Sombras encadenadas

Capítulo 13 – Fuego en la Oscuridad

El aire ardía.
El túnel entero parecía hecho de brasas, cada grieta de la piedra brillando con un resplandor rojizo que palpitaba al ritmo del corazón del Guardián. Las cadenas resonaban como campanas de guerra, extendiéndose como serpientes metálicas que buscaban atrapar todo lo vivo a su alcance.

Y allí, en medio de ese infierno, Tyler se alzó.

Su cuerpo temblaba, pero no de debilidad, sino de la fuerza salvaje que había dejado escapar. Las llamas negras cubrían sus brazos, devorando las marcas en su piel como si fueran un combustible inagotable. Cada paso que daba hacía que el suelo vibrara, y el eco de su voz retumbaba con un timbre que no era del todo humano.

—Basta. —Sus palabras atravesaron el aire como cuchillas—. No volverás a encadenarme.

El Guardián rugió, un rugido hueco que hizo retumbar los muros. Sus cadenas se elevaron, decenas de ellas, como un enjambre dispuesto a caer sobre Tyler.

Emily observaba con el corazón encogido. Parte de ella quería correr hacia él, detenerlo, arrancarlo de esa oscuridad que amenazaba con consumirlo. Pero otra parte, más profunda, sabía que interferir en ese momento sería condenarlos a ambos.

—Por favor… —murmuró, apretando con fuerza la daga entre sus dedos—. Vuelve a mí.

El primer choque fue devastador.

Las cadenas descendieron como relámpagos. Tyler levantó una mano y las atrapó en pleno aire. El metal chisporroteó al contacto con sus llamas, retorciéndose como si sufriera dolor. Con un movimiento violento, Tyler arrancó la cadena y la lanzó contra el Guardián.

El monstruo retrocedió apenas, pero su respuesta fue brutal. Dos cadenas se enrollaron en torno al torso de Tyler, apretando con fuerza. El sonido de huesos crujiendo llenó el aire. Emily dio un paso al frente, el pánico latiendo en su pecho.

—¡Tyler!

Él gritó, pero no de dolor, sino de furia. Su fuego se intensificó, consumiendo las cadenas hasta reducirlas a polvo ardiente. Dio un salto, lanzándose contra el Guardián con una velocidad imposible. El impacto fue tan fuerte que la criatura se estrelló contra la pared del túnel, agrietándola.

Emily lo miraba, incapaz de apartar los ojos de esa transformación. El Tyler que conocía seguía ahí, en sus gestos, en la forma en que luchaba con rabia protectora… pero había algo más, algo mucho más oscuro.

El Guardián se incorporó, rugiendo con un eco metálico que sacudió el aire. De su pecho emergió un resplandor carmesí, y de repente, todo el túnel se llenó de cadenas incandescentes.

Emily sintió el suelo romperse bajo sus pies. El mundo entero parecía desmoronarse.

Tyler se giró hacia ella un segundo, su mirada ardiente buscándola entre el caos.
—¡Emily, corre!

Ella negó con un movimiento brusco.
—No pienso dejarte.

Las cadenas se precipitaron hacia ambos. Emily levantó la daga y cortó una que casi le atravesaba el cuello, mientras Tyler se envolvía en su propio fuego, derribando a decenas de ellas. El sonido era ensordecedor, como mil espadas chocando al mismo tiempo.

El Guardián avanzó, implacable. Sus manos de hierro se extendieron hacia Tyler, como si intentaran arrancarle el alma del pecho.

Emily gritó:
—¡Cuidado!

Tyler se giró justo a tiempo para interceptar el golpe. Sus llamas envolvieron el casco ennegrecido del Guardián, y durante un instante, todo fue un estallido de luz y calor.

Emily cayó de rodillas, cubriéndose los ojos. El suelo entero temblaba, como si el túnel estuviera colapsando. Entre el estruendo, escuchó la voz de Tyler, gritando con una mezcla de dolor y desafío:

—¡NO TE PERTENEZCO!

El estallido final llegó como un trueno. Las cadenas se partieron, el Guardián lanzó un rugido que se convirtió en un chillido metálico, y luego… silencio.

Emily levantó la mirada.

El Guardián ya no estaba. Solo quedaba un montón de cadenas rotas, humeantes, y un cráter en el suelo.

En medio de todo eso, Tyler permanecía de pie.

Su respiración era agitada, su cuerpo cubierto de cenizas y fuego. Pero lo que más la estremeció fue su mirada: sus ojos aún brillaban con ese fulgor oscuro, inhumano, y en ellos no había calma, solo rabia.

Emily se levantó lentamente, acercándose.
—Tyler… soy yo.

Él se giró hacia ella, y por un instante, Emily sintió que esa mirada podía atravesarla como cuchillas. El fuego en su piel chisporroteaba, extendiéndose más allá de su control.

Ella dio un paso más, ignorando el calor abrasador.
—Escúchame. Ya pasó. Terminó.

Él apretó los dientes, su cuerpo entero temblando.
—No… puedo… detenerlo…

Emily lo tomó del rostro con ambas manos, aun cuando el fuego le quemaba la piel. Aguantó el dolor, sin apartarse.
—Mírame. —Su voz fue firme, casi una orden—. No eres un monstruo. No importa lo que tengas dentro. Lo que importa es que volviste. Que elegiste pelear… por nosotros.

Por un instante, Tyler pareció resistirse. Sus llamas rugieron con más fuerza, quemándole los brazos y haciéndola caer de rodillas. Pero ella no lo soltó.

—Si vas a perderte… —dijo entre jadeos—. Entonces me vas a llevar contigo.

El silencio cayó de golpe.

El fuego alrededor de Tyler se contrajo, como si hubiera contenido la respiración. Sus ojos volvieron a ser los de siempre, azules, claros, vulnerables. Y entonces, como si todo su cuerpo hubiera recordado de repente lo que significaba ser humano, cayó al suelo inconsciente, en brazos de Emily.

Emily lo sostuvo contra su pecho, jadeando, con lágrimas cayendo sobre su piel quemada.

—Idiota… —susurró, apretándolo con fuerza—. No me vuelvas a asustar así.

El túnel estaba destrozado, pero en la distancia, una tenue luz indicaba una salida. Emily lo miró, agotada pero decidida.

—Te prometí que nunca te dejaría atrás. Y pienso cumplirlo.

Lo cargó en brazos otra vez, sin importarle el dolor de sus heridas, y caminó hacia la salida, hacia la incertidumbre… y hacia todo lo que aún debían enfrentar.




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