Sombras encadenadas

Capítulo 24 – El Primer Sello

El salón del Consejo de Vampiros era tan majestuoso como aterrador.
Los muros estaban cubiertos de relieves antiguos, cada uno representando pactos sellados con sangre. En el centro, un trono de piedra negra dominaba la sala, y sobre él, la mirada implacable de Marla Von Kareth, la jueza suprema del Consejo.

Emily permanecía de pie frente a ellos, flanqueada por dos guardianes. Su rostro era sereno, pero sus ojos brillaban con esa chispa desafiante que los siglos no habían apagado.
Tyler estaba detrás de ella, encadenado con grilletes rúnicos que intentaban contener su energía. No era tanto una medida de seguridad… como una provocación.

El murmullo de los presentes llenaba el aire. Los miembros del Consejo —vampiros antiguos, brujos y cazadores aliados— discutían en voz baja, observando a la pareja con mezcla de curiosidad y repulsión.

Marla golpeó su bastón contra el suelo.
—Silencio. —Sus ojos se clavaron en Emily—. D’Arcanne, fuiste convocada por romper las leyes del pacto y vincularte con un ser infernal. ¿Tienes algo que decir en tu defensa?

Emily respiró hondo.
—Si no lo hubiera hecho, todos ustedes estarían muertos.

Un murmullo recorrió la sala. Uno de los consejeros, un vampiro de piel ceniza llamado Lord Calthorn, se inclinó hacia adelante.
—¿Y debemos agradecerte por traer la mitad de un demonio al corazón de nuestra ciudad?

Tyler levantó la vista, sus ojos dorados encendidos.
—Cuidado con tus palabras, anciano.

Un guardia le golpeó el estómago, pero Tyler ni siquiera se movió. Las cadenas temblaron, como si el metal temiera romperse.

Emily dio un paso al frente.
—Él no es su enemigo. El ritual fue iniciado por un grupo de herejes que planeaban liberar algo mucho peor que un demonio. Lo que Tyler hizo fue contener el desastre.

Marla entrecerró los ojos.
—¿Y el precio de ese “control”? —se burló—. Estás vinculada a él, ¿no es así? Tu sangre y la suya ahora son una.

Emily no respondió, pero el silencio fue suficiente.

Marla se levantó.
—Entonces estás contaminada. Una amenaza para todos nosotros.

El Consejo estalló en murmullos. Algunos pedían su destierro, otros su ejecución. Solo una voz interrumpió el caos: Lyria.

—¡Basta! —su tono resonó con fuerza, y todos guardaron silencio—. Si ejecutan a Emily, liberarán al ser que ambos sellaron. ¿Quieren provocar el fin ustedes mismos?

Marla la observó fríamente.
—Entonces su vida está sujeta al pacto. Pero habrá condiciones.

Emily levantó el rostro.
—¿Qué condiciones?

Marla bajó del trono y se acercó hasta quedar frente a ella.
—Trabajarás para el Consejo, bajo vigilancia. El demonio te acompañará, pero cualquier acto que consideremos peligroso… —tocó su cuello con una uña afilada— será el final para ambos.

Emily no se movió.
—Acepto.

Marla sonrió.
—Excelente. Entonces empezarás de inmediato.

Horas más tarde, en el refugio, Emily lanzaba su abrigo contra el sofá.
—“Bajo vigilancia”. Claro. Como si no fuera suficiente tener un demonio dentro de mí, ahora tengo vampiros siguiéndome.

Tyler la observaba desde el marco de la puerta, los grilletes rotos tirados en el suelo.
—Podríamos huir.

—Y que el Consejo me cace por traición. No, gracias. —Se dejó caer en el sillón, cansada—. Además, si Lyria tiene razón, necesitamos esos sellos.

Lyria apareció entonces, con un libro enorme bajo el brazo.
—Ya localicé el primero —anunció—. Está en las Catacumbas de Varlane, bajo la ciudad vieja.

Emily la miró, incrédula.
—¿Las catacumbas? Pensé que estaban selladas desde hace siglos.

—Lo estaban. Hasta hace unos días. —Lyria abrió el libro y mostró un dibujo antiguo: un círculo con runas talladas y un emblema de fuego y sangre—. Este es el Sello del Corazón Dormido. Su activación podría liberar parte del espíritu del Despertado.

Tyler frunció el ceño.
—Entonces tenemos que destruirlo antes de que alguien más lo use.

—Exacto —asintió Lyria—. Pero no será fácil. Los pasajes están protegidos por guardianes antiguos, y solo alguien con sangre vampírica… y fuego infernal… puede atravesarlos.

Emily lo entendió de inmediato.
—Nosotros.

Lyria les entregó un medallón tallado en obsidiana.
—Esto los guiará. Pero recuerden, los sellos no son solo magia… son fragmentos de una voluntad viva. Intentará tentarlos.

Tyler sonrió con ironía.
—Eso no será nuevo.

Horas más tarde, en el refugio, Emily lanzaba su abrigo contra el sofá.
—“Bajo vigilancia”. Claro. Como si no fuera suficiente tener un demonio dentro de mí, ahora tengo vampiros siguiéndome.

Tyler la observaba desde el marco de la puerta, los grilletes rotos tirados en el suelo.
—Podríamos huir.

—Y que el Consejo me cace por traición. No, gracias. —Se dejó caer en el sillón, cansada—. Además, si Lyria tiene razón, necesitamos esos sellos.

Lyria apareció entonces, con un libro enorme bajo el brazo.
—Ya localicé el primero —anunció—. Está en las Catacumbas de Varlane, bajo la ciudad vieja.

Emily la miró, incrédula.
—¿Las catacumbas? Pensé que estaban selladas desde hace siglos.

—Lo estaban. Hasta hace unos días. —Lyria abrió el libro y mostró un dibujo antiguo: un círculo con runas talladas y un emblema de fuego y sangre—. Este es el Sello del Corazón Dormido. Su activación podría liberar parte del espíritu del Despertado.

Tyler frunció el ceño.
—Entonces tenemos que destruirlo antes de que alguien más lo use.

—Exacto —asintió Lyria—. Pero no será fácil. Los pasajes están protegidos por guardianes antiguos, y solo alguien con sangre vampírica… y fuego infernal… puede atravesarlos.

Emily lo entendió de inmediato.
—Nosotros.




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