Sombras En La Tormenta

– Mentiras y alianzas

El camino de tierra serpentea entre colinas cubiertas de neblina. El viejo todoterreno que conducen apenas aguanta las pendientes. Valentina mira por la ventana: los restos de la ciudad de Brumaris ya son solo un eco lejano.

Elías maneja en silencio, atento al retrovisor. Cada tanto, revisa un pequeño dispositivo en el tablero.
—¿Qué es eso? —pregunta ella.
—Un detector de rastreo. No podemos permitirnos otra sorpresa.
—¿Otra sorpresa como la de anoche?
Él asiente, sin apartar la vista del camino.

El silencio vuelve, pesado. Valentina intenta entender por qué sigue a un hombre del que apenas sabe el nombre. Pero cada vez que recuerda la explosión del muelle y los disparos en la ciudad, comprende que no le queda otra opción.

—¿Adónde vamos? —insiste.
—A una granja vieja, al norte. Un contacto mío vive allí.
—¿Alguien de confianza?
—En mi mundo, eso ya no existe.

Horas después, el vehículo se detiene frente a una casa de madera, rodeada de árboles retorcidos y el sonido de cigarras. Desde el porche, un hombre robusto y canoso los observa con una escopeta apoyada en el hombro.

—Sabía que volverías, Duarte —dice el hombre.
—No tenía elección, Ramiro —responde Elías—. Necesito tu ayuda.

Ramiro baja el arma y los invita a pasar. La casa huele a madera quemada y café viejo. En la pared, hay fotos militares enmarcadas y mapas cubiertos de polvo.

—¿Quién es la chica? —pregunta Ramiro, con voz grave.
—Valentina Ríos. Periodista.
Ramiro suelta una carcajada seca.
—Periodista. Claro. Y tú esperas que me crea que no nos pondrá a todos en la mira.

Valentina levanta la barbilla.
—Estoy aquí porque alguien me tendió una trampa. No planeo escribir nada… todavía.

Elías y Ramiro se miran, y el viejo finalmente asiente.
—Tienen hambre. Coman algo antes de que los encuentre la gente equivocada.

Horas más tarde, mientras Ramiro duerme en una habitación contigua, Valentina y Elías permanecen junto a la chimenea. Afuera, la noche se llena de grillos.

—¿Por qué dejaste la inteligencia militar? —pregunta ella de repente.
Elías la mira fijamente.
—Porque descubrí que el enemigo no siempre está fuera.
—Eso suena a confesión.
—Tal vez lo sea.

Valentina sostiene su mirada. Hay algo en la voz de Elías: cansancio, culpa… y una sombra que no logra descifrar.

—¿Y tú? —pregunta él—. ¿Por qué arriesgarte tanto por una historia?
—Porque la verdad siempre cuesta caro —responde ella—. Y ya pagué parte del precio.

Un silencio tenso los envuelve. La distancia entre ellos se acorta sin que ninguno lo note. Un trueno lejano retumba, recordándoles que la calma siempre es temporal.

Elías se pone de pie.
—Descansa. Mañana saldremos temprano.
Valentina lo observa alejarse hacia la oscuridad del pasillo. Por primera vez en mucho tiempo, siente miedo y confianza al mismo tiempo.

Fuera, entre los árboles, una luz roja parpadea. Un dron sobrevuela la granja, registrando cada movimiento.
En una sala secreta, Mara Lenz observa las imágenes en una pantalla.

—Así que te escondes con tu viejo mentor, Duarte… —dice con una sonrisa helada—. No hay lugar donde no te encuentre.



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En el texto hay: accion amor y peligro, suspence

Editado: 27.10.2025

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