Sombras encadenadas

Capítulo 20 – La trampa del corazón

El amanecer apenas rozaba los bordes del horizonte, pero el refugio no había encontrado descanso. Emily recorría los pasillos con pasos firmes, aunque por dentro sentía el peso de las revelaciones de Lyria. Sabía que el enemigo la había marcado como objetivo. Y lo peor: Tyler también lo sabía.

Él no se apartaba de su lado, como una sombra protectora. Aunque intentaba disimularlo, Emily notaba cómo sus manos temblaban de vez en cuando, encendidas en un calor que apenas contenía.

—No puedes protegerme de todo —dijo Emily en voz baja, mientras ajustaba el cinturón de armas en su cintura.

Tyler la miró de reojo.
—No pienso discutirlo.

Ella suspiró, cansada de la terquedad, pero antes de responder, Kael apareció corriendo desde el pasillo norte. Su rostro era puro nerviosismo.
—Tenemos un problema.

Emily tensó los hombros.
—¿Qué pasó?

Kael mostró un trozo de pergamino con un sello roto, manchado de sangre fresca.
—Un mensaje dejado a propósito en la entrada. Es una invitación… o una advertencia.

Emily tomó el papel y leyó en silencio:

"Ven sola al puente de piedra antes de que caiga el sol. Si vienes con él, morirá. Si no vienes, alguien más pagará el precio."

Su estómago se encogió. No necesitaba más pistas: era para ella.

—¡Es una trampa! —rugió Tyler, lanzando el pergamino al suelo. El fuego le recorrió los brazos como una amenaza latente—. No irás a ningún lado.

Emily lo enfrentó con calma, aunque por dentro hervía de miedo y tensión.
—Si no voy, alguien inocente morirá. Eso lo sabes.

Tyler apretó los dientes, incapaz de contradecirla.
—¿Y qué si es a ti a quien quieren? —sus ojos se oscurecieron aún más, como un pozo sin fondo—. No arriesgaré perderte.

Ella lo tocó suavemente en el brazo, bajando su energía.
—No estoy pidiéndote permiso, Tyler. Esto no es solo sobre mí. Es sobre lo que estamos enfrentando.

Lyria entró en la sala en ese momento, con el rostro más pálido que nunca.
—Emily tiene razón. La amenaza es clara y específica. Pero… —sus ojos se posaron en Tyler— hay una forma de nivelar el juego.

Todos la miraron expectantes.
—Si usamos un sello de ocultamiento, podremos disfrazar la esencia de Tyler. Nadie notará que la acompaña, siempre y cuando no pierda el control.

Tyler rió amargamente.
—¿Quieres que me esconda como un fantasma mientras la arriesgan como carnada?

Emily lo tomó de la mano con firmeza.
—No como fantasma… sino como mi guardián en las sombras.

El sol descendía lentamente cuando llegaron al puente de piedra. El río bajo ellos rugía, negro y embravecido, como si reflejara la tensión que impregnaba el aire. Emily caminaba sola, su figura erguida y segura. Tyler, oculto tras el sello de Lyria, permanecía a escasos pasos, invisible para cualquiera que no supiera dónde buscar.

Del otro lado del puente, tres figuras esperaban. Sus rostros ocultos bajo capuchas, pero sus presencias eran inconfundibles: poder, malicia y un hambre de destrucción.

La del centro habló, con una voz que parecía deslizarse como veneno.
—Emily… la vampiresa detective. Tan valiente al presentarse aquí, sola.

Emily mantuvo la mirada firme.
—Estoy aquí. Liberen al inocente que han tomado.

Unos gritos desgarradores se escucharon desde la penumbra, confirmando que alguien estaba prisionero.

La figura central sonrió con crueldad.
—Claro que lo liberaremos… si entregas lo que queremos.

Emily no respondió. Su instinto le gritaba que no confiara en una sola palabra. Y entonces, de pronto, las sombras en el suelo comenzaron a levantarse, tomando forma de garras y fauces, rodeándola.

Tyler, desde las sombras, sintió cómo su fuego hervía en sus venas. Solo bastaba un segundo para romper el sello y arrasar con todo. Pero sabía que si lo hacía demasiado pronto, caerían directo en la trampa.

Emily, rodeada, apretó con fuerza la empuñadura de su espada.
—Si creen que me tienen atrapada, están muy equivocados.

Y con un movimiento rápido, su filo brilló en la penumbra, desatando la primera chispa de una batalla que incendiaría la noche.

Las sombras que surgían del puente parecían devorar la luz del crepúsculo, extendiéndose como lenguas oscuras hacia Emily. Cada movimiento que ella hacía era calculado; cada paso debía ser medido, pues cualquier error podía ser fatal.

Tyler permanecía invisible a los ojos enemigos gracias al sello de Lyria, su fuego latiendo bajo la piel como un volcán a punto de estallar. Sentía cada respiración de Emily, cada tensión en sus músculos, como un aviso de peligro que podía estallar en cualquier momento.

—No puedo fallar —murmuró Emily entre dientes—. No mientras alguien dependa de mí.

Del otro lado del puente, la figura central alzó las manos, y del río emergieron criaturas acuáticas distorsionadas, con ojos rojos y colmillos afilados. Se movían con rapidez, cerrando el círculo alrededor de Emily, mientras los dos acompañantes de la figura se preparaban para atacar desde los lados.

Emily no vaciló. Con un giro ágil, cortó con su espada a la primera sombra que intentaba tocar su pierna, mientras otra se lanzaba desde un costado. Sus movimientos eran fluidos, casi perfectos, una combinación de precisión, velocidad y estrategia. Cada corte dispersaba las sombras, pero no las eliminaba por completo.

Tyler sintió un temblor en su interior. Las criaturas no eran simples ilusiones; absorbían energía del entorno, alimentándose de la tensión y del miedo. Cada segundo que pasaba aumentaba el riesgo de perder el control del fuego.

—Emily —susurró Tyler desde las sombras—. Mantente en movimiento. No los enfrentes solos.

Ella lo miró brevemente, entendiendo la señal, y cambió su táctica. Comenzó a girar en círculos, usando el puente como defensa natural, cortando y empujando las sombras hacia los lados para reducir el peligro inmediato.




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