El campamento de Maddox estaba en silencio cuando Abigail salió de la tienda, pero las miradas de los hombres que la rodeaban eran como dagas. Cada paso que daba la acercaba más a la incertidumbre. Maddox había aceptado su propuesta, al menos de palabra, pero ella sabía que ese hombre nunca cumplía un trato sin un as bajo la manga.
Abigail montó su caballo con movimientos calmados, ocultando el torbellino de emociones que sentía. Mientras cabalgaba de regreso a Silver Creek, el peso de sus decisiones comenzó a hundirse en su mente. Había mentido, arriesgado demasiado, y todo por la seguridad de un pueblo que ni siquiera sabía toda la verdad sobre ella.
—¿Cuánto tiempo más puedes ocultarlo? —se dijo a sí misma en voz baja, con la mirada fija en el horizonte.
Al llegar a las puertas de Silver Creek, los habitantes se reunieron alrededor, sus caras llenas de alivio al verla. Nathan fue el primero en acercarse, con el ceño fruncido y una mezcla de alivio y preocupación en su expresión.
—¿Qué pasó? —preguntó en voz baja, su mirada recorriendo su rostro como si buscara alguna herida invisible.
Abigail desmontó lentamente, sus piernas todavía temblando por la tensión.
—Hablé con Maddox. Llegamos a un acuerdo. Se retirará… por ahora.
El murmullo de los habitantes se alzó, celebrando la aparente victoria, pero Nathan no se dejó convencer tan fácilmente.
—¿Qué le ofreciste?
Abigail sostuvo su mirada, pero no respondió de inmediato. Había cosas que Nathan no podía saber, no ahora.
—Lo suficiente para mantenerlo lejos.
—Abigail… —Nathan avanzó un paso, su voz baja pero cargada de advertencia—. No puedes esperar que confiemos en esto sin explicaciones. Maddox no es alguien que acepte un trato sin algo grande a cambio.
—Lo sé —respondió ella con calma—. Pero también sé cómo manejar a Maddox. Confía en mí.
Nathan apretó la mandíbula, pero no insistió. Algo en su mirada dejaba claro que no estaba convencido, aunque decidió guardar sus palabras para otro momento.
Mientras el pueblo intentaba volver a la normalidad, Abigail se dirigió a la taberna vacía, buscando un momento de soledad. Se sentó en una mesa oscura, con una botella de whisky en la mano, tratando de ahogar el peso de las decisiones que había tomado.
Su mente regresó a los días en que trabajaba para Maddox, cuando su vida estaba definida por traiciones y secretos. Había hecho cosas de las que no se enorgullecía, cosas que ahora amenazaban con salir a la luz.
—Abigail Westwood… —una voz familiar la sacó de sus pensamientos.
Nathan estaba de pie en la puerta, sus brazos cruzados y una expresión indescifrable en su rostro. Se acercó lentamente, sin apartar la mirada de ella.
—No me mientas, Abigail. ¿Qué le diste a Maddox?
Ella suspiró, sabiendo que Nathan no se detendría hasta obtener respuestas.
—Le di lo que necesitaba para ganar tiempo. Información.
Nathan frunció el ceño, acercándose más.
—¿Qué tipo de información?
Abigail desvió la mirada, sintiendo el peso de su desconfianza.
—Los detalles de un cargamento. Algo que interceptará lejos de aquí.
—¿Y qué pasa si usa eso para fortalecer su posición? ¿Si vuelve con más fuerza? —Nathan golpeó la mesa con el puño, frustrado—. No puedes negociar con alguien como él, Abigail.
—¿Y qué querías que hiciera? —replicó ella, alzando la voz por primera vez—. ¿Dejar que destruyera el pueblo mientras tú y los demás intentaban defenderlo con un puñado de hombres y armas viejas?
Nathan se quedó en silencio, sorprendido por la intensidad en su voz. Abigail se levantó, enfrentándolo directamente.
—He hecho cosas que no puedo cambiar, Nathan. Cosas que no puedes entender. Pero lo que sí sé es que no voy a quedarme de brazos cruzados mientras Maddox destruye todo lo que he intentado construir aquí.
Nathan observó su expresión, buscando algo en sus ojos. Finalmente, asintió con un suspiro pesado.
—De acuerdo. Pero si esto sale mal, Abigail…
—Lo sé —interrumpió ella, su voz volviendo a ser tranquila—. Yo asumiré las consecuencias.
En el campamento de Maddox, las sombras danzaban alrededor de las hogueras mientras el hombre estudiaba un mapa con detalle. Uno de sus lugartenientes se acercó, inclinándose para hablarle en voz baja.
—¿Confías en ella?
Maddox sonrió, una sonrisa torcida que no alcanzó sus ojos.
—Por supuesto que no. Pero Abigail siempre juega para ganar. Y eso la hace predecible… en parte.
El hombre asintió, pero su expresión era seria.
—¿Seguimos adelante con el plan?
Maddox se reclinó en su silla, jugando con un cigarro entre los dedos.
—Oh, seguimos. Pero mantén a un grupo vigilándola. Abigail siempre tiene un as bajo la manga. Y quiero estar seguro de que, esta vez, no se salga con la suya.
Esa noche, Abigail permaneció despierta en su habitación, mirando por la ventana hacia el oscuro horizonte. El trato con Maddox había comprado tiempo, pero también había sembrado nuevas dudas y sospechas. Sabía que el hombre no se retiraría sin un plan, y que la aparente calma en Silver Creek no duraría mucho.
Cuando finalmente cerró los ojos, los rostros del pasado la atormentaron, recordándole las decisiones que había tomado para sobrevivir. Y en lo más profundo de su ser, una pregunta la acechaba: ¿podría algún día escapar de las sombras que la perseguían?
Las tensiones aumentan, y los secretos de Abigail están más cerca que nunca de ser revelados. ¿Podrá mantener su posición frente a Maddox y el pueblo? ¡Déjenme sus comentarios! Nos vemos en el siguiente capítulo.