El amanecer llega limpio, sin sirenas ni humo.
 Las olas golpean con suavidad la costa de Bahía Serena, un rincón olvidado del mapa de Costa Bruma.
 Valentina camina descalza por la arena húmeda; cada paso deja huellas que el mar borra enseguida.
Detrás de ella, una cabaña sencilla de madera, olor a café y sal.
 Elías está en el porche, con una venda nueva en el costado y un cuaderno abierto sobre las rodillas.
 Escribe con la calma de quien por fin tiene tiempo.
—¿A quién le escribes? —pregunta ella, sonriendo.
 —A los fantasmas —responde—. Hay que darles nombre antes de que vuelvan a perseguirnos.
Valentina se sienta a su lado.
 El silencio entre ambos ya no pesa; es un silencio de paz, de vida compartida.
Por la radio del viejo barco pesquero anclado cerca, las noticias hablan del “Escándalo Eclipse”.
 Gobiernos caen, corporaciones se desmoronan, la red global intenta digerir la verdad.
 El nombre de Valentina Ríos se menciona como la periodista que filtró la información.
Ella apaga la radio.
 —Ya no quiero oír mi nombre por un tiempo.
 —Entonces deja que el mundo hable solo —dice Elías—. Nosotros ya dijimos lo que teníamos que decir.
En la mesa hay tres tazas. La tercera pertenece a Tomás, que duerme dentro, aún recuperándose.
 La culpa lo persigue, pero Valentina sabe que la redención empieza con pequeños gestos: respirar, comer, volver a mirar el cielo.
Más tarde, Elías la encuentra en la playa, mirando el horizonte.
 El sol se refleja en sus ojos.
 —¿Qué harás ahora? —pregunta él.
 —Escribir, pero distinto. Sin correr, sin mentiras. Tal vez una historia sobre la gente que sobrevive a las tormentas.
 —¿Con final feliz?
 Ella sonríe.
 —Con final posible.
Él se acerca, le pasa un brazo por los hombros.
 —Entonces empieza por aquí.
Se besan, sin urgencia, como quien sella una promesa.
 El mar se abre en destellos dorados.
 Por un instante, todo parece en calma.
Esa noche, mientras el viento golpea las ventanas, Valentina revisa la laptop.
 Entre los archivos antiguos encuentra uno nuevo, sin remitente.
 Nombre: “Eclipse_reborn.dat”
 El archivo está vacío. Solo una frase aparece al abrirlo:
“La luz solo existe porque hubo sombra.”
Valentina suspira. Cierra la pantalla.
 Mira hacia la habitación donde duermen Elías y Tomás, y deja que el sonido del mar borre cualquier temor.
La tormenta terminó.
 Por ahora.
🎬 FIN