Sombras en Silencio

EL PUEBLO DE LOS SUEÑOS PERDIDOS

Hace muchos años en un pequeño pueblo de México, existió una familia, quienes se dedicaban a la venta de abarrotes, era una tienda que se encontraba bien surtida, en ella, se podía notar todo tipo de verduras, semillas, frutos, enlatados, todo tipo de productos, que normalmente se encontraban solo en la capital, al ser pocas las tiendas que en ese entonces se encontraban por la zona, esta era una de las tiendas más visitadas en el pueblo.

Esta familia estaba conformada por Jorge quien era el padre de familia, María, la mamá, Doña Lupe quien es suegra de María y dos pequeños Toño de 6 años y Lupita de 7 años.

Jorge se dedicaba a abastecer la tienda cada que podía, así la tienda nunca dejaba de tener insumos, jamás le faltaba ingreso a su familia y la gente se sentía más atraída por ir a comprar ahí. María se quedaba a atender la tienda junto con su suegra, quien por su avanzada edad, casi todo el tiempo se dedicaba al cuidado de sus nietos.

Doña Lupe solo había tenido un hijo, ella era viuda, así que Jorge al notar que la madre se quedaría sola, le propuso que en lugar de comprar una casa para vivir ahí con María, se invirtiera en un negocio del cual pudieran beneficiarse ambos.

Doña Lupe, al darse cuenta que si no era así ella se quedaría sola, acepto, sin embargo, nunca quiso a su nuera, ella decía que María, tenía algo que para ella era raro, algo no estaba del todo bien, María solía hacer ciertas cosas de forma diferente a Doña Lupe. Lo cual hacia a la suegra pensar que algo no estaba bien, María muchas veces intento que su suegra la entendiera, pero Doña Lupe solo lograba discutir con ella.

María era una mujer solitaria, no tenia ni una sola amiga en el pueblo, eso si era una mujer muy bella, tenía una cabellera larga y negra, unos ojos marrones, oscuros como la noche, una piel blanca y lisa y un cuerpo con curvas que bien no pasaba desapercibido. Era envidiada por muchas mujeres en el pueblo, no solo por haberse casado con Jorge, quien era un hombre muy trabajador, sino por su exuberante belleza.

María era amante de la naturaleza, le encantaba tener flores, plantas y pequeños cultivos de frutos, era muy buena al cuidado de ellas, ella a comparación su suegra, podría sembrar cualquier tipo de semilla y la flor crecería sin duda. Pero a comparación la suegra, su vibra era tan tensa que solo lograba que la tierra se quemara.

De pronto una persona nueva apareció en el pueblo, se pasaba a vivir a una pequeña choza que desde hace unos meses atrás había sido abandonada por el dueño, quien extrañamente había desaparecido, ya tenia varios meses deshabitada. Así que nadie en el pueblo dijo nada, pensaron que quizás seria un familiar del antiguo dueño y todos callaron.

El nuevo habitante era una señora que extrañamente desde que llego corrió a acercarse a la tienda de abarrotes, desde que ella llego muchas cosas extrañas pasaban en el pueblo. Las cosas aparecían y desaparecían de lugares, sombras y ruidos extraños se escuchaban en la noche, todo eran solo especulaciones, ideas vagas de que probablemente el pueblo había cambiado desde la llegada de aquella señora.

De pronto ya se veían carteles de se busca pegados por los pueblos cercanos, niños comenzaban a perderse de las comunidades, familias completas se apoyaban para poder encontrar a los pequeños, pero todo era en vano, búsquedas de día y de noche eran en vano. María al enterarse de dicho rumor, comenzó a temer por el bienestar de sus pequeños, no quería que salieran por miedo a que algo malo les pasara.

Caso contrario la abuela les decía que salieran sin preocupaciones, que solo eran supersticiones de la gente y que aún no se había perdido ningún niño en su pueblo, todo era en comunidades cercanas.

Quizás hablo muy rápido, pronto después de una noche muy fría un niño se había desaparecido, aquella anciana que era nueva en el pueblo, comenzó a circular entre aquellas personas que tenían hijos en el pueblo, pidiéndoles que pusieran una cruz de ocote en sus puertas, que pintaran cruces para proteger a sus niños. Muchos de ellos eran muy supersticiosos, sin embargo, una que otra mamá precavida, tomaron en cuenta la petición de la anciana.

Misteriosamente aquellas casas en las que ponían esas cruces, al dormir sus noches eran calmadas, tranquilas y no escuchaban los ruidos del exterior, varios niños se siguieron perdiendo, así que María al enterarse de la cruz quiso hacer unas cruces y ponerlas por las puertas de su casa, claro todas escondidas de su suegra.

La suegra pronto comenzó a tener moretones y cicatrices que misteriosamente le aparecían por el cuerpo, Jorge, al percatarse de ello comenzó a pensar que era María quien hacia dichas marcas por las noches. Y que era su madre quien no quería decir que era lo que pasaba en casa. Sus hijos no estaban al tanto de lo que pasaba, sin embargo veían a la abuela cada día más cansada y temían por el bienestar de ella.

Doña Lupe, al encontrar las cruces de ocote, culpo a María de brujería, la culpo gritándolo a los cuatro vientos por todo el pueblo, sin embargo, no hubo evidencias para culpar del todo a María y solo logro crear un rumor injustificado. Las ventas de la tienda comenzaron a bajar, pues por los mismos rumores la gente temía por que fuera cierto y preferían no acercarse a la tienda.

Jorge siempre que abastecía la tienda, se iba por las noches, para regresar por la tarde y que la tienda se surtiera lo más pronto posible, pero al bajar las ventas, ya no había posibilidades de abastecer la tienda como antes, así que ya no podría irse como cada fin de semana. El había acordado con maría que pospondrían por una semana el abastecer la tienda, hasta que los insumos comenzaran a agotarse, pero nunca le aviso a su madre.




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