Sombras en el polvo

Capítulo 11: Pasado Roto

La madrugada en Silver Creek llegó con un aire denso, cargado de tensión. Los habitantes intentaban mantener una apariencia de normalidad, pero la sombra de Maddox se cernía sobre ellos como una tormenta inevitable. Mientras el pueblo despertaba, Abigail ya estaba en movimiento, revisando mentalmente cada paso que debía tomar para asegurarse de que su plan no colapsara.

En el establo, Nathan la encontró preparando su caballo, ajustando las riendas con movimientos precisos.

—¿A dónde vas? —preguntó, con los brazos cruzados.

Abigail ni siquiera levantó la vista.
—Voy a asegurarme de que Maddox cumpla su palabra.

Nathan frunció el ceño, claramente preocupado.
—¿Crees que eso es prudente? Apenas conseguimos que se alejara, y ahora vas directo hacia él otra vez.

—No confío en Maddox, Nathan —respondió Abigail, esta vez mirándolo de frente—. Y si hay algo que he aprendido es que nunca puedes bajar la guardia con alguien como él.

Nathan se quedó en silencio, pero su postura dejaba claro que no estaba de acuerdo.
—Entonces voy contigo.

—No, no puedes venir —dijo Abigail rápidamente, su tono firme—. Si Maddox te ve, lo interpretará como una amenaza, y eso podría arruinarlo todo.

Nathan dio un paso hacia ella, su expresión endurecida.
—¿Y qué pasa si te hace algo? ¿Crees que el pueblo podrá soportarlo?

Abigail apretó los labios, sintiendo el peso de sus palabras. Finalmente, colocó una mano en su brazo.
—Voy a estar bien. No es la primera vez que trato con Maddox, y sé cómo manejarlo. Confía en mí.

Nathan la miró con intensidad, buscando alguna señal de duda en su mirada, pero finalmente asintió, aunque a regañadientes.
—Ten cuidado.

Abigail montó su caballo, mirando hacia el horizonte.
—Siempre lo soy.

Mientras cabalgaba hacia el campamento de Maddox, Abigail repasaba en su mente cada posible escenario. Sabía que había tomado un riesgo al ofrecer información valiosa, pero también sabía que la naturaleza de Maddox era traicionera. Si había un cabo suelto, él lo encontraría y lo usaría en su contra.

El campamento estaba más activo de lo que esperaba. Los hombres de Maddox se movían con rapidez, cargando armas y suministros en carretas. Maddox estaba de pie cerca de una hoguera, dando órdenes con una autoridad fría. Cuando vio a Abigail acercarse, una sonrisa lenta se extendió por su rostro.

—Abigail. No esperaba verte tan pronto.

Ella desmontó con calma, manteniendo su mirada fija en él.
—Solo quería asegurarme de que estás cumpliendo tu parte del trato.

Maddox rió suavemente, sacudiendo la cabeza.
—Siempre tan desconfiada. Pero, ¿qué esperabas? Supongo que eso es lo que te mantiene viva.

—¿Qué estás planeando, Maddox? —preguntó Abigail, sin rodeos.

El hombre la observó por un momento, como si evaluara cuánto podía decirle. Finalmente, dio un paso hacia ella.
—Mi gente está lista para el cargamento. Gracias a ti, tengo una ventaja que nunca hubiera conseguido por mi cuenta.

—Y después de eso, te alejarás de Silver Creek, ¿verdad? —insistió Abigail, con un tono firme.

Maddox inclinó la cabeza ligeramente, una chispa de burla en sus ojos.
—Por supuesto. Un trato es un trato.

Pero algo en su expresión le decía a Abigail que no estaba siendo completamente honesto.

Mientras tanto, en Silver Creek, Nathan no podía quedarse quieto. Aunque había prometido no seguir a Abigail, su preocupación lo estaba consumiendo. Aidan lo encontró en la taberna, sentado con una jarra de cerveza intacta frente a él.

—¿Está todo bien? —preguntó Aidan, sentándose a su lado.

Nathan negó con la cabeza, sus dedos tamborileando contra la mesa.
—Abigail está arriesgando demasiado. Maddox no es alguien con quien puedas negociar y salir ileso.

Aidan lo miró con comprensión.
—Confía en ella. Ha sobrevivido a cosas peores, ¿no?

—Eso es lo que me preocupa —murmuró Nathan—. Siempre está sobreviviendo, pero nunca viviendo.

Aidan no supo qué decir, pero la intensidad en las palabras de Nathan le hizo darse cuenta de cuánto le importaba Abigail.

De regreso en el campamento de Maddox, Abigail estaba lista para marcharse cuando una conversación cercana captó su atención. Dos de los hombres de Maddox hablaban en voz baja, pero lo suficiente como para que ella pudiera oír.

—¿Estás seguro de que será esta noche? —preguntó uno de ellos.

—Maddox quiere que todo esté listo. No solo el cargamento. Silver Creek será nuestro en menos de una semana.

El corazón de Abigail se aceleró. Maddox nunca tuvo intención de cumplir su trato. Se giró hacia él, su voz llena de furia.
—Así que esto es lo que planeabas todo el tiempo.

Maddox levantó la mirada hacia ella, sin sorpresa.
—¿De verdad esperabas algo diferente? Eres más inteligente que eso, Abigail.

Ella apretó los puños, pero antes de que pudiera decir algo más, Maddox levantó una mano para detenerla.
—Mira, no tiene que ser tan complicado. Aléjate de Silver Creek. Llévate a tus amigos. Haz lo que sea. Pero este pueblo será mío.

—Eso nunca va a pasar —replicó Abigail, su voz baja pero cargada de determinación.

Maddox la miró durante un largo momento, y luego sonrió.
—Ya veremos.

Abigail regresó a Silver Creek al anochecer, su mente trabajando frenéticamente. Sabía que tenía que preparar al pueblo para lo que venía, pero también sabía que Maddox no sería fácil de derrotar.

Nathan la esperaba en las puertas del pueblo, y al ver su expresión, supo que las cosas habían empeorado.
—¿Qué pasó?

Abigail lo miró con seriedad.
—Maddox no se retirará. Se está preparando para atacar.

Nathan maldijo por lo bajo, pero no perdió tiempo.
—Entonces, tenemos que prepararnos también.

Abigail asintió, sintiendo que la carga del pasado y el presente caía sobre sus hombros. Sabía que esta sería la batalla más difícil de su vida, no solo por el peligro, sino porque los secretos que había guardado tanto tiempo estaban a punto de salir a la luz.



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En el texto hay: misterio, intriga, viejooeste cowboys

Editado: 05.02.2025

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