La mañana siguiente trajo un silencio inquietante sobre la ciudad. La lluvia había cesado, dejando un olor húmedo que impregnaba las calles y un cielo gris que parecía presagiar lo que estaba por venir. Emily entró en su oficina, un espacio pequeño pero ordenado, con estantes llenos de libros antiguos sobre criaturas sobrenaturales y casos sin resolver. Su escritorio estaba cubierto con informes de la noche anterior y fotos de la escena del crimen. Cada imagen era un recordatorio de que la muerte no era solo un accidente; era un mensaje, un patrón que necesitaba descifrar.
Tyler ya estaba allí, apoyado contra la pared, con los brazos cruzados y la mirada perdida en el callejón de la memoria de la noche anterior. Su presencia era tan desconcertante como tranquilizadora. Emily se sentó frente a él, estudiándolo con cuidado.
—¿Dormiste algo? —preguntó, tratando de sonar casual, aunque la tensión era evidente.
—Un poco —respondió Tyler, encogiéndose de hombros—. Pero no puedo dejar de pensar en lo que vimos. No fue un ataque común. Y la energía que emanaba la marca… es peligrosa, más de lo que crees.
Emily asintió. Su instinto le decía que Tyler tenía razón. Esa energía era diferente a cualquier cosa que hubiera encontrado en siglos de investigación. Algo antiguo, poderoso, y lo peor: inestable.
—Necesito examinar los símbolos más a fondo —dijo Emily, desplegando las fotos sobre su escritorio—. Esto no es obra de un vampiro o un hombre lobo cualquiera. Esto es un mensaje… y alguien quiere que lo descifremos.
Mientras hablaban, su teléfono vibró de nuevo. Otro mensaje anónimo: “No confíes en todos los que te rodean. Lo que buscas está más cerca de lo que imaginas. Pero algunos secretos son demasiado peligrosos para conocerlos.”
Emily frunció el ceño. —Alguien nos está siguiendo, y está jugando con nosotros.
—Entonces debemos movernos rápido —dijo Tyler, con un tono que no admitía discusión. Su mirada era intensa, como si cada palabra estuviera cargada de advertencia y promesa al mismo tiempo.
Decidieron visitar la morgue, donde el cuerpo había sido trasladado. Emily necesitaba confirmar algo: la marca no solo era un símbolo, era un canal de energía. Un canal que podía abrir puertas que ningún humano debería atravesar.
En la morgue, los detectives humanos la miraban con desconfianza. Emily había aprendido a ignorar los comentarios y susurros: en su mundo, la desconfianza era parte del juego. Tyler permaneció a su lado, observando cada movimiento con una precisión que inquietaba incluso a los mortales más experimentados.
—Esto no es normal —murmuró Emily mientras examinaba la piel de la víctima—. La marca todavía vibra con energía residual. Alguien… o algo, la dejó allí a propósito.
—Y no es solo un mensaje —agregó Tyler—. Es una invitación. Una provocación.
Emily levantó la mirada, sorprendida por la claridad de la observación. —Una provocación para quién… ¿para mí?
—Para ti, para mí… para todos los que se interpongan en su camino —dijo él, sus ojos fijos en los símbolos—. No subestimes esto, Emily. Lo que sea que esté detrás de estos asesinatos, no es normal, y no es humano.
Mientras Emily tomaba notas, Tyler se acercó a un rincón de la morgue, inspeccionando algo que ella no podía ver. Su postura era alerta, como si percibiera presencias invisibles. Emily sintió un escalofrío: Tyler podía sentir cosas que ella misma solo intuía. Y aunque confiaba en su instinto, había algo en él que aún le resultaba imposible descifrar.
—Tenemos que encontrar un patrón —dijo Emily, rompiendo el silencio—. La víctima de anoche no fue la primera, y no será la última.
—Entonces necesitamos aliados —respondió Tyler—. Pero no todos los que parecen amigos lo son.
Emily asintió, consciente de que cada paso que daba los acercaba a la verdad… y al peligro. Pero había algo más: una sensación extraña que le revolvía el estómago cada vez que miraba a Tyler. No era miedo. No era deseo. Era… algo que no podía nombrar, pero que sabía que cambiaría todo lo que creía sobre su existencia.
Mientras salían de la morgue, un susurro atravesó la sala vacía. Emily lo percibió antes de que Tyler pudiera reaccionar. Una voz, apenas audible, que parecía provenir de las sombras:
—Ella no debería estar aquí… él tampoco…
Ambos giraron, pero no había nadie. Solo un eco que persistía, resonando en sus oídos, un recordatorio de que los juegos en la ciudad apenas comenzaban.
—¿Lo oíste? —preguntó Emily, tensando los puños.
—Sí —respondió Tyler, su mirada buscando cualquier movimiento—. Y no será la última vez.
Salieron a la calle, donde el cielo gris comenzaba a abrirse, dejando que los primeros rayos de sol iluminaran la ciudad. Pero para Emily, el amanecer no traía paz. Solo advertencias. Sombras que se movían, secretos que aguardaban ser descubiertos y un vínculo que no podía ignorar.
Y mientras caminaban juntos, Emily comprendió algo: el caso que había comenzado como un simple asesinato nocturno se estaba transformando en algo mucho más grande. Algo que cambiaría no solo la ciudad… sino sus propias vidas para siempre.
Porque en la oscuridad, entre sombras y secretos, algo los estaba observando. Y aquella presencia no era humana.
Emily y Tyler caminaron por las calles mojadas, sus pasos resonando sobre los adoquines mientras el silencio de la ciudad era roto solo por el goteo de la lluvia acumulada en los techos y canaletas. Cada sombra parecía alargarse, cada callejón parecía esconder secretos que solo los ojos entrenados de Emily podían percibir.
—Debemos empezar por rastrear los movimientos de las víctimas —dijo Emily mientras sacaba una libreta de notas—. Este símbolo no es al azar; aparece solo en ciertos lugares, en momentos específicos. Alguien nos está guiando… o probando.
Tyler asintió, caminando a su lado con esa calma inquietante que parecía absorber toda la tensión a su alrededor. —Entonces debemos anticiparnos. Si el asesino quiere un juego, jugaremos con él, pero a nuestras reglas.