Sombras encadenadas

Capítulo 1 – Sombras entre la ciudad

La lluvia caía como un velo gris sobre la ciudad, bañando los edificios antiguos con un brillo húmedo que reflejaba la luz de los faroles. Emily caminaba por las calles solitarias, con su abrigo negro pegado a la piel y los ojos observando cada sombra. Por fuera, era solo una mujer elegante y callada. Por dentro, cada sentido estaba alerta: ella podía oír el más mínimo susurro, sentir la vibración de pasos que nadie más notaría, percibir la presencia de aquellos que no pertenecían del todo al mundo humano.

Los asesinatos habían comenzado hace semanas, y la policía no tenía idea de por dónde empezar. Ni los forenses podían explicar las marcas extrañas, símbolos antiguos grabados en la piel de las víctimas como advertencias macabras. Emily sabía exactamente qué buscar: rastros de magia, restos de sangre con propiedades que ningún humano podía producir y patrones que delataban la mano de seres sobrenaturales.

La escena del crimen la esperaba en un callejón oscuro, escondido detrás de un café cerrado. El cuerpo yacía sobre los adoquines, con la cabeza girada de manera imposible y un símbolo grabado en la piel del cuello que brillaba con un tenue resplandor azulado. Emily se inclinó, tocando con delicadeza la marca con la yema de los dedos. La energía que emanaba era antigua, peligrosa, algo que había sentido muchas veces a lo largo de sus siglos de vida, pero que nunca dejaba de estremecerla.

“Bruja, demonio, hombre lobo… o vampiro con sed de venganza”, murmuró para sí misma. Su voz era un susurro apenas audible, pero suficiente para que cualquiera que la escuchara se preguntara si estaba sola.

Mientras inspeccionaba la escena, percibió un cambio en el aire: una presencia desconocida, diferente de las habituales que rondaban la ciudad. No era agresiva… pero tampoco humana. Emily se tensó, sus sentidos se extendieron, buscando cualquier indicio de amenaza. Y entonces lo vio: un hombre observándola desde la otra esquina del callejón, parcialmente cubierto por la lluvia.

Él parecía completamente normal: alto, cabello oscuro y ojos intensos que brillaban bajo la luz de los faroles. Pero había algo en su mirada, algo que la desconcertó y la cautivó al mismo tiempo. Cada fibra de su ser le decía que no era lo que parecía. Y, por primera vez en siglos, Emily sintió esa chispa que solo surge frente a alguien capaz de romper todas las defensas que había construido.

—No deberías estar aquí —dijo el hombre con una voz firme, pero sin hostilidad.

Emily levantó una ceja. —Tú tampoco.

Un destello de algo sobrenatural cruzó sus ojos, apenas perceptible, y Emily supo que había encontrado algo… o alguien diferente. Su instinto le gritaba que debía mantener la distancia, pero la curiosidad se abrió paso entre la prudencia.

—¿Sabes algo sobre esto? —preguntó él, señalando el símbolo en el cuerpo sin acercarse demasiado.

Emily estudió al hombre. Había peligro allí, un tipo de poder que no podía identificar de inmediato. —Tal vez. Pero si vas a interponerte, mejor aléjate —dijo ella, manteniendo la voz calmada pero firme.

Él sonrió con un dejo de ironía. —No me interpondré… si confías en mí.

Confianza. Una palabra que Emily no ofrecía fácilmente, y mucho menos a un extraño. Sin embargo, la sensación que emanaba aquel hombre era diferente a cualquier otra que hubiera encontrado: no era solo fuerza, era conocimiento, algo antiguo y profundo que se conectaba con su propia esencia de maneras que aún no comprendía.

Mientras discutían silenciosamente, la lluvia comenzó a intensificarse, y de la oscuridad emergieron figuras que Emily reconoció de inmediato: criaturas que se alimentaban del miedo humano y la magia. Un grupo de vampiros renegados que habían estado cazando por la ciudad, seguramente atraídos por el mismo patrón de asesinatos.

Emily se lanzó hacia ellos con velocidad sobrehumana, esquivando golpes y atacando con precisión letal. La lluvia mezclada con la sangre de sus enemigos creaba un escenario de horror y belleza al mismo tiempo. Y entonces, un segundo antes de que una de las criaturas la alcanzara, sintió un impulso extraño: alguien la tomó del brazo, tirando de ella con fuerza hacia un lado.

Tyler. El hombre de ojos intensos que no parecía humano. Su fuerza no era normal, pero tampoco era frenética ni cruel; era controlada, letal y perfecta. Juntos, eliminaron a los atacantes, moviéndose casi como un solo ser, aunque Emily no podía explicar la conexión que sentía.

Cuando todo terminó, Emily respiró con dificultad, observando cómo las sombras de los vampiros caían sobre los adoquines. Tyler permaneció a su lado, seco y aparentemente sin esfuerzo, con esa mirada intensa que no dejaba de observarla.

—¿Quién eres? —preguntó Emily, intentando mantener la calma.

—Alguien que debería haberte acompañado hace siglos —respondió él, con una voz que parecía arrastrar secretos de tiempos antiguos—. Y tal vez… alguien que cambiará tu vida más de lo que estás dispuesta a aceptar.

Emily lo miró fijamente. Nunca había sentido una amenaza tan intensa y, al mismo tiempo, una fascinación absoluta por alguien. Tyler no era un humano cualquiera… y eso era algo que aún no podía comprender del todo.

La lluvia seguía cayendo, mezclándose con la sangre y la electricidad del momento. Emily sabía que aquel encuentro no era casual. El caso apenas había comenzado, pero la aparición de Tyler significaba que las piezas de un juego mucho más peligroso estaban cayendo en su lugar. Y, sin saberlo, su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

Emily se apartó de Tyler apenas unos pasos, observando cómo su extraño aliado parecía tan tranquilo en medio del caos. Su instinto le decía que podía confiar en él… o que estaba a punto de cometer el error más grande de su vida. La lluvia caía con fuerza, empapando sus cabellos y su abrigo, pero su mente estaba completamente concentrada en la escena del crimen y en la presencia de aquel hombre que, de alguna manera, parecía saber más de lo que dejaba ver.




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