Sombras en el polvo

Capítulo 8: El Fuego del Enemigo

La primera bala rompió el silencio de la noche, un disparo seco que resonó en el aire, haciendo eco en los nervios de todos los habitantes de Silver Creek. Desde las barricadas improvisadas, los hombres del pueblo respondieron, disparando hacia la línea de jinetes que se acercaba con antorchas y armas en mano.

Nathan, apostado detrás de una caja de madera, se asomó lo justo para disparar su revólver contra un enemigo. A su lado, Aidan recargaba apresuradamente su rifle, sus manos temblando con cada movimiento.

—¡Cálmate, Aidan! —le gritó Nathan mientras disparaba de nuevo—. Apunta bien, no desperdicies balas.

Aidan asintió, respirando hondo para calmar sus nervios. Disparó, y uno de los hombres a caballo cayó al suelo, su arma escapando de sus manos.

Desde una posición más elevada, Abigail observaba el enfrentamiento con una expresión endurecida. Había elegido un rifle, un arma que manejaba con precisión letal. Cada disparo suyo encontraba su objetivo, y aunque no lo demostraba, su mente trabajaba a toda velocidad, evaluando cada movimiento del enemigo.

—Nathan —gritó mientras recargaba—, están tratando de rodearnos por el este. Si no hacemos algo, entrarán al pueblo por la brecha junto al almacén.

Nathan miró hacia donde señalaba Abigail. Efectivamente, un pequeño grupo de hombres había abandonado la línea principal y avanzaba hacia un flanco desprotegido.

—¡Aidan, toma a dos hombres y cubre esa entrada! —ordenó Nathan.

—¿Y tú? —preguntó Aidan, con preocupación en sus ojos.

Nathan sonrió con cansancio.
—Yo me quedaré aquí. Asegúrate de que no crucen esa brecha.

Aidan asintió y corrió hacia el almacén con dos hombres más, mientras las balas seguían zumbando en el aire.

El combate era caótico. Los hombres de Maddox avanzaban con una ferocidad que parecía inagotable, pero el pueblo no se rendía. Cada barricada, cada callejón, se convertía en un campo de batalla.

Abigail estaba en la azotea de la tienda general, disparando a los enemigos que intentaban cruzar la plaza. Desde su posición, vio a uno de los jinetes desmontar y prender fuego a una de las casas cercanas.

—¡No! —gritó, su voz apenas audible entre el estruendo del combate.

Tomó su rifle, apuntó y disparó. El hombre cayó, pero el daño ya estaba hecho. Las llamas comenzaron a extenderse rápidamente, iluminando la noche con un resplandor anaranjado.

Nathan vio el fuego y maldijo entre dientes.
—¡Apaguen eso antes de que se extienda!

Un grupo de mujeres y jóvenes corrió hacia la casa con cubos de agua, pero la tarea era peligrosa. Las balas seguían volando, y cualquiera que estuviera fuera de cobertura era un blanco fácil.

Abigail bajó de la azotea y se unió al grupo, ayudando a organizar los esfuerzos para controlar el incendio. Mientras lo hacía, vio a un hombre de Maddox acercándose por detrás de una de las barricadas.

—¡Cuidado! —gritó, arrojándose hacia el hombre y derribándolo antes de que pudiera disparar. La pelea cuerpo a cuerpo fue breve pero intensa. Abigail logró desarmarlo y no dudó en terminar con él, pero su respiración era pesada y su mirada estaba cargada de culpa.

—Esto no termina —murmuró para sí misma, limpiándose el sudor de la frente mientras observaba las llamas disminuir lentamente.

Mientras tanto, en el centro del pueblo, Nathan se enfrentaba a un hombre alto y corpulento que llevaba una escopeta. El combate era cerrado y brutal. Ambos forcejearon, pero Nathan logró darle un puñetazo en la mandíbula y arrebatarle el arma. Antes de que el hombre pudiera reaccionar, Nathan lo derribó de un disparo.

Apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento cuando un nuevo grupo de jinetes apareció en el horizonte. La moral del pueblo empezó a flaquear al verlos.

—¡No se rindan! —gritó Nathan, intentando levantar los ánimos—. ¡Ya hemos resistido hasta ahora, podemos hacerlo un poco más!

Pero sabía que la situación era crítica. Silver Creek estaba al borde del colapso, y Maddox aún no había mostrado su rostro.

Abigail volvió a su lado, su ropa manchada de sangre y ceniza.
—Esto no puede seguir así, Nathan. Necesitamos encontrar una forma de detenerlos o nos matarán a todos.

—¿Y qué sugieres? —preguntó Nathan, recargando su revólver.

Abigail apretó los labios, sus ojos oscuros como una tormenta.
—Tengo una idea, pero necesitaré tu confianza.

Nathan la miró, con dudas en su rostro. Pero no tenía muchas opciones.
—Dime qué hacer.

Abigail asintió.
—Voy a ir hacia ellos. Si Maddox está aquí, querrá verme. Puedo distraerlos el tiempo suficiente para que ustedes tomen ventaja.

—¿Estás loca? —replicó Nathan—. ¡No voy a dejar que te entregues!

—No voy a entregarme —dijo Abigail con firmeza—. Pero si no hacemos algo ahora, este pueblo no sobrevivirá. Confía en mí, Nathan.

Nathan la miró por un largo momento, antes de asentir con pesar.
—Que Dios nos ayude.

Abigail respiró hondo y salió de la cobertura, caminando hacia el grupo de hombres que se acercaba. Sabía que estaba jugando con fuego, pero estaba dispuesta a hacer lo necesario para salvar Silver Creek, incluso si eso significaba enfrentar su pasado de frente.

¿Creen que Abigail logrará detener el ataque de Maddox o esto será el inicio de su caída? ¡Espero sus opiniones y teorías! ¡Nos vemos en el próximo capítulo!



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En el texto hay: misterio, intriga, viejooeste cowboys

Editado: 05.02.2025

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