De regreso en casa de su abuela, Laura hurgaba en una vieja caja de madera guardada en el desván. Allí encontró un fajo de cartas amarillentas, todas dirigidas a su madre, Camila Mendoza. La firma al pie de cada carta la hizo tambalear: Eduardo Vargas, el padre de Laura.
Las cartas, fechadas entre 1992 y 1996, hablaban de un secreto que “los uniría para siempre o los destruiría a todos”. Eduardo le suplicaba a Camila que huyeran del pueblo, que rompieran con el “juramento”. Que no permitiera que su hija naciera allí.
Laura se quedó helada. Su padre había desaparecido misteriosamente cuando ella era apenas una niña. Siempre le dijeron que había muerto en un accidente automovilístico.
Pero esa noche, una foto cayó del interior de una carta.
Era una imagen en blanco y negro: cinco personas encapuchadas frente a una estructura de piedra. Entre ellos… su madre embarazada.
Y a un costado, otro rostro sin capucha, claramente visible.
Su padre, Eduardo, estaba vivo en esa foto.
Y participaba en un ritual.
Editado: 07.05.2025