Sombras en el polvo

Capítulo 7: Las Reglas de la Guerra

La noche en Silver Creek era más oscura que de costumbre, como si las estrellas se hubieran apagado ante el peso de lo que estaba por venir. Nathan no podía dormir. Caminaba por las calles silenciosas del pueblo, pensando en cada palabra del hombre que había liderado al grupo esa noche. "Maddox vendrá". La amenaza resonaba en su cabeza como un eco interminable.

El sheriff se detuvo frente a la taberna parcialmente quemada, ahora convertida en un esqueleto de lo que alguna vez fue. A su lado estaba Aidan, quien patrullaba junto a él.

—Crees que volverán pronto, ¿verdad? —preguntó Aidan, rompiendo el silencio.

Nathan asintió, su mirada fija en el horizonte.
—No tienen razón para esperar. Maddox quiere que Abigail pague, y si eso significa quemar Silver Creek hasta los cimientos, no dudará en hacerlo.

Aidan tragó saliva, nervioso.
—Entonces, ¿qué hacemos? No somos más que un pequeño pueblo. Apenas tenemos armas, y la mayoría de los hombres no están preparados para pelear.

Nathan se giró hacia él, con una determinación en sus ojos que Aidan no había visto antes.
—Nos preparamos. Usamos lo poco que tenemos y nos aseguramos de que cuando lleguen, sepan que no somos un blanco fácil.

Al amanecer, Nathan reunió a los habitantes del pueblo en la plaza principal. Un grupo heterogéneo de hombres, mujeres y algunos jóvenes que no pasaban de los dieciséis años. Sus rostros estaban marcados por el cansancio y el miedo, pero también por la determinación de proteger su hogar.

—Escuchen —comenzó Nathan, alzando la voz para que todos pudieran oírlo—. Maddox vendrá, y no tenemos tiempo que perder. No vamos a huir, no vamos a rendirnos. Vamos a defender Silver Creek.

El murmullo se extendió entre la multitud, algunos mostrando su aprobación, otros intercambiando miradas preocupadas.

—¿Y qué podemos hacer contra un hombre como Maddox? —preguntó uno de los mineros locales—. Él tiene más hombres, más armas.

Nathan asintió, entendiendo el temor en sus palabras.
—Es cierto, tiene más recursos. Pero tiene algo que nosotros no tenemos: arrogancia. Maddox cree que puede intimidarnos, que puede destruirnos sin esfuerzo. Pero aquí somos familia, y conocemos este terreno mejor que nadie. Eso nos da una ventaja que él no tiene.

Abigail dio un paso al frente, atrayendo las miradas de todos.
—Sé que algunos de ustedes me culpan por esto —dijo con voz firme—. Y tienen razón. Mi pasado es la razón por la que Maddox puso sus ojos en Silver Creek. Pero no voy a quedarme al margen mientras él destruye este lugar. Estoy aquí para luchar junto a ustedes, y les prometo que haré todo lo que esté en mi poder para que ganemos esta batalla.

Un silencio se extendió entre los presentes, seguido por un asentimiento lento de varios de ellos. Si Abigail estaba dispuesta a luchar, ellos también lo estarían.

Durante los días siguientes, el pueblo se transformó en un bastión improvisado. Los hombres reforzaron las entradas al pueblo con barricadas hechas de madera y piedra. Las mujeres prepararon suministros médicos y distribuyeron armas entre los habitantes. Incluso los más jóvenes participaron, aprendiendo a manejar rifles o trabajando como mensajeros.

Nathan y Abigail trabajaban juntos, diseñando estrategias y entrenando a los voluntarios. Aunque su relación aún era tensa, ambos sabían que necesitaban confiar el uno en el otro si querían tener alguna oportunidad.

—Eres buena con las armas —comentó Nathan una tarde mientras la observaba disparar con precisión a un objetivo de madera.

—No tuve opción —respondió Abigail, recargando el revólver—. Cuando trabajas para un hombre como Maddox, aprendes rápido o terminas muerto.

Nathan no dijo nada, pero no pudo evitar admirar su habilidad y determinación. Había algo en Abigail que iba más allá de su pasado oscuro; algo que lo hacía querer protegerla, incluso cuando sabía que ella podía cuidarse sola.

—Si sobrevivimos a esto, ¿qué harás después? —preguntó, rompiendo el silencio.

Abigail bajó el arma y lo miró con una pequeña sonrisa.
—Sobrevivir primero. Después, ya veremos.

La calma antes de la tormenta llegó con el sonido de cascos en la distancia. Era el anochecer cuando Aidan corrió hacia el despacho del sheriff, su rostro pálido.

—¡Están aquí! —gritó, su voz llena de pánico—. Maddox envió a su gente, y no vienen solos.

Nathan salió al porche y vio las antorchas parpadeando en el horizonte, como un río de fuego que avanzaba hacia Silver Creek. A su lado, Abigail se tensó, sus ojos oscuros como la noche.

—Es hora —dijo Nathan, con una mezcla de miedo y resolución en su voz—. Que Dios nos ampare.

¿Qué creen que sucederá en el enfrentamiento entre Maddox y Silver Creek? ¿Podrá Abigail redimirse o su pasado terminará condenándola? ¡Déjenme sus teorías y nos vemos en el próximo capítulo!



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En el texto hay: misterio, intriga, viejooeste cowboys

Editado: 05.02.2025

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