Sombras en Silencio

EL CERRO DE LOS CONDENADOS

Hace muchos años existía un cerro en el cual la vida sobraba, era un cerro considerado mágico, en él se hacían ya una variedad de especies, todas ellas daban vida a aquel pequeño cerro. Se dice que incluso en su interior contenía lo que pocos lugares ya hacían en la época, aquel cerro tenía tanta vida que no era de esperarse que mucha gente se acercara a él.

Algo escondía aquel cerro y aunque era hermoso y tranquilo en las noches en la oscuridad algo guardaba, muchos habían intentado acampar, pero se dice que al caer la noche un miedo invade todo el lugar. Por más hermosa que fuera incluso su vista en la noche, pocas personas querían quedarse, nadie buscaba perturbar la paz de aquel lugar.

Fue si no entonces que una familia acaudalada, una poderosa familia quisiera comprarlo, al no ser terreno de nadie, aquella familia se apodero de él. Ninguno de los vecinos quiso decir nada, pues respetaban al lugar y consideraban que era la misma naturaleza quien les impediría quedarse.

Todos los habitantes cada que pasaban un rato en el cerro agradecían a la madre naturaleza por tan bella visita, pues decían que sentían que algo los obligaba a hacerlo.

Todos solían respetar de tan dichoso lugar, todos menos aquella familia acaudalada que solo por ser pudiente pensó en hacer con el cerro lo que le diera la gana.

Esta familia era una familia extranjera, la cual recientemente se había mudado a la zona, el padre quien era el dueño de muchos terrenos se dedicaba a la compra y venta de ganado, aquel señor era conocido como el señor Robinson, el señor Robinson nunca estuvo de acuerdo ante la idea del hijo, pues decía que si los vecinos temían de la belleza del cerro, era porque algo en su interior contenía. Sin embargo nunca quiso retar a su hijo, pues temía perderlo, el señor había tenido un amorío en épocas pasadas con una extranjera y fue ahí donde nació su único heredero.

Fue por ello que había optado por dar hospedaje por unos meses a su hijo, nuera y nieta, con la promesa de cuidar de su hermosa nieta. El hijo quien había heredado parte de las riquezas del padre, opto por construir en tan hermoso lugar una hacienda.

Pero incluso cuando se estaba construyendo la hacienda, los trabajadores decían tener miedo en las noches, ninguno de ellos trabajaba de noche. El señor Robinson quien era el encargado de dialogar con los trabajadores, había respetado lo que ellos pedían, así que era tanto su miedo que nadie se atrevía a retar a la madre naturaleza.

Aquel anciano no quiso vivir con ellos y prefirió quedarse a vivir solo en su casa, terminar ahí los últimos días de su vida, antes que intentar ver que contenía el cerro en la noche. Aquel anciano le pidió a su hijo que no construyera en el cerro, sin embargo este jamás quiso hacer caso de dichas advertencias.

Al hijo no le importo y continuo con la construcción de su imperio, del comienzo de lo que tanto había anhelado. No sin antes prometer que nadie se mudaría a tan soñado lugar hasta que estuviera completo. Todos los vecinos al notar dicho acontecimiento contemplaban la hacienda por tan gran obra divina.

Esta era grande en su fondo contenía incluso una capilla, un salón de fiestas, y muchos cultivos, tenía consigo variedad de ganado, sus paredes de la casa eran unos pilares tallados en piedra, en ellos habían tallado flores, serafines y uno que otro fruto. Aquella hacienda parecía un templo, era sin duda de lo más hermoso que contenía el cerro y sin duda por su belleza era digno de pertenecer ahí.

Al terminar la construcción los dueños de la hacienda quisieron hacer una fiesta, en la cual invitaban a pura gente pudiente, gente de dinero, gente que no respetaba a la clase media. El señor Robinson quien había sido invitado a la misma se negó por completo a formar parte de ella, pues decía que era retar a la madre naturaleza y que él no seria participe de tan grande atrocidad.

Así que no fue de esperarse que mientras todos esos riquillos desfilaban por las calles, el señor Robinson temía por la vida de su pequeña nieta, pues sentía que ella no tendría la culpa de las atrocidades que su hijo ignorante quería hace.

La fiesta de la hacienda comenzó, todos degustaban de manjares culinarios, bebidas caras y postres de alta cocina, una comida exquisita y un ambiente ameno.

Risas, voces provenían de tan bello salón, la noche era deliciosa, era joven y aunque pronto caería la media noche y todos sentían un ligero escalofrió, era el alcohol quien los mantenía aun en ambiente. No fue hasta que dando la media noche se escuchaba un grito profundo y desgarrador era proveniente de afuera.

Todos con algunas copas observaron hacia el interior del cerro, pues era tan hermosa la vista que nadie dejaba de deslumbrarse ante ella, así que muchos pensaron que aquel grito que habrían escuchado podría ser si no solo el alcohol y las leyendas asiendo efecto en sus mentes, se podía ver por las hojas de los arboles hermosos detalles entre sus hojas, follajes verdes, vivos y llenos de color.

El cerro era hermoso incluso en la noche, que nadie pensaría que algo malo podría pasar, pero aquel día en el fondo se observaban a lo lejos miles de ojos, ojos profundos, brillosos y tenebrosos, se podía sentir incluso la tención del lugar, de pronto cuando todos comenzaban a tener miedo, un grito proveniente de nuevo del interior del cerro, una niña se veía siendo arrastrada hacia su interior.

Era la hija del dueño de la hacienda, quien por atender a los invitados, no se dio cuenta que la pequeña ya estaba siendo arrastrada por alguien o por algo hacia el interior del cerro. Siendo gente de dinero, la mayoría llevaban escoltas, aquellos adinerados cobardes mandaron a sus escoltas a investigar, así que fueron estas quienes con miedo no tuvieron más remedio que obedecer.




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