Sombras en la Oscuridad

El Misterio de la Mansión Abandonada

Capítulo 11: La habitación sin salida

La noche caía sobre la antigua mansión, envolviéndola en una oscuridad espesa y ominosa. Los relámpagos iluminaban el cielo, seguidos de truenos que resonaban en los oídos de los presentes. El grupo de investigadores se encontraba en la sala principal, debatiendo sobre los extraños sucesos que habían presenciado durante su estancia en la mansión.

—No puedo creer lo que hemos presenciado —dijo Laura, con voz temblorosa—. Esa sombra... era como si estuviera viva.

—Es cierto —respondió Carlos, el líder del grupo—. Nunca había visto algo así en todos mis años de investigación paranormal. Debemos encontrar respuestas.

El grupo asintió en acuerdo. Todos habían sido testigos de las sombras que se movían por la mansión, de los ruidos inexplicables y de la sensación de ser observados constantemente. Estaban decididos a descubrir la verdad detrás de esos fenómenos.

Decidieron dividirse en parejas para investigar diferentes áreas de la mansión. Laura y Carlos se dirigieron al segundo piso, mientras que Juan y Marta explorarían el sótano. Cada pareja llevaba consigo cámaras de video y grabadoras de audio, con la esperanza de capturar alguna evidencia paranormal.

Laura y Carlos subieron las escaleras con cautela, sus pasos resonando en el silencio de la mansión. Al llegar al segundo piso, se encontraron con un largo pasillo oscuro, con puertas a ambos lados. Decidieron comenzar por la primera puerta a la derecha.

Al abrir la puerta, se encontraron con una habitación lúgubre y polvorienta. El mobiliario estaba cubierto por sábanas viejas y descoloridas. Laura encendió la linterna de su teléfono para iluminar la habitación, mientras Carlos comenzaba a explorar.

—No parece haber nada aquí —dijo Carlos, examinando los muebles cubiertos—. Pero algo me dice que debemos seguir buscando.

Laura asintió y se adentraron en la siguiente habitación. Esta vez, encontraron un escritorio antiguo, cubierto de papeles amarillentos y libros en descomposición. Carlos comenzó a revisar los documentos, en busca de alguna pista que pudiera revelar la historia de la mansión.

—¡Mira esto! —exclamó Carlos, sosteniendo un viejo diario en sus manos—. Parece ser el diario del antiguo propietario de la mansión.

Laura se acercó y comenzó a leer en voz alta.

"10 de octubre de 1892: Hoy he descubierto una habitación secreta en la mansión. Está oculta detrás de una de las paredes del sótano. No puedo evitar sentir curiosidad por lo que podría haber allí dentro. Mañana, intentaré abrir la puerta y explorar su contenido".

—¿Una habitación secreta en el sótano? —dijo Laura, sorprendida—. Debemos encontrarla.

Carlos asintió y guardó el diario en su mochila. Continuaron explorando las habitaciones del segundo piso, pero no encontraron ninguna otra pista relevante. Decidieron bajar al sótano y unirse a Juan y Marta en su búsqueda de la habitación secreta.

Al llegar al sótano, encontraron a Juan y Marta en una sala llena de cajas y objetos antiguos. Estaban revisando una serie de planos y mapas de la mansión.

—Hemos encontrado algo interesante —dijo Juan, señalando un mapa del sótano—. Parece haber un pasaje secreto que conduce a una habitación desconocida.

Carlos y Laura se acercaron para examinar el mapa. Efectivamente, había una serie de pasillos subterráneos que conducían a una habitación sin salida.

—Debemos encontrar ese pasaje secreto —dijo Carlos, determinado—. Es nuestra única oportunidad de descubrir la verdad.

El grupo comenzó a explorar el sótano, buscando cualquier indicio del pasaje secreto. Después de horas de búsqueda, encontraron una pared que parecía sospechosa. Carlos golpeó la pared con fuerza y escuchó un sonido hueco.

—¡Aquí está! —exclamó Carlos, emocionado—. El pasaje secreto.

El grupo se unió a Carlos y comenzaron a empujar la pared. Poco a poco, la pared se movió, revelando un pasadizo oscuro y estrecho. Con cautela, el grupo se adentró en el pasadizo, iluminando el camino con sus linternas.

El pasadizo los llevó a través de un laberinto de túneles subterráneos. El aire se volvió más frío y húmedo a medida que avanzaban. Finalmente, llegaron a una puerta de madera antigua, que parecía ser la entrada a la habitación secreta.

Carlos giró el pomo de la puerta y la abrió lentamente. Al hacerlo, una ráfaga de viento frío los golpeó en la cara. La habitación estaba completamente oscura, sin ninguna fuente de luz visible.

—Debemos entrar —dijo Carlos, con voz decidida—. Pero debemos tener cuidado. No sabemos qué nos espera dentro.

El grupo asintió y entraron en la habitación. Al hacerlo, la puerta se cerró detrás de ellos, dejándolos atrapados en la oscuridad. Intentaron abrirla, pero parecía estar sellada herméticamente.

—Estamos atrapados —dijo Laura, con voz temblorosa—. No hay salida.

El grupo comenzó a buscar una forma de escapar, pero la habitación parecía no tener ninguna salida visible. La oscuridad los envolvía, haciéndolos sentir cada vez más claustrofóbicos.

De repente, una luz tenue comenzó a brillar en el centro de la habitación. El grupo se acercó con cautela y descubrió una pequeña lámpara de aceite sobre una mesa. Carlos la encendió y la habitación se iluminó débilmente.

Fue entonces cuando notaron los extraños símbolos tallados en las paredes de la habitación. Parecían ser antiguos y misteriosos, y emitían una sensación deenergía oscura. El grupo se acercó a examinar los símbolos, tratando de descifrar su significado.

Mientras estudiaban los símbolos, comenzaron a escuchar un susurro inquietante que parecía venir de todas partes a la vez. Las voces eran ininteligibles, pero llenaban la habitación con un aura de malevolencia.

De repente, las sombras comenzaron a moverse a su alrededor, danzando en las paredes y el suelo. El grupo retrocedió, sintiendo una presencia maligna que los rodeaba.




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