El alba trajo consigo el sonido de cascos en la distancia. Desde las barricadas, los defensores de Silver Creek observaron cómo una columna de jinetes avanzaba entre la neblina matinal. Maddox había llegado.
Abigail, con el rifle en mano, sintió la tensión en el aire. Habían esperado este momento, habían preparado trampas y defensas, pero nada garantizaba la victoria.
—Recuerden —dijo en voz alta—, manténganse en sus posiciones. No disparen hasta que estén lo suficientemente cerca.
A su lado, Caleb respiraba hondo, su mano apretando el revólver con fuerza. Victor sonreía con calma, como si estuviera disfrutando del peligro. Luther y sus hombres, por otro lado, observaban la situación con una mezcla de interés y cautela.
Maddox detuvo su caballo al ver la barricada y a los hombres armados esperándolo. Desde su montura, sonrió con arrogancia.
—¡Abigail! —gritó—. No tienes por qué hacer esto. Aún puedes rendirte.
Ella levantó la barbilla con firmeza.
—No hay rendición, Maddox. Este pueblo no es tuyo.
El hombre chasqueó la lengua, fingiendo decepción.
—Qué lástima. Entonces no me dejas elección.
Con un movimiento de su mano, sus hombres cargaron hacia el pueblo.
—¡Ahora! —gritó Abigail.
El primer disparo resonó en el aire, seguido por una lluvia de balas. Las trampas que habían colocado se activaron: estacas ocultas en el suelo derribaron caballos, y barriles explosivos estallaron, sembrando el caos entre los atacantes.
Pero Maddox no era un hombre que se detuviera fácilmente. Sus jinetes avanzaban con furia, disparando sin piedad. Algunos defensores cayeron, y la barricada comenzó a ceder.
Nathan, desde una posición elevada, derribó a varios enemigos con su rifle de largo alcance. Caleb luchaba cuerpo a cuerpo con un invasor, mientras Victor se movía con la agilidad de un veterano, disparando con precisión mortal.
Abigail buscó a Maddox entre el caos y lo encontró aún a caballo, dando órdenes. Si querían terminar con esto, tenía que enfrentarlo.
—¡Voy por él! —gritó antes de montar su caballo y lanzarse al campo de batalla.
Caleb quiso detenerla, pero era demasiado tarde.
Abigail galopó a toda velocidad, esquivando disparos, hasta que estuvo lo suficientemente cerca de Maddox. Apuntó su rifle, pero él fue más rápido, disparando y rozando su brazo.
—¡Vaya, vaya! —exclamó Maddox—. ¿De verdad crees que puedes vencerme?
Abigail apretó los dientes y se lanzó sobre él, derribándolo de su caballo. Ambos rodaron por el suelo, y la pelea se tornó brutal. Maddox la golpeó con fuerza, pero ella no retrocedió.
Con un movimiento rápido, logró sacar su cuchillo y lo hundió en el costado de Maddox.
El hombre gruñó de dolor, tratando de apartarla, pero Abigail no se detuvo. Con todas sus fuerzas, lo derribó y apuntó su revólver a su rostro.
—Esto es por Silver Creek —susurró antes de jalar el gatillo.
El disparo retumbó en el aire.
Maddox cayó sin vida.
Cuando los forajidos vieron caer a su líder, el caos se desató. Algunos huyeron, otros se rindieron, y los defensores de Silver Creek los desarmaron rápidamente.
La batalla había terminado.
Abigail, cubierta de polvo y sangre, se puso de pie con dificultad. Caleb corrió hacia ella, ayudándola a mantenerse firme.
—Lo lograste —dijo con alivio.
Ella asintió, sintiendo el peso de la lucha sobre sus hombros.
Victor y Luther se acercaron, observando el cadáver de Maddox.
—Bueno, eso fue intenso —comentó Victor con una sonrisa torcida.
Luther cruzó los brazos.
—Ahora que él está muerto, su territorio quedará libre. Alguien más tomará su lugar.
Abigail lo miró con dureza.
—Entonces nos aseguraremos de que Silver Creek esté lista para lo que venga.
Los sobrevivientes se reunieron en la plaza del pueblo. La victoria había sido costosa, pero habían ganado su derecho a seguir adelante.
Por primera vez en mucho tiempo, Abigail sintió que Silver Creek tenía un futuro.
¡La batalla ha terminado! ¿Qué les pareció este enfrentamiento? ¿Qué creen que pasará ahora con Silver Creek? ¡Los leo en los comentarios!