Las primeras lluvias de otoño comenzaron a caer sobre Ashwood, empapando las calles y haciendo que el aroma a tierra mojada impregnara el aire. Elena caminaba bajo un paraguas roto, con la mente sumida en pensamientos que no la dejaban descansar. Cada día que pasaba, la distancia entre el mundo que conocía y el oscuro secreto que la envolvía se hacía más delgada, como un hilo invisible que la sujetaba al abismo.
Había prometido a Stefan intentar mantenerse firme, resistir las sombras que Damon le mostraba. Pero la batalla interna se volvía cada vez más intensa, un tira y afloja entre la luz que ansiaba conservar y la oscuridad que la llamaba con voz seductora.
Esa tarde, Elena recibió una invitación inesperada: una nota anónima que la citaba en un viejo café al borde del río. La letra era elegante, pero contenía un matiz frío que le erizó la piel.
Decidida, Elena acudió al lugar al caer la noche. El café estaba casi vacío, con solo unas pocas mesas ocupadas por figuras que parecían tan solitarias como ella. La luz tenue de las lámparas creaba sombras que danzaban en las paredes, y la música suave envolvía el ambiente con una melancolía inquietante.
En una mesa apartada, una figura se levantó al verla entrar. Era alguien que no esperaba: una mujer de cabello oscuro y ojos penetrantes, con una sonrisa enigmática.
— Elena — dijo la mujer con voz seductora—. Ha llegado el momento de que nos conozcamos.
Elena sintió que el corazón le dio un vuelco. Aquella mujer no era otra que Katherine Pierce.
Katherine se sentó frente a ella con una elegancia que parecía desafiar el tiempo. Su mirada era una mezcla de desafío y ternura, y su presencia llenaba la habitación con una energía casi tangible.
— Has despertado algo que llevaba dormido siglos — comenzó Katherine—. Algo que ni Stefan ni Damon pueden controlar.
Elena, sorprendida, apenas pudo responder.
— ¿Quién eres realmente? — preguntó con cautela.
— Soy quien fue, y quien siempre será — dijo Katherine—. Y he vuelto para reclamar lo que es mío.
La conversación se volvió un juego de palabras y verdades a medias. Katherine hablaba de antiguos pactos, de traiciones y de un poder que solo podía manejarse con sangre y voluntad. Reveló fragmentos de su pasado con Iker, su hermano, y de cómo ambos habían sido separados por fuerzas oscuras que ahora buscaban unirlos de nuevo.
Elena sentía que cada palabra de Katherine era un veneno dulce, que la tentaba a cruzar esa línea invisible hacia un mundo donde la libertad y la condena se confundían.
Esa noche, al salir del café, Elena notó una presencia cercana. Iker Pierce apareció en la penumbra, observándola con ojos fríos y calculadores.
— No te fíes de ella — advirtió—. Katherine tiene sus propios planes, y tú solo eres una pieza más en su juego.
Pero antes de que Elena pudiera responder, Iker se desvaneció entre las sombras, dejándola sola con sus dudas y miedos.
Los días que siguieron fueron un torbellino de emociones y revelaciones. Katherine y su hermano comenzaron a acercarse a Elena con propuestas, amenazas y promesas. Cada encuentro desafiaba su percepción de la realidad y la ponía al borde del abismo.
Mientras tanto, Damon y Stefan seguían en su lucha silenciosa por protegerla, aunque cada uno a su manera. La rivalidad entre ellos se intensificaba, y las viejas heridas parecían abrirse de nuevo, mostrando cicatrices que nunca sanaron.
Una noche, Elena se encontró atrapada entre dos fuegos. Damon la esperaba en un callejón oscuro, con una mirada que reflejaba tanto deseo como desesperación.
— Ven conmigo — susurró—. Déjate llevar. No tienes que luchar sola.
Pero en ese instante, Stefan apareció, extendiendo su mano hacia ella con una expresión suplicante.
— No te rindas — dijo—. Juntos podemos vencer la oscuridad.
Elena sintió el peso de la decisión en su pecho. Sabía que elegir uno significaba alejarse del otro, y que ninguna elección era realmente segura.
Elena comprendió que el destino no le daría un camino claro. La frontera entre el bien y el mal se desdibujaba, y ella tendría que encontrar su propia luz en la oscuridad.
Mientras la lluvia seguía cayendo sobre Ashwood, una nueva tormenta se avecinaba en el horizonte. Una tormenta que pondría a prueba su alma, sus lazos y su voluntad.
El capítulo termina con Elena de pie bajo la lluvia, mirando hacia el cielo gris, sintiendo que la noche no era solo un manto oscuro, sino un espejo donde su verdadera naturaleza comenzaba a reflejarse.
#706 en Thriller
#261 en Suspenso
#1537 en Fantasía
#874 en Personajes sobrenaturales
Editado: 05.08.2025