Sombras En La Tormenta

– Eclipse

La mañana despierta envuelta en una bruma espesa.
Ramiro limpia su escopeta en el porche mientras Elías revisa el motor del todoterreno. Valentina, con una taza de café caliente entre las manos, observa la línea de árboles que rodea la casa. Algo se siente… distinto. Como si el bosque respirara.

De repente, un zumbido leve corta el aire.
—¿Oyes eso? —pregunta ella.
Elías se tensa.
—Drones.

El sonido crece. Tres pequeños puntos metálicos cruzan el cielo, acercándose.
—¡Adentro, ahora! —grita Ramiro.

Corren hacia la casa. Elías abre un panel en la pared y saca un rifle de francotirador.
—No puedo dejar que nos rastreen —dice, mientras ajusta la mira.

Dispara una vez. Uno de los drones cae envuelto en humo. Pero los otros dos liberan una lluvia de microcápsulas que estallan en el suelo. Gas.

—¡Máscaras! —grita Ramiro, lanzando dos filtros.
Valentina tose. La visión se le nubla. Antes de caer, siente las manos de Elías sujetándola y sacándola por la puerta trasera.

Despierta en movimiento.
Elías conduce el todoterreno por un camino desconocido, los árboles pasando a toda velocidad.
—¿Ramiro? —pregunta, con la voz débil.
Elías aprieta el volante.
—No lo logró.
Valentina cierra los ojos. No lo conocía, pero duele igual.

—¿Quién envió esos drones?
—Eclipse —responde él—. La organización que intentamos detener.
—¿Qué quieren de nosotros?
—Información. Y tú tienes algo que ellos necesitan, aunque no lo sepas.

Valentina lo mira con desconcierto.
—No tengo nada.
—Tu hermano, Tomás —dice él.
El corazón de Valentina se detiene por un instante.
—¿Qué tiene que ver Tomás en todo esto?
—Trabaja en una empresa de biotecnología financiada por Eclipse. Hace meses intercepté
mensajes que salían de su laboratorio. Nombres en clave, coordenadas… las mismas que te enviaron.

—No… —susurra—. Tomás no haría eso.
—Tal vez no sepa en qué está metido. O tal vez sí.

Valentina siente que el suelo se abre bajo sus pies.
Su hermano, el único vínculo de familia que le quedaba… ¿parte de una red criminal?

Elías la observa con un brillo de compasión en la mirada.
—Por eso te buscaron a ti.
Para callarte antes de que descubras la conexión.

Horas más tarde, llegan a una estación de servicio abandonada. El lugar parece fuera del tiempo: bombas oxidadas, cristales rotos, carteles medio caídos.
Elías revisa el perímetro mientras Valentina se queda junto al vehículo, procesando todo.

—Necesito hablar con él —dice finalmente.
—No podemos —responde Elías—. Si lo contactas, Eclipse sabrá nuestra ubicación.
—No me importa. Es mi hermano.

Elías se acerca, serio.
—Entiendo lo que sientes, pero si te comunicas con él ahora, ambos moriremos.
—¿Y tú qué sabes de familia? —espeta ella, con rabia contenida.

Elías la mira, dolido.
—Más de lo que crees.

El silencio cae entre ellos, pesado, lleno de todo lo que ninguno se atreve a decir.

Esa noche, mientras Elías duerme en el asiento del vehículo, Valentina enciende su laptop.
La señal es débil, pero logra conectarse. Busca el nombre de su hermano.
Un correo reciente llama su atención: remitente desconocido, asunto “Necesito verte. Es urgente.”
El mensaje contiene una dirección en el centro de Brumaris… y una frase:
“No confíes en Duarte.”

Valentina siente un escalofrío recorrerle la espalda.
Apaga la pantalla justo cuando Elías se mueve en sueños.

Afirma los labios.
A la mañana siguiente, lo enfrentará.
Y si resulta que él le mintió…

No dudará en descubrirlo por las malas.

Muy lejos de allí, en una base subterránea, Mara Lenz observa las transmisiones recuperadas del dron destruido. En una de las imágenes aparece Valentina, exhausta, con la mirada fija en Elías.
Mara sonríe.
—Perfecto. Que el pasado los una… antes de que los destruya.



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En el texto hay: accion amor y peligro, suspence

Editado: 27.10.2025

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