Sombras en Silencio

RUIDOS EN LA CUEVA

En un monte muy lejano, una leyenda de misterio asechaba por las calles, los colonos querían subir al monte he indagar lo que escondían aquellas pequeñas cuevas, en el monte solían jugar pequeños grupos de amigos de diversas edades.

Los colonos hablaban de una leyenda, que decía que las profundidades de las cuevas se encontraba un tesoro, producto de las civilizaciones antiguas. Pues en el monte se hacían varias cuevas, sin embargo, nadie había decidido entrar en ellas, o no había algún registro de ello por lo menos.

Sin embargo un grupo de amigos universitarios, escucharon el rumor y quisieron desafiar lo que escondían aquellas cuevas, aquel primer día la visitaron de día, pues temían encontrarse con cualquier animal que este monte pudiera llegar a tener. Era un monte con una basta variedad de animales, que si bien no estaban cercanos a la población, eso no evitaba que formaran parte del mismo.

El grupo estaba conformado por cuatro varones y tres mujeres, Juan quien era el más aventado de todos, era sin duda quien iría en la cabecera, detrás de él estaría Alan el más fuerte del grupo, seguido de Bianca de las dos mujeres la más ruda de ambas, y así de forma consecutiva, habían intercalado hombre y mujer hasta terminar la cadena.

En su custodia llevaban dos perros de raza grande, quienes iban atentos al menor movimiento y ruido posible, todo en la cueva iba bien, ya habían caminado por unos veinte minutos y jamás encontraron nada sospechoso, nada más que paredes húmedas cavernosas, tétricas hechas de montículos de piedras y tierra. Pero nada extraño en dicha cueva, uno que otro insecto y uno que otro musgo, regalos de la misma naturaleza y los años.

Pronto, llegaron a una parte media de la cueva, donde se encontraban dos caminos, temerosos he indecisos, optaron por mejor salir de cueva y regresar posteriormente más preparados por si podrían llegar a perderse entre la cueva, pues no sabían hacia donde los conducía. Cansados, deshidratados y con más curiosidad que antes, decidieron ir a casa a descansar, se prometieron volver pues aun no hallaban el tesoro y era más que obvio que no se darían por vencidos.

Las tres cabeceras del grupo, decidieron preparar un plan para poder llegar a encontrar el tesoro de las viejas civilizaciones. Se pusieron de acuerdo y se reunieron dos días después, todos llevaban, mochilas con insumos para poder consumir si es que se deshidrataban por el espacio cerrado y con poco aire circulando, eran un grupo grande, así que todos se apoyarían por si cualquier cosa pasaba.

Antes de entrar ataron metros y metros de cuerda a un tronco, el líder llevaría amarrada la cuerda a su cintura y el resto irían agarrados de la misma. Al entrar la cueva se veía más oscura que la vez pasada, pues el monte comenzaba a oscurecer, los perros desde que se acercaron a la cueva se veían temerosos, sin embargo, el dueño pensó que solo podría ser parte de algo creado por su cabeza.

Juan quien lideraba, se amarro el inicio de la cuerda y comenzó a caminar todos con lampara en mano, seguían a Juan, mientras se tomaban de la cuerda, al ya haber entrado antes en la cueva se encontraban confiados, seguían su camino jugando y chanceándose.

Comparados con la vez pasada que caminaban temerosos y en silencio esta vez hacían mucho ruido, jugaban con el eco de la cueva, haciendo he imitando ruidos unos de otros, de la nada los perros se detuvieron en seco, más alerta que de costumbre. Juan, Alan y Bianca, comenzaron a buscar alrededor, pero solo pictogramas en las paredes encontraron, un códice que no lograron descifrar.

Así que ignorando aquel códice decidieron seguir por la cueva, hasta volver a llegar a ambas directrices, dos pequeños caminos, pensaron en separarse, sin embargo, el dueño de los perros no quiso separar a ambos perros. Pues decía que ya era muy raro que ambos perros se encontraran tan tensos.

Todos votaron, anexaron más cuerda y decidieron entrar por la derecha, caminaron y caminaron, pero de un momento a otro, el brillo de las lámparas dejo de ser suficiente, la cueva era tan oscura, que los universitarios comenzaron a dudar sobre si había sido buena idea él haber entrado ahí.

De pronto en el fondo unos ojos rojos se veían, acompañado de otros ojos rojos que se encontraban en un punto más alto, todos enfocaron sus lámparas hacia enfrente, queriendo iluminar lo que apenas podían percibir.

Los perros comenzaron a temblar y a chillar de miedo, comenzaron a jalarse, como queriendo huir del lugar, el dueño se espantó les advirtió y comenzó a retroceder. Pero al enfocar todas sus lámparas, un grito desgarrador se escuchaba proveniente de los ojos rojos. Era la silueta de un hombre muy alto y un animal parecido a un perro.

Todos comenzaron a correr hacia afuera, tomándose de la cuerda como pudieron, podían sentir que el corazón se les salía del pecho, ignoraban todo tipo de sentidos y solo se podía escuchar el grito de miedo de todos y cada uno de ellos, los perros que llevaban lograron soltarse de su dueño y salir sin el, fueron veinte minutos corriendo, lo que en cuarenta habían logrado caminar en veinte habían logrado en salir corriendo.

Exaltados, temerosos, temblorosos y exhaustos, todos se encontraban reunidos al pie de la cueva, sin embargo, Juan y Alan aun no salían, desesperados comenzaron a tirar de la cuerda, podían sentir peso, pero por más que jalaron la cuerda salió quebrada y ellos jamás salieron de ahí, las tres chicas rompieron en llanto pues temían lo peor, decidieron esperar, mientras dos de las chicas, corrieron a la ciudad a pedir ayuda a los colonos, pero al regresar con los colonos, sus compañeros se encontraban como en trance.




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