermanos.

Mariana se encontraba en su habitación, sentada frente a su escritorio, rodeada de papeles y notas sobre los asesinatos. La mesa estaba desordenada con recortes de periódicos, diagramas y listas de posibles pistas. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse enfocada en la investigación, sus pensamientos se desviaban frecuentemente hacia los Velasco.

Gabriel, el mayor de los hermanos, era una presencia dominante y protectora. Su mirada intensa y su actitud confiada le habían despertado un respeto y una admiración que Mariana no podía ignorar. Cada vez que él se mostraba atento y comprensivo, sentía un impulso de acercarse más a él, a pesar de la duda constante que le decía que no debía confiar completamente.

Lucía, por otro lado, le ofrecía una mezcla de misterio y atracción enigmática. Su belleza y su capacidad para manejar las situaciones con elegancia y calma la hacían irresistible. Aunque Mariana sentía una conexión emocional con Lucía, no podía evitar preguntarse si su amabilidad era parte de una estrategia más oscura.

Javier, el hermano encantador, había sido el primero en mostrar interés romántico hacia ella. Su sonrisa carismática y su habilidad para hacerla sentir especial la hacían pensar que había algo genuino en él. Sin embargo, su simpatía también parecía superficial y calculada, y Mariana se preguntaba si su afecto era solo una fachada para manipularla.

Finalmente, estaba Sofía, la hermana menor. Aunque su actitud reservada y su participación en el ritual la hacían parecer distante, había momentos en los que Sofía mostraba una vulnerabilidad que atraía a Mariana. La complejidad de su carácter y su aparente conflicto interno hacían que Mariana sintiera una profunda curiosidad por entenderla.

Mariana se levantó y caminó hacia la ventana, mirando el atardecer con una mezcla de nostalgia y desesperación. Sabía que debía mantener una distancia prudente, pero la atracción que sentía por cada uno de los Velasco estaba complicando su misión. Los sentimientos y deseos que experimentaba parecían estar entrelazados con el misterio, creando un enredo emocional que la confundía aún más.

Decidió que necesitaba despejar su mente y fue a dar un paseo por el pueblo. Mientras caminaba por las calles tranquilas, pensaba en las conversaciones que había tenido con los hermanos Velasco y en las sensaciones que cada uno le había provocado. El miedo y la atracción se mezclaban en su interior, haciendo que fuera difícil distinguir entre lo que era real y lo que era producto de sus emociones desbordadas.

Al pasar por la casa de los Velasco, Mariana vio a Gabriel trabajando en el jardín. La imagen de él, con sus manos en la tierra y el sol iluminando su figura, la hizo detenerse. Gabriel levantó la vista y la vio, ofreciendo una sonrisa cálida que hizo que su corazón latiera un poco más rápido. Mariana sintió una oleada de deseo y respeto hacia él, pero también recordó las dudas que había sobre su verdadera naturaleza.

—Hola, Mariana —dijo Gabriel, acercándose con una actitud amigable—. ¿Qué te trae por aquí?

—Hola, Gabriel. Solo estaba dando un paseo para despejarme un poco —respondió Mariana, intentando mantener la conversación casual—. El día ha sido bastante intenso.

Gabriel asintió, sus ojos mostrando una comprensión que parecía sincera.

—Sí, lo sé. Las cosas han estado bastante difíciles últimamente. Si necesitas hablar o distraerte, siempre estoy aquí —dijo, su voz suave y tranquilizadora.

Mariana sonrió débilmente, sintiendo una mezcla de gratitud y confusión. Aunque apreciaba su oferta, también sabía que debía mantenerse alerta.

—Gracias, Gabriel. Lo tendré en cuenta —dijo, y con un último vistazo, continuó su paseo.

A medida que se alejaba, se encontró con Javier, que estaba sentado en un banco del parque, leyendo un libro. Al verla, levantó la vista y su rostro se iluminó con una sonrisa encantadora.

—Mariana, qué suerte encontrarte aquí —dijo Javier, acercándose—. ¿Te gustaría acompañarme? Podríamos hablar y relajarnos un poco.

Mariana dudó por un momento, sintiendo la atracción que Javier ejercía sobre ella. Su sonrisa y su actitud relajada eran irresistibles, y la idea de pasar tiempo con él parecía atractiva. Sin embargo, también recordó sus dudas sobre su sinceridad.

—Claro, Javier —dijo finalmente, con una sonrisa—. Me encantaría.

Mientras caminaban por el parque, Javier mantuvo la conversación ligera y entretenida, y Mariana se permitió disfrutar del momento. Sin embargo, en el fondo, no podía evitar preguntarse si había algo más en su interés por ella y si su afecto era genuino o solo una táctica para manipularla.

Más tarde esa noche, Mariana recibió un mensaje de Sofía pidiéndole que se encontraran en un lugar apartado cerca del bosque. La invitación la sorprendió y la inquietó. Aunque la conexión que sentía con Sofía era compleja, también había un aura de misterio que la atraía.

Se dirigió al lugar indicado, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Al llegar, encontró a Sofía esperando, con una expresión que parecía tanto ansiosa como reservada.

—Hola, Mariana —dijo Sofía, su voz suave—. Gracias por venir.

—Hola, Sofía. ¿Qué necesitas? —preguntó Mariana, tratando de descifrar el motivo de la invitación.

Sofía la miró con una intensidad que hacía que el corazón de Mariana latiera con fuerza.

—Quería hablar contigo sobre algunas cosas... cosas que no puedo decir en público —dijo Sofía, su tono cargado de una emoción que Mariana no podía identificar—. A veces, es difícil mantener las apariencias y las verdades ocultas.



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En el texto hay: misterio, suspenso, mentiras dolor

Editado: 06.02.2025

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