El amanecer nunca llegó al Refugio del Linaje.
Solo una bruma oscura cubría los cielos, un presagio de lo inevitable.
Los dragones vigilaban las montañas, los demonios exiliados formaban un círculo de defensa, y las antiguas torres temblaban ante la presión mágica del Consejo.
Lyra lo sintió antes que todos: un pulso en el aire, un cambio en el equilibrio.
—Vienen —dijo con la mirada fija en el horizonte.
El fuego azul del escudo comenzó a fragmentarse como vidrio bajo una tormenta.
La madre de Dante se acercó, su presencia imponente y serena.
—El Refugio fue creado para resistir, pero no para una guerra entre especies.
Dante desenfundó su espada ancestral.
—Entonces haremos que resista.
Lyra corrió hacia el Libro de la Vida, que vibraba sobre el altar de piedra.
Las páginas se abrían y cerraban por sí solas, susurrando con urgencia.
Entre símbolos cambiantes, uno brilló con una intensidad cegadora: un encantamiento antiguo, escrito en el lenguaje de las tejedoras.
> “Donde el alma y el fuego se unan, el tiempo dormirá.”
Lyra comprendió.
Si tejía los cuatro elementos en un mismo punto, podría detener el acceso dimensional por un breve fragmento de tiempo, sellando el refugio y dándoles oportunidad de planear su contraataque.
—Necesito que confíen en mí —dijo con firmeza—.
Dante se acercó.
—¿Qué harás?
—Silenciaré el espacio. Ninguna criatura podrá entrar ni salir. Pero debo concentrar toda la energía elemental… y el libro no debe permanecer aquí.
La madre de Dante asintió con solemnidad.
—Entonces lo esconderemos. Hay un santuario bajo las raíces del valle, un lugar que ni los espejos del Consejo pueden ver.
El aire se volvió rojo cuando los ejércitos llegaron.
Vampiros de alas negras, brujas de hielo, demonios del humo, todos avanzaban en formación, sus poderes vibrando con furia.
El fuego azul que protegía la casa se rompió con un estallido.
—¡Ahora, Lyra! —gritó Dante.
Ella levantó los brazos y el suelo tembló.
El aire giró con fuerza, el agua se elevó desde el estanque, la tierra rugió bajo sus pies y el fuego danzó desde sus manos.
Los cuatro elementos se unieron, girando en espiral alrededor de ella.
El dragón de fuego se alzó al cielo y rugió, lanzando una llamarada que iluminó el valle.
El hechizo del silencio eterno nació en ese instante: una esfera de luz pura se expandió desde el corazón del refugio.
Los soldados enemigos se detuvieron, inmóviles.
Las ondas de poder los repelieron.
Un grito se ahogó en el aire.
Por un instante, el tiempo dejó de existir.
Lyra cayó de rodillas, exhausta, mientras el viento se calmaba.
El hechizo había funcionado: ninguna criatura podía entrar ni salir del perímetro del Refugio.
Dante la sostuvo entre sus brazos.
—Lo lograste…
—Solo por un fragmento de tiempo —susurró ella—. No tardarán en romperlo.
La madre de Dante apareció con varios guardianes y un cofre sellado con runas.
—El libro está a salvo bajo las raíces del valle. Nadie lo encontrará.
Lyra la miró con respeto.
—Gracias… por creer en mí.
La mujer se acercó, tocó su rostro con ternura y dijo:
—Eres más que una bruja. Eres el equilibrio que este mundo olvidó. Si mueres, el fuego muere contigo.
El suelo volvió a temblar.
Las fuerzas del Consejo habían roto una parte del sello.
El silencio eterno se resquebrajaba.
—No hay tiempo —dijo Dante, tomando su espada.
Lyra se puso de pie, las llamas encendiendo sus manos otra vez.
—Entonces pelearemos juntos.
La madre de Dante dio un paso adelante, su poder ancestral despertando.
—Hoy, el linaje prohibido no se esconde. Hoy, lucha.
El cielo se abrió en dos.
Rayos de fuego, hielo y oscuridad cayeron sobre el Refugio.
Lyra alzó sus manos y tejió un escudo de luz; Dante se movía con velocidad inhumana, derribando enemigos, mientras su madre invocaba las sombras de los antiguos.
Por un instante, el campo de batalla fue pura energía.
El fuego de Lyra se mezcló con el de los dragones, el aire rugió, y la tierra se levantó como un muro protector.
El Refugio ardía, pero resistía.
Y mientras las llamas consumían el horizonte, Lyra y Dante comprendieron que ya no luchaban por sus especies… sino por la libertad de todas.
Cuando el silencio regresó, el Refugio estaba en ruinas.
Lyra, cubierta de sangre y ceniza, miró al horizonte.
—El hechizo se rompió… ellos vendrán otra vez.
Dante tomó su mano.
—Entonces los esperaremos. Pero esta vez, no huiremos.
Entre el humo, la madre de Dante los observó, con orgullo y melancolía.
—El fuego los eligió a ambos. Que el mundo arda o renazca… dependerá de ustedes.
Y mientras el sol se ocultaba tras las montañas, el Libro de la Vida brilló débilmente bajo tierra, como si el destino los estuviera aguardando.