Historia 4:El espejo de las sombras olvidadas.

Capítulo 14: La llegada del reflejo.

En las afueras de Hollow Creek, donde la niebla se enreda en las raíces de los robles centenarios como dedos de ahogados, se erguía la casa de los Eldridge. No era una mansión imponente como la Whitmore, sino un cottage victoriano encorvado, con tejas sueltas que chasqueaban al viento como dientes flojos. La familia Eldridge —el padre, un anticuario viudo llamado Elias; su hija de diecisiete años, Lila, y el pequeño Theo de ocho— había llegado un mes antes, huyendo de la ciudad y sus deudas invisibles. —Un nuevo comienzo—. decía Elias, pero sus ojos, hundidos en ojeras perpetuas, traicionaban la mentira.Todo cambió la noche en que Elias regresó de una subasta en el pueblo vecino. En sus brazos cargaba un espejo antiguo, enmarcado en madera de roble tallada con motivos de enredaderas y rostros borrosos que parecían susurrar al tacto.

—Es del siglo XVII —explicó a Lila mientras lo colgaba en el salón, frente a la chimenea apagada. —Dicen que perteneció a una bruja de Salem, una tal Abigail Crowe, que usaba los espejos como portales para robar almas. —Tonterías, claro. —Pero mira qué belleza. —

El vidrio era opaco en los bordes, como si el tiempo lo hubiera empañado con aliento espectral, pero el centro brillaba con una claridad antinatural, reflejando la habitación con una nitidez que hacía que las sombras parecieran más densas, más vivas.Lila, con su cabello negro cayendo como una cortina sobre hombros delgados, se acercó con recelo. Su reflejo la miró de vuelta: pálida, con ojos verdes que parecían más grandes, más hambrientos.

—Papá, no me gusta. Siento como si... me observara. Elias rio, un sonido ronco que rebotó en las paredes. —Es solo un espejo, cariño. Mañana lo limpio. Pero esa noche, mientras Theo dormía en su cuarto, los susurros comenzaron. Un cosquilleo en el aire, como uñas arañando vidrio, y un olor dulzón —a rosas marchitas y carne dulce— se filtró del marco, invadiendo el sueño de la familia.