Sombras Eternas

Capitulo 1: La llegada de la noche.

La noche se volvió cómplice de sus pensamientos mientras Elena se adentraba cada vez más en un mundo donde la frontera entre lo real y lo fantástico se desdibujaba. El aire frío le mordía la piel a través del abrigo, y las luces titilantes de Ashwood parecían murmurar leyendas que no alcanzaba a comprender, pero que la llamaban con voz hipnótica.

Elena recordaba los ojos de Stefan, aquellos ojos oscuros y melancólicos que le hablaban sin palabras, cargados de secretos antiguos y de un amor que parecía condenado a arder en la sombra. En cambio, Damon era una tormenta contenida, impredecible y arrolladora, con una sonrisa que podía iluminar la noche y al mismo tiempo apagar cualquier esperanza.

Ella sentía que estaba atrapada en un triángulo imposible, entre dos hermanos y dos formas de enfrentar la oscuridad. Y a pesar de que no entendía aún el alcance de todo aquello, sabía que estaba destinada a jugar un papel mucho más importante del que jamás imaginó.

Los días pasaban y la rutina se desdibujaba entre el murmullo constante de sus dudas y las presencias que comenzaban a rodearla. Stefan la había invitado a pasear por los alrededores de Ashwood, donde los árboles centenarios y las casas antiguas contaban historias de un tiempo olvidado. Caminaban en silencio muchas veces, con una tensión que no necesitaba palabras para hacerse sentir.

En uno de esos paseos, Stefan la detuvo frente a un viejo puente de piedra que cruzaba el río lento y oscuro. La niebla se elevaba desde el agua, cubriendo la superficie con una capa fantasmal que parecía esconder algo bajo su piel.

— Este lugar guarda memorias — dijo Stefan en voz baja—. Memorias que se niegan a morir.

Elena miró el río y sintió un escalofrío. Por un momento, todo parecía tan frágil, tan suspendido entre la luz y la oscuridad.

— ¿Qué tipo de memorias? — preguntó con cautela.

— Historias de amor, traición, muerte... y resurrección — respondió él—. Y tú formas parte de ellas, más de lo que crees.

Aquella noche, al llegar a casa, Elena encontró una carta anónima deslizada bajo la puerta. El sobre era negro, sin remitente, y al abrirlo descubrió una hoja con una caligrafía elegante pero helada que decía:

“La noche no perdona a los ingenuos. Aprende a ver las sombras si quieres sobrevivir.”

Un estremecimiento la recorrió de pies a cabeza. ¿Quién le enviaba ese mensaje? ¿Por qué sabía tanto?

La respuesta la encontró una hora más tarde, cuando en sus sueños se le apareció una figura vestida de negro, con ojos brillantes que atravesaban la neblina de su mente.

— No huyas, Elena — susurró la voz—. Acepta lo que eres, antes de que otros lo decidan por ti.

Despertó jadeando, con el corazón a punto de estallar, y supo que el tiempo para ignorar lo inevitable se había acabado.

En la escuela, la tensión con Damon crecía con cada encuentro. Él la miraba con una mezcla de burla y deseo, desafiándola a cruzar esa línea invisible que separa el miedo del peligro. Elena sentía que había algo más detrás de su actitud, una herida profunda que lo consumía lentamente.

Una tarde, Damon se le acercó con una propuesta que la dejó sin aliento.

— Ven conmigo esta noche — dijo con voz ronca—. Te mostraré quién eres en realidad. Y quién puedes llegar a ser.

Elena vaciló, pero una fuerza interior la empujaba hacia él, hacia esa oscuridad que prometía respuestas pero también condena.

Esa noche, Damon la llevó a un antiguo cementerio en las afueras de Ashwood. Las lápidas desgastadas emergían de la tierra como guardianes mudos, y la luna llena bañaba todo con una luz fría y espectral.

— Aquí es donde todo comienza — dijo Damon mientras la tomaba de la mano—. Donde los secretos se revelan y las almas se enfrentan.

Elena sintió que el aire se espesaba, como si el tiempo se ralentizara. En ese instante, entendió que su vida ya no le pertenecía, que estaba atrapada en una red tejida por fuerzas que desafiaban toda lógica.

Mientras tanto, Stefan observaba desde la distancia, con el ceño fruncido y el corazón hecho pedazos. Su amor por Elena era profundo, pero sabía que para protegerla tendría que enfrentar a su propio hermano y a las sombras que ambos representaban.

Una noche, Stefan le reveló a Elena parte de su historia.

— Fui condenado hace siglos por amar demasiado — dijo con voz cansada—. Pero también por odiar demasiado. En este mundo, el amor es una maldición y una bendición, y tú, Elena, eres el centro de ese tormento.

Elena escuchaba, fascinada y aterrada a la vez, mientras las palabras de Stefan tejían un relato de eternidad, sacrificio y una guerra silenciosa entre la luz y la oscuridad.

Pasaron las semanas y la presencia de Damon se volvió más constante, más insidiosa. Sus visitas eran como un veneno dulce que la hacía perder el control. En sus ojos había una promesa de libertad y destrucción que la seducía a partes iguales.

En una de esas noches, Damon la llevó a un salón clandestino donde otros como ellos se reunían. Allí, en la penumbra, Elena vio reflejada la multitud de almas perdidas y salvajes que habitaban en Ashwood. La música, las risas y los susurros creaban una atmósfera intoxicante y peligrosa.

— Este es nuestro mundo — susurró Damon al oído de Elena—. Un lugar donde la moralidad se disuelve y solo queda la verdad cruda.

Elena sintió que su piel se erizaba. Todo era nuevo y aterrador, pero también fascinante.

Los hermanos Salvatore continuaban su batalla silenciosa, cada uno intentando salvar a Elena a su manera, sin entender que ella ya no era la misma chica que había conocido. Algo dentro de ella despertaba, una fuerza oculta que ni siquiera ellos podían controlar.

Una noche, al borde de la locura y la desesperación, Elena se encontró a solas con Stefan en un viejo mirador que dominaba la ciudad. Las luces titilaban abajo, y el viento frío le acariciaba el rostro.



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En el texto hay: vampiros, humana

Editado: 05.08.2025

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