Sombras en el polvo

Capítulo 13: El Primer Disparo

La noche cayó como un manto pesado sobre Silver Creek. Las lámparas en las calles principales se habían apagado, dejando al pueblo en penumbras. Todo estaba preparado: las barricadas, las posiciones de los tiradores y los suministros estratégicamente distribuidos. Los habitantes del pueblo contenían la respiración, esperando el primer sonido que anunciaría el ataque.

Abigail estaba en el campanario de la iglesia, desde donde podía ver casi todo el pueblo y el camino que conducía a Silver Creek. A su lado, Aidan preparaba su rifle, ajustando la mira con precisión.

—¿Cuánto crees que tardarán en llegar? —preguntó él, rompiendo el silencio.

Abigail no apartó la vista del horizonte.
—No mucho. Maddox es arrogante, pero no es estúpido. Sabe que si nos da demasiado tiempo para prepararnos, le será más difícil tomar el pueblo.

Un silencio tenso se instaló entre ellos hasta que Aidan habló de nuevo.
—¿Y tú? ¿Estás lista para lo que pueda pasar?

Ella apretó los labios.
—He estado lista desde el día en que llegó a mi vida.

Aidan no insistió. Sabía que detrás de esas palabras había una historia que Abigail no estaba lista para compartir, pero podía ver la carga que llevaba consigo.

Desde el borde del pueblo, Nathan supervisaba a los hombres y mujeres encargados de las barricadas. Cada uno sostenía un arma con manos temblorosas, pero sus rostros mostraban determinación. Nathan caminó entre ellos, ofreciendo palabras de aliento.

—Recuerden, no estamos solos en esto. Cada uno de nosotros tiene un papel que jugar. Y si hacemos esto bien, no habrá lugar para el miedo.

Sus palabras lograron calmar a algunos, pero otros seguían mirando nerviosamente hacia la oscuridad.

—Nathan —llamó una voz desde una esquina. Era Abigail, que había bajado del campanario para coordinar los últimos detalles.

Él se acercó, ajustándose el cinturón donde llevaba su revólver.
—¿Todo listo?

Ella asintió.
—Lo está. Solo queda esperar.

Nathan inclinó la cabeza, su mirada llena de preocupación.
—Si algo sale mal…

—No saldrá mal —interrumpió Abigail, su tono firme.

Nathan soltó un suspiro, pero no dijo más. Ambos sabían que este no era el momento para dudas.

El sonido de cascos rompiendo la quietud de la noche llegó como un trueno distante. Abigail levantó la mano, señalando a todos que tomaran posición. Desde la cima del campanario, pudo ver la polvareda que anunciaba la llegada de Maddox y su banda.

Cuando finalmente los vio con claridad, su corazón dio un vuelco. Maddox estaba al frente, montado en un caballo negro, con una sonrisa que irradiaba confianza. Detrás de él, al menos veinte hombres lo seguían, armados hasta los dientes.

—Ahí están —murmuró Abigail para sí misma, sus dedos apretando con fuerza el rifle que llevaba colgado al hombro.

Desde abajo, Nathan hizo un gesto a los tiradores en las azoteas para que mantuvieran la calma. Sabían que no podían disparar hasta que Maddox cruzara las barricadas.

Maddox se detuvo a unos metros de la primera línea de defensa. Su sonrisa se ensanchó cuando vio a Abigail de pie en la distancia, mirándolo desde lo alto del campanario.

—¡Abigail! —gritó, su voz resonando en la noche—. Sabía que estarías aquí para darme la bienvenida.

Ella no respondió, pero tampoco apartó la vista de él.

—¡Mira, no quiero hacer esto más difícil de lo necesario! —continuó Maddox—. Dame el control del pueblo, y prometo que nadie saldrá lastimado.

Abigail dio un paso hacia adelante, su voz firme y clara.
—Sabes que eso no va a pasar, Maddox.

Él soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza.
—Siempre tan testaruda. Pero está bien, lo haré a mi manera.

Se giró hacia sus hombres y levantó una mano.
—¡Que comience la fiesta!

El primer disparo resonó en el aire, seguido por una explosión de pólvora y gritos. Los hombres de Maddox se lanzaron hacia las barricadas, mientras los habitantes del pueblo respondían con disparos precisos desde sus posiciones.

Nathan lideraba a un grupo que defendía la entrada principal, moviéndose rápidamente entre las barricadas para organizar a los tiradores. A pesar de la presión, mantenía la calma, alentando a los demás a no perder el enfoque.

Desde el campanario, Abigail y Aidan eliminaban a los hombres que intentaban rodear las defensas. Su precisión era letal, pero Abigail sabía que esto no sería suficiente. Maddox tenía más hombres y más armas.

—Van a intentar flanquearnos —dijo Aidan, recargando su rifle.

—Ya lo están haciendo —respondió Abigail, señalando un grupo que se movía hacia el lado este del pueblo.

—Voy para allá —dijo Aidan, levantándose rápidamente.

Abigail lo detuvo, sujetándolo del brazo.
—Ten cuidado.

Él asintió antes de desaparecer entre las sombras.

Mientras tanto, Maddox se mantenía en la retaguardia, observando la batalla con una sonrisa satisfecha. Sabía que el pueblo estaba resistiendo con todas sus fuerzas, pero también sabía que era cuestión de tiempo antes de que se rompieran.

—¿Quieres que mandemos al resto de los hombres? —preguntó uno de sus lugartenientes.

Maddox negó con la cabeza.
—No todavía. Déjalos agotarse.

Pero entonces, algo llamó su atención. En medio del caos, vio una figura familiar que se movía entre las barricadas con una velocidad y precisión inusual. Su sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión de sorpresa.

—No puede ser… —murmuró para sí mismo, apretando los dientes.

Era Abigail, liderando la defensa como si cada movimiento estuviera perfectamente calculado. Y aunque no lo quería admitir, ver su determinación le recordó por qué alguna vez la había temido.

La batalla continuó hasta bien entrada la noche, pero las fuerzas de Maddox comenzaban a retroceder. Abigail, cubierta de polvo y sudor, sabía que este era solo el comienzo. Maddox no se rendiría tan fácilmente.



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En el texto hay: misterio, intriga, viejooeste cowboys

Editado: 05.02.2025

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