El aire estaba cargado de electricidad y miedo.
Emily se movía con rapidez entre las antorchas del refugio, colocando pequeñas trampas improvisadas y verificando cada esquina mientras Tyler se recobraba, aún temblando por el esfuerzo de controlar su fuego.
—No te acerques demasiado a los bordes —dijo Emily, con la voz tensa—. Si caes, no sé si podré salvarte esta vez.
Tyler asintió, consciente de que la situación era más que peligrosa.
—Estoy listo —dijo, con la voz ronca—. Aunque todavía no sé si “listo” significa vivir o salir ardiendo.
Emily arqueó una ceja, medio sonrisa, medio advertencia.
—Eso lo vamos a descubrir muy pronto.
El primer indicio llegó como un susurro entre los árboles fuera del refugio. Una sombra que se movía demasiado rápido, demasiado silenciosa.
Kael fue el primero en reaccionar.
—¡Se acercan! —gritó, tomando su daga—. Lyria, prepárate para bloquearlos con magia.
Emily llevó a Tyler hacia el círculo de símbolos que habían dibujado la noche anterior, un punto seguro que podía contener y canalizar parte del poder de Tyler en caso de emergencia.
—Si pierdes el control, usa el círculo —le recordó—. Yo no voy a dejar que te mates ni que mates a nadie más.
Tyler inhaló profundamente.
—Lo sé. Confío en ti.
Los árboles estallaron en movimiento. Varios seres emergieron, no humanos, con ojos brillantes y garras largas. La luz de las antorchas reflejaba sus cuerpos delgados pero musculosos, y Emily supo de inmediato que no eran simples hombres lobo; algo más oscuro, más organizado, los estaba guiando.
—¡Defended el refugio! —ordenó Lyria, alzando su bastón. Una barrera de energía emergió de la punta, trazando un escudo sobre la entrada principal.
El primer ataque fue brutal.
Uno de los enemigos se lanzó desde un árbol, directo hacia Emily. Ella rodó por el suelo, esquivando con agilidad, y lo atacó con la daga. Sintió el crujido metálico cuando la hoja cortó algo más que carne; su enemigo chilló y desapareció en un humo negro que se disipó rápidamente.
Tyler estaba en el centro del círculo, concentrado. Su fuego aún era peligroso, pero esta vez lo mantenía controlado, canalizándolo en ráfagas precisas que barrían a los atacantes sin romper la estructura del refugio. Cada golpe suyo resonaba con potencia, cada exhalación controlada era un recordatorio de que aún podía sobrevivir sin dejar que su oscuridad lo consumiera.
Lyria, a su lado, lanzaba hechizos que creaban barreras de energía y fuego azul, obligando a los enemigos a retroceder, a replegarse y reorganizarse.
Kael y Nira se movían con agilidad, cortando a los que lograban atravesar la primera línea de defensa. Emily no dejaba de vigilar a Tyler, sintiendo que cada enemigo que caía era también un recordatorio de lo que podría suceder si él perdía el control.
El combate se volvió más intenso.
Los enemigos comenzaron a usar tácticas coordinadas, atacando desde varios puntos al mismo tiempo. Una sombra enorme, más grande que los demás, emergió detrás de las barreras de Lyria, y su rugido metálico hizo vibrar las paredes.
Emily sintió un escalofrío.
—Eso no es un lobo —murmuró—. Eso es algo más grande.
Tyler la escuchó y asintió sin apartar la vista del círculo.
—Déjame a mí.
Antes de que Emily pudiera protestar, él lanzó una explosión de fuego concentrado hacia la sombra, derribándola parcialmente. Pero no desapareció. En lugar de eso, su forma se reconstruyó rápidamente, más sólida, más feroz.
—¡Tyler! —gritó Emily—. ¡Cuidado!
—Lo sé —contestó él—. Pero si no lo hago, el refugio no dura ni cinco minutos.
Emily tragó saliva y ajustó su agarre sobre la daga, dispuesta a luchar junto a él, sin importar el precio.
Lyria gritó un hechizo más fuerte, creando una barrera casi impenetrable que bloqueaba el avance principal.
—¡Manteneos dentro! —ordenó—. No dejéis que entren.
Pero los atacantes eran demasiados.
Emily sintió que la adrenalina corría por su cuerpo como un torrente. Moviéndose con rapidez, cortando, esquivando y protegiendo a Tyler, comprendió que esta batalla no era solo por sobrevivir; era por el futuro de ambos, por la confianza que habían construido y por todo lo que todavía no podían permitirse perder.
El enemigo más grande, la sombra que había sobrevivido a la explosión de Tyler, se lanzó directamente hacia él. Tyler inhaló hondo, concentrándose, y un halo de fuego negro lo rodeó. La energía fluyó a través del círculo, expandiéndose, golpeando a la sombra con fuerza descomunal.
Emily se cubrió el rostro ante el resplandor. Cuando abrió los ojos, la sombra había retrocedido, pero no desaparecido. Tyler estaba temblando, agotado, sudando y jadeando, pero en pie.
—¡Tyler! —gritó Emily, corriendo hacia él—. ¿Estás bien?
—Sí… pero no por mucho tiempo —contestó él, con voz ronca—. Esto solo empeora.
Emily sabía que tenía razón.
Cada vez que Tyler liberaba más de su poder, un fragmento de él desaparecía en la oscuridad que lo habitaba. Y ahora, frente a ellos, los enemigos parecían más preparados, más calculadores, como si supieran cómo atacarlo sin destruirlo del todo, pero sí romper su control.
—¡Emily! —gritó Kael—. ¡Cúbrelo mientras se recompone!
Emily asintió, posicionándose frente a Tyler, dispuesta a tomar cada golpe que viniera. Sentía que cada instante podía ser el último, pero también sabía que mientras estuvieran juntos, tenían una oportunidad.
Y entonces, como un eco de la noche anterior, Tyler la miró. Sus ojos brillaban con el fulgor oscuro, pero ahora había control, determinación y algo más: confianza en ella.
—Juntos —dijo, y Emily asintió.
El enfrentamiento continuó, feroz y desbordante. Cada movimiento de Tyler era calculado, cada ataque suyo se combinaba con la defensa de Emily, Lyria, Kael y Nira. El refugio se convirtió en un caos de fuego, magia y acero. Cada segundo era una lucha por la vida, una prueba de que podían enfrentarlo todo, incluso aquello que parecía invencible.