El amanecer nunca había sido tan gris.
La ciudad, envuelta en una neblina espesa, parecía sostener la respiración. En el centro de todo, el puente de piedra —ahora reducido a ruinas y fuego humeante— era un recordatorio silencioso de lo ocurrido.
Emily observaba desde lo alto de una colina, los brazos cruzados, los ojos fijos en el lugar donde el ritual se había sellado. No había dormido. No podía.
Cada vez que cerraba los ojos, revivía el instante en que el sello se cerró… y la voz del abismo susurró su nombre.
A su lado, Tyler permanecía en silencio. Su cuerpo aún mostraba rastros de las marcas demoníacas, aunque se desvanecían lentamente. Sin embargo, su mirada había cambiado: era más oscura, más contenida. Había algo en él… que incluso Emily no alcanzaba a comprender del todo.
—¿Estás seguro de que el sello se cerró? —preguntó ella finalmente.
Tyler tardó unos segundos en responder.
—Sí… pero no del todo. —Levantó la vista hacia el humo distante—. El ritual fue interrumpido, no destruido. Una parte de esa entidad quedó atrapada... y otra, libre.
Emily lo miró con preocupación.
—¿Libre dónde?
Tyler la miró a los ojos, serio.
—Dentro de ti.
El silencio que siguió fue devastador.
Emily sintió cómo el aire se volvía pesado. Su cuerpo, su mente, todo dentro de ella pareció encogerse ante la idea.
—¿Qué estás diciendo? —susurró, retrocediendo un paso.
Tyler no la siguió.
—El sello se completó usando nuestra sangre, Emily. Dos almas, unidas por fuego y oscuridad. Parte del poder que intentábamos contener... se transfirió a ti. Y a mí.
Emily apretó los puños.
—Entonces... ¿somos el recipiente de esa cosa?
—Mitad y mitad —respondió él, casi con dolor—. Si uno de los dos muere, el equilibrio se rompe. Y el ser… volvería.
Emily giró, furiosa.
—¡Perfecto! Ahora no solo tengo a medio consejo queriendo mi cabeza, sino también un demonio encerrado dentro de mí.
Tyler la observó con calma, aunque en sus ojos brillaba una chispa de culpa.
—Te salvé la vida, y tú salvaste la mía. Ese vínculo... ya no puede romperse.
Emily respiró hondo, tratando de calmar la tormenta en su mente.
El sonido de motores la interrumpió. Varios vehículos se detuvieron en la colina, y de ellos bajaron figuras con abrigos largos, insignias doradas en el pecho.
El Consejo de Vampiros había llegado.
La primera en acercarse fue Marla Von Kareth, una vampira de piel grisácea, cabellera blanca y una mirada capaz de helar la sangre de cualquiera.
—Emily D’Arcanne —dijo su nombre como si pronunciara una sentencia—. El Consejo requiere una explicación.
Emily no se movió.
—¿Por el puente o por el hecho de que sigo viva?
Marla entrecerró los ojos.
—Por ambos.
Tyler se adelantó, pero dos guardianes lo rodearon de inmediato, sus armas cargadas con balas de plata encantada.
—No se acerque, demonio.
—¡No lo hagan! —advirtió Emily, interponiéndose—. Si lo atacan, activarán un fuego que no podrán apagar.
Marla la observó unos segundos y luego bajó una mano, ordenando a los suyos retroceder.
—Así que es cierto… vinculada a un demonio. —Su voz sonó con una mezcla de asco y fascinación—. Has roto las leyes más antiguas de nuestra especie.
Emily sostuvo la mirada.
—Y aun así, sigo siendo la única que pudo evitar que una criatura ancestral destruyera esta ciudad.
Marla se acercó lentamente, su tono tan frío como su sonrisa.
—Eso te salvará de la ejecución. Pero no de la vigilancia. El Consejo quiere respuestas… y obediencia.
Emily apretó los dientes, pero no replicó. Sabía que cualquier palabra equivocada podría sellar su destino.
La primera en acercarse fue Marla Von Kareth, una vampira de piel grisácea, cabellera blanca y una mirada capaz de helar la sangre de cualquiera.
—Emily D’Arcanne —dijo su nombre como si pronunciara una sentencia—. El Consejo requiere una explicación.
Emily no se movió.
—¿Por el puente o por el hecho de que sigo viva?
Marla entrecerró los ojos.
—Por ambos.
Tyler se adelantó, pero dos guardianes lo rodearon de inmediato, sus armas cargadas con balas de plata encantada.
—No se acerque, demonio.
—¡No lo hagan! —advirtió Emily, interponiéndose—. Si lo atacan, activarán un fuego que no podrán apagar.
Marla la observó unos segundos y luego bajó una mano, ordenando a los suyos retroceder.
—Así que es cierto… vinculada a un demonio. —Su voz sonó con una mezcla de asco y fascinación—. Has roto las leyes más antiguas de nuestra especie.
Emily sostuvo la mirada.
—Y aun así, sigo siendo la única que pudo evitar que una criatura ancestral destruyera esta ciudad.
Marla se acercó lentamente, su tono tan frío como su sonrisa.
—Eso te salvará de la ejecución. Pero no de la vigilancia. El Consejo quiere respuestas… y obediencia.
Emily apretó los dientes, pero no replicó. Sabía que cualquier palabra equivocada podría sellar su destino.
Pero mientras planeaban su siguiente movimiento, lejos de allí, en las ruinas del puente, algo comenzó a moverse.
Entre las piedras calcinadas, una sombra líquida se deslizó lentamente. Tomó forma humana, con ojos de un rojo profundo.
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
—No todos los fragmentos fueron sellados…
Y en la distancia, los ecos del ritual aún resonaban, llamando a los seres que esperaban su momento para despertar.