El refugio estaba en ruinas, pero aún permanecía en pie, sostenido por la fuerza de quienes lo habitaban. Emily y Tyler caminaban entre los escombros, evaluando daños y heridas. Kael limpiaba la sangre de su daga mientras Lyria revisaba los símbolos en las paredes, asegurándose de que aún pudieran canalizar energía protectora.
—No podemos seguir así —dijo Emily, con voz tensa—. Cada ataque nos deja más cerca de ser superados.
Tyler asintió, con los hombros tensos.
—Lo sé… cada vez que libero mi fuego, siento que algo dentro de mí despierta. Y no siempre puedo controlarlo.
Emily lo miró fijamente.
—Entonces necesitamos entenderlo. No solo protegernos, sino saber qué es exactamente lo que llevas dentro.
Lyria asintió, apoyando su bastón contra la pared.
—Tiene razón. Lo que Tyler posee no es un poder común. Es antiguo, oscuro… y probablemente buscado por fuerzas que ni siquiera imagináis.
Kael frunció el ceño.
—Entonces este líder no vino solo por nosotros, sino por él.
Tyler cerró los ojos, respirando profundamente.
—Eso explicaría por qué sentí… algo más en él. Como si supiera cómo provocarme, cómo empujarme al límite.
Emily tomó su mano, apretándola con fuerza.
—Sea lo que sea, no dejaré que te consuma. No mientras yo esté contigo.
Mientras el grupo discutía, un ruido sutil los hizo girar. Desde un pasaje lateral emergió una figura encapuchada, moviéndose con sigilo. Nira gritó y se escondió detrás de Kael, mientras Emily levantaba la daga.
—¡Detente! —ordenó Emily—. ¿Quién eres?
La figura levantó las manos lentamente, revelando un rostro joven, pero marcado por algo sobrenatural: ojos completamente negros y una sonrisa que no llegaba a los labios.
—Tranquilos —dijo con voz suave—. No vengo a atacarlos.
Kael entrecerró los ojos.
—¿Y cómo podemos confiar en ti?
La joven encapuchada dio un paso adelante.
—Porque sé quién es Tyler —dijo, mirando directamente a él—. Y sé lo que es.
Tyler retrocedió un paso, sorprendido.
—¿Quién… quién eres tú?
—Mi nombre es Seraphine —respondió—. Y estoy aquí para ayudarte a entender tu fuego, antes de que te destruya a ti… o a todos los que amas.
Emily frunció el ceño, desconfiada.
—¿Y por qué deberíamos creerte?
Seraphine sonrió con tristeza.
—Porque no hay tiempo. Ellos volverán, y vendrán con más fuerza. Solo yo puedo enseñarte a controlar lo que eres.
Mientras tanto, fuera del refugio, las sombras se movían con coordinación. El líder enemigo que habían enfrentado anteriormente hablaba con un grupo más grande, revelando un propósito mayor.
—No podemos permitir que siga viviendo —dijo con voz grave—. Su fuego no es natural. Y si no lo detenemos ahora, arrasará todo lo que nos rodea.
Uno de sus seguidores, más joven, frunció el ceño.
—Pero es un humano… ¿cómo puede ser tan poderoso?
—No lo es —respondió el líder—. Es mucho más que eso. Es un demonio disfrazado de mortal. Y nosotros vamos a arrancarle cada secreto.
De vuelta en el refugio, Emily observaba cómo Tyler y Seraphine comenzaban a caminar hacia la sala de entrenamiento improvisada. Él parecía tenso, pero decidido. Seraphine hablaba con calma, explicando técnicas para canalizar su fuego y controlar los impulsos que amenazaban con destruirlo.
Emily se quedó observando desde la entrada, preocupada pero confiada. Sabía que Tyler necesitaba aprender rápido. Si perdía el control nuevamente, podrían perder todo.
—No es solo fuego —decía Seraphine—. Es un vínculo con tu esencia demoníaca. Cada chispa que liberas refleja lo que eres en lo más profundo. Y si no aprendes a aceptarlo y controlarlo, no habrá refugio que te salve.
Tyler escuchaba atentamente, aunque cada palabra hacía que su corazón latiera con fuerza.
—¿Es… es mi culpa? —preguntó, con voz temblorosa—. ¿Si esto me consume, arruinaré todo a mi alrededor?
Seraphine negó con la cabeza.
—No. No es culpa, pero sí responsabilidad. Y ahora, debes elegir: dejar que te domine o aprender a dominarlo tú.
Emily respiró hondo, acercándose a él.
—Y yo estaré contigo en cada paso. No importa lo que ocurra, no te dejaré solo.
Tyler la miró, y por un instante, su máscara de miedo y oscuridad se suavizó.
—Gracias… Emily.
Horas después, el entrenamiento comenzó. Tyler aprendía a enfocar su fuego en objetivos específicos, a canalizar la energía para no dejarse arrastrar por la ira y el miedo. Seraphine lo guiaba con precisión, mientras Emily observaba de cerca, lista para intervenir si algo salía mal.
Pero incluso mientras avanzaba, Tyler sentía la presencia de algo más profundo dentro de él: un poder latente que Seraphine apenas había rozado, y que podía despertar en cualquier momento. Una fuerza que no era solo fuego… sino algo que se alimentaba de su voluntad y sus emociones.
—Esto es solo el comienzo —dijo Seraphine—. Lo que controlas hoy será lo que determines mañana.
Emily tomó la mano de Tyler, apretándola con fuerza.
—Y pase lo que pase, no permitiré que te pierdas.
Él la miró, y por primera vez en semanas, sonrió con verdadero alivio.
—Entonces vamos a sobrevivir juntos.
Pero fuera del refugio, los ecos del enemigo se acercaban nuevamente. Y esta vez, no sería solo un ataque… sino un juicio.
Tyler respiraba profundamente, intentando concentrarse mientras Seraphine lo guiaba. Cada movimiento que hacía estaba calculado: controlar el fuego, contener la oscuridad dentro de él y no dejar que la ansiedad lo dominara. La tensión era palpable; incluso el aire dentro del refugio parecía más denso, cargado de energía latente.
—Siente tu poder —le instruyó Seraphine—. No lo reprimas, pero tampoco lo dejes arrastrarte. El fuego es una extensión de ti, no tu amo.
Tyler asintió, sintiendo la fuerza crecer dentro de él. Por primera vez, no sentía miedo absoluto, sino una especie de determinación contenida. Cada vez que liberaba una chispa controlada, su confianza crecía, y Emily observaba cada gesto con atención, lista para intervenir si algo salía mal.