El viento ululaba con furia alrededor de la vieja mansión Pierce, mientras la tormenta desatada parecía alimentarse de la oscuridad que brotaba del interior. Las paredes temblaban bajo el peso de los antiguos hechizos, y las sombras danzaban al ritmo de un conjuro que amenazaba con romper los límites entre los mundos.
Dentro, Katherine y Iker estaban en el centro del círculo de runas, sus voces al unísono pronunciando palabras en lenguas olvidadas. La energía crecía a su alrededor, palpándose en el aire denso y electrificado.
— Esto es solo el comienzo — susurró Katherine, con una sonrisa fría—. Cuando el portal se abra, Ashwood nunca volverá a ser la misma.
En la distancia, Elena, Stefan y Damon avanzaban con cautela hacia la mansión. Habían preparado todo para detener el ritual, conscientes de que la batalla sería dura y que podrían no salir indemnes.
Elena sentía en sus venas la fuerza heredada de su linaje, una mezcla de miedo y determinación que la impulsaba hacia adelante. Sabía que debía enfrentar a Katherine, a Iker y a su propia sombra.
— No estás sola — dijo Stefan, tomando su mano—. Juntos lo lograremos.
Damon asintió, aunque su mirada guardaba la tensión de una guerra personal que también libraba.
Al entrar en la mansión, un silencio tenso los recibió. Las velas parpadeaban, y las paredes parecían susurrar secretos que solo los antiguos conocían.
Elena caminó hacia el círculo de runas, enfrentándose a Katherine con una mezcla de desafío y tristeza.
— Esto no tiene que terminar en destrucción — dijo Elena—. Podemos encontrar otro camino.
Katherine rió, un sonido que heló la sangre.
— El poder no se negocia, Elena. Se toma. Y tú siempre serás un peón en mi juego.
Iker avanzó entonces, bloqueando el camino.
— No dejaré que destruyas lo que hemos construido — advirtió Elena.
Los hermanos Pierce intercambiaron miradas, y el aire se cargó de una tensión que rozaba lo eléctrico.
La batalla comenzó con un estallido de energía. Rayos de luz y sombras se enfrentaron en un choque que sacudió los cimientos de la mansión. Elena luchaba no solo contra Katherine e Iker, sino contra sus propios miedos y dudas.
Stefan y Damon protegían su flanco, atacando con fuerza y estrategia, pero el poder de los Pierce era antiguo y formidable.
En medio del caos, Elena encontró un momento de claridad. Recordó las palabras de Isabela, la llave, el poder dentro de ella que no era solo oscuro o luz, sino un equilibrio.
Con una concentración profunda, canalizó esa energía, creando un escudo que repelió el ataque más feroz de Katherine.
— Esto termina aquí — declaró Elena, con voz firme—. No permitiré que esta ciudad ni mi familia caigan en la oscuridad.
El enfrentamiento final fue un torbellino de emociones, magia y fuerza. Cuando el conjuro fue finalmente roto, el silencio llenó la mansión como una liberación.
Katherine y Iker, agotados y derrotados, retrocedieron en las sombras, jurando que esta no sería la última vez.
Elena, Stefan y Damon salieron al amanecer, exhaustos pero victoriosos. La tormenta había pasado, pero la guerra interna de cada uno apenas comenzaba.
Elena miró el cielo, sintiendo que, aunque la batalla había terminado, la lucha por su alma y por Ashwood continuaría.
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Editado: 05.08.2025