La noche había caído sobre El Encanto como una capa pesada de sombras. Mariana se adentró en el bosque con la determinación de encontrar el objeto central que Lucía había mencionado, pero sus pensamientos estaban nublados por una mezcla de preocupación y confusión. El último encuentro con Lucía había dejado una huella profunda en su mente, especialmente la revelación inesperada de la hermana mayor de los Velasco.
El claro en el bosque estaba envuelto en una penumbra inquietante cuando Mariana regresó para encontrar a Lucía. La atmósfera estaba cargada de una tensión que parecía ser tangible, y el aire se sentía más denso a medida que se acercaba al lugar donde la había dejado.
Lucía estaba esperando en el mismo claro, sus ojos reflejando una mezcla de vulnerabilidad y determinación. Cuando Mariana llegó, Lucía se acercó con una intensidad que hizo que el corazón de Mariana latiera más rápido.
—Mariana —dijo Lucía, su voz temblando ligeramente—. Necesitamos hablar. Hay algo más que debes saber.
Mariana se detuvo a unos pasos de ella, sintiendo una mezcla de inquietud y expectación.
—¿Sobre qué? —preguntó Mariana—. Ya has compartido mucho, pero aún estoy tratando de entender todo esto.
Lucía la miró con una profundidad emocional que parecía desbordar sus palabras. Sus ojos, normalmente fríos y distantes, ahora estaban llenos de una vulnerabilidad que Mariana nunca había visto antes.
—No solo se trata de los rituales o de la familia —comenzó Lucía, su voz bajando a un susurro—. Se trata de nosotros, de ti y de mí.
Mariana frunció el ceño, confundida. El cambio en el tono de Lucía era inesperado y desconcertante.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Mariana—. ¿Qué tiene que ver esto con nosotros?
Lucía respiró hondo, sus manos temblando ligeramente mientras se acercaba a Mariana.
—Desde que llegaste a El Encanto, he sentido algo especial contigo —dijo Lucía, su voz cargada de emoción—. No es solo una atracción. Es algo más profundo. Me he dado cuenta de que... estoy enamorada de ti.
Las palabras de Lucía resonaron en el aire como un eco doloroso. Mariana se quedó paralizada, su mente incapaz de procesar la magnitud de lo que acababa de escuchar. La revelación fue como un rayo en medio de la tormenta, un giro inesperado en una historia ya llena de caos y confusión.
—Lucía, no sé qué decir —dijo Mariana, su voz temblando—. Esto es demasiado para procesar. Todo ha sido tan complicado, y ahora... esto.
Lucía dio un paso más cerca, su mirada fija en los ojos de Mariana.
—Sé que es difícil de aceptar —dijo—. Pero mi amor por ti es genuino. Lo que siento va más allá de los rituales y de la familia. Estoy atrapada en este conflicto interno, entre lo que mi familia exige y lo que mi corazón desea.
Mariana sintió un torbellino de emociones. El amor de Lucía, aunque inesperado, parecía sincero, pero estaba intrínsecamente ligado a un mundo de oscuridad y peligro. El deseo y el miedo se entrelazaban en su mente, haciendo que su corazón latiera con una intensidad que no podía ignorar.
—No puedo ignorar lo que siento por ti también —admitió Mariana, su voz cargada de conflicto—. Pero no puedo dejar que esto me distraiga de lo que está en juego. Hay vidas en peligro, y necesito encontrar una solución.
Lucía asintió, sus ojos llenos de una tristeza comprensiva. Su expresión era una mezcla de amor y resignación.
—Lo entiendo —dijo Lucía—. No quiero ser una distracción para ti. Solo necesitaba que supieras lo que siento. Quizás, en medio de todo esto, haya una forma de encontrar un equilibrio entre lo que somos y lo que necesitamos hacer.
Mariana sintió un peso en su pecho. El amor de Lucía era un regalo complejo y doloroso, y no sabía cómo reconciliarlo con la urgencia de su misión. La verdad sobre la familia Velasco, el objeto central y el destino de El Encanto seguían siendo incógnitas que necesitaban respuestas.
—No sé qué depara el futuro —dijo Mariana—. Pero voy a seguir buscando la verdad y haciendo todo lo posible para proteger a quienes quedan aquí. Agradezco tu sinceridad, y no quiero que eso se pierda en medio de todo esto.
Lucía le sonrió tristemente, su amor y su dolor reflejados en su rostro. Se acercó y tomó la mano de Mariana en un gesto tierno y desesperado.
—Haz lo que debas hacer, Mariana —dijo—. Te apoyaré en lo que pueda. Pero recuerda, en medio de la oscuridad, siempre hay una luz. No pierdas la esperanza.
Mariana sintió un nudo en el estómago al ver la despedida de Lucía. La emoción entre ellas era genuina, pero estaba envuelta en una red de peligros y secretos que hacían que el camino hacia adelante fuera incierto.
Mientras Lucía se alejaba, Mariana se quedó sola en el claro, sus pensamientos agitados y su corazón dividido. El amor y el miedo coexistían en su mente, y la misión de salvar El Encanto parecía más urgente que nunca.
Con un último vistazo al lugar, se dio vuelta y se adentró nuevamente en el bosque, decidida a enfrentar lo que viniera, con la esperanza de encontrar respuestas y, quizás, un equilibrio entre el deseo y el deber.