Sombras que arden

Capítulo 9 — La Bruja Tejedora.

El Libro de la Vida no se abría con las manos.
Se abría con el alma.

Durante noches enteras, Lyra había intentado descifrar sus páginas. Los símbolos cambiaban con cada luna, las letras respiraban, y a veces el texto la observaba a ella. Dante la acompañaba en silencio, cuidando que las sombras no se acercaran demasiado.
El Consejo seguía rastreando su magia, pero las montañas ardientes protegían su refugio.

Esa noche, cuando el viento sopló con un eco extraño, el libro se abrió por sí solo.
Una voz femenina, antigua y suave como la lluvia, susurró desde su interior:

> “El fuego es solo el inicio. La vida se teje con todos los hilos.”

Lyra sintió una presión en el pecho.
Su cuerpo se elevó unos centímetros del suelo y cuatro corrientes de energía se encendieron a su alrededor.
Una corriente roja: el fuego.
Una verde: la tierra.
Una azul: el agua.
Y una plateada: el aire.

El dragón rugió en señal de reconocimiento, y Dante se apartó mientras las llamas formaban una espiral.
Lyra gritó, no de dolor, sino de poder. Su magia se entrelazaba con los elementos, danzando entre sus venas como si el universo la reclamara.

De pronto, el fuego se detuvo.
Del suelo surgieron raíces que la envolvieron con suavidad, el viento giró en torno a su cuerpo, y gotas de agua flotaron, formando un círculo perfecto sobre su cabeza.
Una voz habló desde el centro del libro:

> “Tú eres la tejedora. La que une lo que el Consejo separó.”

Lyra cayó de rodillas, jadeante.
Dante corrió hacia ella y la sostuvo entre sus brazos.
—Lyra, ¿qué fue eso?
Ella levantó la mirada; sus ojos brillaban con reflejos de todos los elementos.
—El libro me eligió. Y me ha mostrado cómo usar su poder.

Abrió las manos y, sin pronunciar palabra, un hilo de fuego y otro de agua se entrelazaron en el aire, creando una forma viva, como una cinta que latía entre ambos.
—El fuego destruye, pero el agua crea. Si los uno, puedo tejer el equilibrio.

Dante la miró con asombro.
—Eso… eso es imposible. Ni siquiera las magas del Consejo podían dominar más de un elemento.
—Por eso me temerán —dijo Lyra, con voz firme—. Porque soy lo que ellos prohibieron.

El dragón se acercó y bajó la cabeza ante ella.
Las criaturas del valle —hadas, demonios exiliados y viejos vampiros híbridos— comenzaron a reunirse alrededor, atraídos por la energía que emanaba del lugar.

Lyra extendió los brazos.
Las raíces del suelo se alzaron, el aire vibró, el fuego se encendió y el agua fluyó formando un arco luminoso.
Por primera vez en siglos, los elementos bailaban juntos.

Una bruja tejedora había renacido.

Pero, en las torres del Consejo, los espejos sagrados estallaron en fragmentos de luz.
Los altos jueces sintieron el desequilibrio y comprendieron que algo había despertado fuera de su control.
—Ha comenzado —dijo el Sumo Consejero—.
—La bruja del fuego ha tocado los hilos prohibidos —respondió otro—.
—Entonces debemos actuar antes de que aprenda a dominarlos.

Lyra, sin saberlo, acababa de romper la barrera que mantenía separados los reinos.
Y el poder que ahora corría por sus manos no solo podía liberar a las especies… también podía destruirlas.




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