La muerte del cura estremeció a Santa Elena.
Por primera vez en décadas, la iglesia del pueblo cerró sus puertas. Dentro, la policía encontró un libro oculto bajo el altar. No era una Biblia.
Era el Evangelio del Río, escrito a mano por varios sacerdotes anteriores. Un texto oscuro, prohibido, plagado de símbolos y fechas. En una de las últimas páginas, alguien había escrito con tinta roja:
“El río no perdona. El Cuarto despertará. Y cuando lo haga, la hija elegida deberá elegir entre sacrificio… o sumisión.”
Laura, junto a Salazar y Eduardo, se reunió en la antigua casa parroquial para estudiar el libro. Entre sus páginas, encontraron una lista de cinco nombres: los fundadores originales del “Pacto del Agua”. Cada 30 años, uno de sus descendientes debía ofrecer una vida al río para que el pueblo prosperara.
—¿Y si alguien se niega? —preguntó Laura.
—Ya lo sabes —respondió Eduardo—. La sangre se cobra sola.
Lo más aterrador estaba en la página final: un dibujo del rostro del Cuarto, claramente joven… pero desfigurado por cicatrices y marcas rituales.
Laura lo reconoció.
Era Andrés Guerrero, el bibliotecario del pueblo. El hombre callado, amable, que siempre le hablaba de libros antiguos.
El Cuarto nunca murió.
Editado: 07.05.2025