Sombras en la Ciudad Prohibida

El Encuentro ( Parte 2 )

Elena pasaba sus días en el instituto con una sensación de alienación creciente. Las aulas, con sus paredes blancas y las pantallas holográficas que proyectaban lecciones y anuncios gubernamentales, se habían vuelto un lugar de monotonía. La vida en la Ciudad Prohibida estaba rigurosamente estructurada y cualquier desviación de las normas era castigada severamente.

Durante las clases, sus pensamientos seguían volviendo a Daniel. No podía entender por qué su presencia le resultaba tan perturbadora. Había algo en su mirada, una intensidad que parecía resonar en un nivel más profundo, algo que la llamaba a desafiar las restricciones que habían gobernado su vida hasta ahora.

El día siguiente, mientras Elena caminaba por los pasillos del instituto, buscó a Daniel entre los grupos de estudiantes que se agrupaban en las áreas comunes. Los rumores sobre él habían comenzado a circular rápidamente; se decía que había llegado a la ciudad en circunstancias misteriosas y que había mostrado un desdén abierto hacia las reglas. Cada vez que alguien mencionaba su nombre, el tono se volvía especulativo y cauteloso.

En el almuerzo, Elena se dirigió a su mesa habitual, alejada de los demás, y trató de concentrarse en su comida mientras observaba a sus compañeros. De repente, el sonido de una risa provocadora la hizo levantar la vista. Daniel estaba sentado en una mesa al otro lado del comedor, rodeado por un grupo de estudiantes que parecían fascinados por sus historias y su actitud desafiante.

Sin pensarlo, Elena se levantó y se dirigió hacia la mesa. Su intención no era clara ni siquiera para ella misma. Tal vez era la curiosidad, tal vez la necesidad de entender qué lo hacía tan diferente. Al acercarse, notó cómo los estudiantes se apartaban para dejarla pasar, sus miradas llenas de sorpresa y curiosidad.

"¿Puedo sentarme aquí?" preguntó Elena, su voz temblando ligeramente.

Daniel levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de Elena por un instante que pareció eterno. Su expresión era intrigante, una mezcla de sorpresa y reconocimiento, como si también él hubiera sentido algo peculiar en ese encuentro.

“Claro,” dijo Daniel, su voz era baja pero clara. “Siéntate.”

Elena se sentó frente a él, su corazón palpitando con una mezcla de ansiedad y emoción. El grupo de estudiantes se dispersó rápidamente, dejando a los dos solos en la mesa. Un silencio incómodo se instaló mientras ambos se estudiaban mutuamente.

“¿Qué haces aquí?” preguntó Daniel finalmente, rompiendo el hielo. “No pareces ser del tipo que se acerca a desconocidos.”

“Soy Elena,” dijo ella, tratando de mantener la calma. “He estado... pensando en ti desde el otro día. En lo que pasó.”

Daniel arqueó una ceja, una expresión de interés cruzando su rostro. “¿Así que no te asustaste por lo que viste?”

“No,” respondió Elena con sinceridad. “Más bien, me intrigó. ¿Por qué estabas en problemas? ¿Qué hiciste?”

Daniel se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los de Elena. “Hay cosas que no sabes sobre esta ciudad, sobre la ley que nos controla. Tal vez te interese descubrirlas.”

Elena lo miró con creciente fascinación. Había algo en su actitud y en sus palabras que resonaba con sus propias dudas sobre el sistema. La conversación continuó, girando en torno a las reglas y a las verdades ocultas, mientras ambos compartían fragmentos de sus pensamientos y sentimientos más profundos. A medida que hablaban, Elena sintió que una conexión se estaba formando, una que desafiaba las limitaciones de la ley y el orden establecido.

Mientras la tarde avanzaba, Elena sabía que esta conversación era solo el principio. Algo en su interior le decía que el destino de Daniel y el suyo estaban entrelazados de manera que ni siquiera podían imaginar. La Ciudad Prohibida tenía sus reglas, pero algo estaba a punto de cambiar.




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