Sombras inquilinas

Parte 3: Hospital abandonado

Luna

<<Desde que tengo memoria la vida no me trató muy bien, mis padres divorciados, un día mi padre hirió a mi madre, y la asesinó, el huyó y en cierto momento un policía le disparó.
Yo viví con una tía y mis primos, fui a Ransfell Junior High School, allí conocí a varios amigos, y a un niño, era Thomas, hicimos muchas cosas ese día compramos nieve, algo más de comida chatarra, al día siguiente ya no pude ir, pues me habían cambiado a otra escuela, todo transcurrió normal después de todo eso.
Tenía un hermano, el murió hace tiempo, fue la peor noche de mi vida.
Y ellos siguen diciendo cosas; los demás no tienen culpa.>>
 

Tom

Despertando justo a las diez menos cuarto, Tom con sudor en todo el cuerpo, pese al frío que hacía la noche anterior, el chico queriendo ir al baño sin pensarlo fue, en el momento que sabía que era hora de irse, alguien tocó la habitación, a Tom se le hizo extraño pues los moteles de esa categoría no suelen preocuparse ni lo mas mínimo por los inquilinos, y no había nadie que lo conozcan y menos que sepan su ubicación. Dirigiéndose a la puerta, quitó la silla y la abrió, no había nadie, las otras habitaciones se veían cerradas, y sabiendo esto, cerró la puerta, casi al momento de cerrarla por completo, un tipo la aventó asomando su cara primero y haciendo un grito, era de estatura mediana, calvo y con mucha podredumbre en sus dientes, la nariz era grande, un verruga le salía de allí con pelitos.

—¿Pero qué? ¡Diablos! Usted me sacó un buen susto, por qué sale de esa manera, aparte, yo observé afuera y no había nadie, ¿de dónde salió? —Tom horrorizado por semejante situación, seguía preguntándose qué sucedía.

—Perdón señor, es que busco a una muchacha, ¿usted la vio acaso señor? —Preguntaba casi acercándose a la nariz de Tom.

De un respingo el chico contesta.

— Claro que no, no la conozco lo siento, así que déjeme en paz.

— Ohh claro que la conoce, ya nos volveremos a ver señor. —Decía mientras se iba hacia el pasillo de afuera.

Minutos más tarde, cuando ya se volvió a vestir, con su playera manga larga, dejando la chaqueta en el asiento del copiloto; Tom se planteaba mucho el qué está ocurriendo, el sueño de la mujer atropellada, la chica misteriosa que desapareció sin más, el viejo que lo persigue desde aquel motel, y la aparición de este tipo (que estando muy seguro, no había nadie afuera al escuchar tocar la puerta).
Encendió el auto y eso dió marcha a una lluvia de ideas anormales, sintiendo esa sensación de tener a alguien o algo cerca observando detenidamente. Mirando en todos los lugares posibles, Tom arrancó de allí como una bala.
Estando por la carretera se cuestionó el ir a una iglesia, y lo pensó porque de niño su abuela le decía que cuando se sintiera tan afligido, fuera a una iglesia, no por la cuestión de rezar ni mucho menos, tan sólo era porque estar allí en ciertos momentos te hacía sentir bien, pues a veces necesitas momentos de soledad para encontrarte con tu alma; así que decidido se dirigió para la iglesia que recordó ver años atrás, por la ruta 50, a lado de una fábrica de maíz, es una iglesia no muy grande, que suele ser visitada por personas y también son contadas, podrá ser el lugar perfecto en estos momentos.
Llegado el momento Tom aparca cerca de la iglesia "Lumus" a la luz del día, procurando apagar correctamente el auto junto con su alarma, que no serviría de mucho si alguien decide robarlo, asi que se basa en la fe de quién podría realizar cierta acción. Estando a unos pasos de la puerta, sin estar seguro de entrar o no, Tom se cuestiona si valdrá la pena pero qué va, ya está allí. Dentro hace aires de tranquilidad y un poco de inquietud, se sienta en una banca de las que suelen haber y observa que no hay más de cuatro escasas personas, y sin contar los lejanos murmullos de plegarias, hay un silencio casi horrorizador.
Durados ya unos minutos, sin saber qué pensar, un ruido de campana lo despertó de la interminable vista a la nada que avisaba que eran las seis de la tarde de aquel viernes. Se sorprendió pues se dió cuenta que había durado una hora allí.

Pensando qué poder hacer, vió alejado a un sacerdote y decidido se acercó a el.
Sin saber qué decir exactamente, (pues nunca había comulgado, de niño fue a una iglesia un par de veces gracias a su abuela, pero regularmente ella hacía todo), preguntándole si era posible concederle unos minutos para hablar sobre problemas que le acechaban de hace días, el sacerdote no se obligó a pensarlo. Estando en el confesionario le empezó a contar todo lo de esas malditas sombras que estaban siempre al acecho, al dormir e incluso en momentos del día a día.

—Y sabiendo todo esto padre, sinceramente me he sentido con una gran aflicción.

El sacerdote escuchando cada palabra y suspiro del muchacho.

—Puedo decir que esto, estas cosas son algún tipo de pesadillas, tal vez alguien que simplemente quiere hacerte alguna mala jugada.

—Puede ser, pero es extraño porque literalmente me siguen a todos lados y... —como si alguien le hubiese aventado un cubo lleno de agua con hielos, el sacerdote se quedó observando a Tom con aires de extrañeza.

—¿Padre? ¿se encuentra bien?

Con un golpe brusco el sacerdote acercó su cabeza y manos a la maya que separaba a Tom de él, como si de alguien entre rejas se tratase, y con ojos inyectados en sangre pronunció.

—Ellos vendrán por ti muchacho, morirás, ¡morirás!...

Tom asombrado y horrorizado se levantó para dar tres paso hacía atrás, mientras oía al sacerdote con una gran carcajada casi diabólica que penetraba en toda la iglesia, dando media vuelta para casi correr de ese lugar tan extraño, una viejita con ojos tan grandes lo atajó de sorpresa repitiendo las palabras del padre lunático, —vendrán por ti muchachito—. Y agarrando el cuello de Tom a querer ahorcarlo, él se la quitó de encima haciendo que cayera boca abajo.
Corriendo de ese infernal lugar al querer abrir, de repente en el pórtico se econtró a la chica con la que habia estado en aquel restaurante. Tom muy agitado y asustado casi no podía hablar.




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